No dejemos que los vuelvan invisibles

o de revisar cada día decenas de noticias tiene un coste; lo que hacen muchas personas de mantenerse, por el medio que sea, informadas de lo que ocurre en Gaza, Cisjordania y ahora en Líbano, incluso Siria, tiene un coste

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Escritora y analista social.

Una manifestación por Palestina en una imagen de archivo.
Una manifestación por Palestina en una imagen de archivo. MAURI BUHIGAS

Cada día desde el 7 de octubre de 2023 me informo de la situación en Gaza a través de una agencia de noticias. Al horror de la muerte de más de mil israelíes, entre ellos algunos niños y niñas, y el secuestro de más de doscientas personas por parte de Hamás, sucedió lo que en principio parecía la respuesta de un país herido en su ciudadanía y que a día de hoy ha resultado ser un genocidio. Más de una treintena diaria de noticias sobre lo que ocurría entre Israel y Gaza, incluidas las declaraciones de otros países del entorno, de la Unión Europea, Estados Unidos, del resto del mundo. 

A veces me enfurezco, otras me puede la tristeza, la impotencia y el desánimo. En ocasiones lloro, sobre todo cuando me abofetea desde la pantalla la cantidad de niños y niñas muertos. Al menos 17.000 a día de hoy, el 40% de los más de 42.000 palestinos muertos de los que hay constancia en el Ministerio de Sanidad gazatí. Y 11.000 niños y niñas con amputaciones, que necesitarán prótesis, que estas deberían ser renovadas periódicamente porque están en pleno crecimiento, que necesitarán varias cirugías..., pero una de las estrategias de guerra y arrasamiento de Israel es, desde comienzos, destruir todo el sistema sanitario de la Franja. Es otra forma de matar niños y niñas, privarles de atención médica -además de alimentos y agua potable-. También es una forma de destruir la vida emocional sana de una criatura. ¿Qué sentirán a lo largo de los años portando en su cuerpo la marca del dolor y el sufrimiento físico y emocional que le han infligido siendo un inocente? 

De octubre de 2023 para acá he recopilado cerca de 150 páginas de enlaces a noticias. Masacres, hambruna, escasez de agua potable, condiciones de vida insalubres, epidemias... Destrucción de centros educativos, hospitales, centros de salud, mezquitas, cementerios... y de viviendas y edificios civiles completos. Continuos desplazamientos forzados a zonas seguras -designadas por Israel-, bombardeos en esas zonas seguras. Escasez de entrada de ayuda humanitaria o su supresión, bombardeos a personas que recogían esa ayuda, bombardeos o tiroteos a ambulancias, vehículos de ayuda humanita de la Unrwa, de las ONG... La muerte -o asesinato- de periodistas, personal sanitario y voluntarios de ONG mientras realizaban su trabajo. La prohibición de la entrada a Gaza de periodistas extranjeros -para que no haya testigos-; el cierre de televisiones como Al Yazira, que era testigo. Y en una esquina, casi invisible, Cisjordania, padeciendo los continuos ataques del

ejército y los colonos israelíes, la destrucción y el requisamiento de viviendas y terrenos, el asesinato de sus habitantes, incluido menores. 

Y un enjambre de palabrería insustancial de países de la Unión Europea y Estados Unidos, cuando no dañino en sus justificaciones ante las actuaciones de Israel. También el alivio de que estados no poderosos censuraran a Israel, tomaran al menos medidas diplomáticas, y la demanda interpuesta por Sudáfrica a la que se han unido otros. Nada de esto último ha cambiado nada, puesto que Israel hace caso omiso, pero al menos deja constancia de que hay países que se toman en serio palabras como genocidio y crímenes de guerra, estados que velan por los Derechos Humanos, los Tratados Internacionales y el Derecho Internacional Humanitario, que protege a la población civil en conflictos armados.  

Noticias de andar por casa como las manifestaciones en apoyo del pueblo palestino en EE.UU., Reino Unido, Alemania, España y otros países. Y las acampadas en numerosas universidades del mundo. Cierras los ojos y renuevas la fe en las nuevas generaciones, en su esperanza de que este mundo puede ser un lugar mejor, en que tienen una ética y un sentido crítico que les permite ver más allá de las pantallas de sus móviles. El dolor y la indignación de muchos judíos -que no sionistas- por lo que está haciendo Israel y su ejército. 

