En El tabú de la virginidad, de 1917, Freud usa la expresión “el narcisismo de las pequeñas diferencias” para describir la existencia de represión sexual en el mundo primitivo de los cazadores recolectores. La libertad de los salvajes ya contenía la necesidad, sin ello no hubiese sido posible la evolución, aunque no portaba la conciencia de la necesidad que Hegel demandaba para la libertad en la senda ilustrada. Este tipo de narcisismo deviene en fetichismo de partido en la izquierda, cuando se agudizan los movimientos centrípetos de exclusión y división interna. De la auto glorificación, vía martirologio u onanismo intelectual, se pasa a la cosificación del instrumento (el partido, los líderes, los símbolos) y a la conversión edificada como objetivo. De esta forma se agudizan y magnifican las pequeñas diferencias tácticas o ideológicas entre los más similares a la vez que se ignoran las grandes diferencias, incluso, de forma consciente o no; se favorecen.
La lógica de este tipo de razonamiento paranoico parece decir: si difieres en algo conmigo, aunque sea mínima la diferencia; estás mucho más lejos que si difieres en todo. Freud explicaba que en las comunidades primitivas esta práctica era un mecanismo para preservar la identidad genealógica del grupo con respecto a los que están más cercanos. Y ahí se inscribe el tabú de la virginidad y la prohibición del incesto. Con este tipo de restricciones se conforma la cultura humana de tal modo que la institución fundante de la humanidad es la prohibición. Nada nos hace más humanos que prohibir. Este tipo de altruismo genético es la forma más egoísta del altruismo.
Pero afortunadamente la cuestión no quedó en los hallazgos especulativos del genio vienes, la biología y la psicología evolutiva nos han enseñado que existen diversos tipos de altruismo mucho más complejos. Estos otros tipos de altruismo estimulan la vida en común y la solidaridad entre grupos e individuos y explican porqué los individuos pueden llegar a sacrificarse hasta por grupos abstractos que nunca conocerán como la patria, la clase o la humanidad toda. Estamos hablando del llamado altruismo de selección de multinivel, presente también entre otras especies eusociales, aunque más por selección natural hereditaria que por selección cultural adquirida como en la especie humana.
Pero volviendo a nuestra izquierda narcisista, la aparición de estas conductas es un signo claro de descomposición grupal, una regresión tribalista contraria a cualquier proyecto comunal y comunitarista. Por el contrario la hipótesis Podemos surgió como reacción contra todo esto en un periodo de crisis social, ventana de oportunidad lo llamaron, y enfrentado una izquierda identitaria, narcisista, cargada de simbología y ritos tan perfectamente definidos como inútiles. Era la izquierda del pitufo gruñón en feliz símil de Pablo Iglesias, tan moralmente injusta y cruel como certera y brillante. Era una izquierda clausurada en sus propios guetos y confines que coincidían con los que el enemigo les había marcado. Una izquierda para uso y consumo exclusivo de los izquierdosos. Una izquierda que tenía reservado el derecho de admisión moral e ideológico. En síntesis, la hipótesis Podemos vino a desprivatizar a la izquierda de la izquierda .
¿Ha fracasado la hipótesis Podemos? Claro que no, el ejemplo es la extraordinaria política del actual Gobierno. Siguiendo la teogonía de Leibniz para justiciar la permisividad divina con el mal en el mundo; este es el mejor gobierno en el mejor de los mundos posibles. ¿Entonces ha sido exitosa esta hipótesis? Tampoco. Digamos, sin mijita alguna de fatalismo, que han pasado las cosas que tenían que pasar, más allá de evidente errores, perfectamente evitables, en la gestión interna. La hipótesis Podemos nació para morir y es un éxito para cualquier hipótesis morir joven. ¿Cómo mueren las hipótesis? Por confirmación o por refutación, pero en ambos casos es un éxito su fallecimiento temprano. Si son refutadas porque dejan franco el campo para nuevas hipótesis. Y si son confirmadas porque se concretan en teorías.
Y esto es lo que ha hecho la hipótesis Podemos al morir tan temprano; convertirse en teoría de la que tendrán que aprender y mucho suma y lo que venga. Esto parece que no lo entienden muchos que ahora se aferran a Podemos como una tabla de salvación identitaria, en el mejor de los casos. Hay que asumir que la ventana de oportunidad se cerró, aunque seguro que volverá a abrirse, y ahora toca defender el gran éxito de la hipótesis Podemos: el Gobierno actual y sus políticas.
No entender que ahora hace falta una alianza estratégica con sectores de las elites que no han apostado por el neofascismo o nanofascismo es clave. Ellos, esa fracción de las elites, sí lo han entendido porque no les ciega el fetichismo de las pequeñas diferencias, sino la racionalidad de los intereses. Y para ellos solo la continuidad, lo más corregida a la derecha posible, de la actual mayoría progresista que representan Sumar y PSOE, les cierra las puertas al autoritarismo aunque no les entusiasme nada pero aparcan tácticamente las enormes diferencias ideológicas que tienen con Sumar y aun con el PSOE.
De aquí al 23 de julio la campaña de la derecha extrema y la extrema derecha va a consistir exclusivamente en amplificar el ruido interno que está generando la extrema estupidez de la izquierda. El pitufo gruñón más que un individuo concreto es un arquetipo de la izquierda potsmoderna. La cuestión ahora es saber ¿quién hace en estos momentos de pitufo gruñón? Y actuar con la misma radicalidad cruel y brillante como lo hizo Pablo Iglesias, sin miramientos.
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