A todas las noticias que, día a día reviso, se añaden las de Líbano. Israel utilizando los mismos métodos y estrategias que en Gaza: bombardeos a edificios civiles, a centros sanitarios y de servicios a la comunidad -como estaciones de bomberos-, a los pasos fronterizos con Siria, por donde han huido más de 240.000 libaneses. Y los ataques directos a personal de servicios comunitarios, sanitarios, etc. Y el cruel ataque indiscriminado a la población libanesa con las explosiones de buscas y walkie-talkies. No, señor Netanyahu, la niña que estudiaba en la cocina cuando le sonó el móvil a su padre y lo cogió para llevárselo, no era “un terrorista” de Hezbolá. Ah, ustedes dicen efectos colaterales, yo lo llamo asesinato. 

A Israel le sobran en Líbano hasta los “cascos azules” de Naciones Unidas, la Finul, las fuerzas que se encargan de mantener la paz entre los dos países, que tienen prohibido el uso de armas. La Finul ha sido atacada directamente por el ejército israelí, se interpone en su intención de arrasar toda la zona Sur de Líbano, de posesionarse de ella. El mismo patrón de comportamiento bélico que en la Franja de Gaza: comenzaron atacando la zona norte, fronteriza con Israel, solo que la labor de exterminio de la población continuó, continua. En ambos lugares por los mismos métodos y con las mismas excusas. El propósito de acorralar a la población gazatí en la parte costera de la zona centro se va haciendo patente: eso es la colonización de un territorio mediante el genocidio y los desplazamientos forzosos. Los desplazamientos forzados de la población del Sur de Líbano y los bombardeos y ataques, y hasta plantar una bandera israelí en su territorio, todo lo que está haciendo Israel en Líbano y Gaza está recogido en el derecho internacional como crímenes de guerra.  

Mientras, Netanyahu obtiene el beneplácito expreso en el Congreso de EE.UU., el apoyo incondicional de su gobierno y miles de millones en armamento, aparte del asesoramiento de toda la élite militar y de la CIA. Más hipócritas somos en Europa: seguimos con el comercio de armas con Israel, seguimos admitiendo a sus embajadores como si nada ocurriera y solo se profieren palabras tibias de condena, quizá para quedar bien con la ciudadanía. En España no nos quedamos atrás y vamos un paso más allá. No hace mucho el gobierno reconocía a Palestina como Estado, ¡ya era hora!; hace pocos días nuestro ministro de Exteriores, el señor Albares, denominaba a Israel “Estado amigo”. No es posible mayor contradicción, o mayor hipocresía.  

Lo de revisar cada día decenas de noticias tiene un coste; lo que hacen muchas personas de mantenerse, por el medio que sea, informadas de lo que ocurre en Gaza, Cisjordania y ahora en Líbano, incluso Siria, tiene un coste: nos podemos dejar inundar por un sentimiento de impotencia, como reseñaba Sarah Babiker en un artículo. Sentimiento producto de la continua contemplación de la impunidad genocida de Israel, con el apoyo directo de Estados Unidos y el silencio en sus hechos de Europa, incluida España. Asímismo, una cierta ambigüedad cómplice de los países ricos de Oriente Próximo, que si bien no simpatizan con Israel, mantienen buena relación con EE.UU. El petróleo, el gas, el dinero hacen muy buenas amistades. 

Hay quienes ya han desistido de informarse porque ven en el mundo, una y otra vez, “más de lo mismo”; porque todos tenemos nuestros problemas -grandes o pequeños- y necesitamos más evadirnos que añadir los de fuera; o porque ya no nos sentimos capaces de asumir más tristeza, o más impotencia. Sarah Babiker, a quien antes mencioné, proponía en su artículo cultivar la perseverancia. Necesitamos de esa perseverancia para que no desaparezca, en la invisibilidad mediática o de conveniencia política, lo que está ocurriendo en tierras palestinas y, ahora también, en Líbano. 

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