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'No Mercy', el videojuego que glorifica el odio y la violencia contra las mujeres y niñas

Ponía al jugador en la piel de un hombre que, tras descubrir la infidelidad de su madre, se convierte en un agresor sexual de las mujeres de su familia, a las que sometía sin piedad

13 de abril de 2025 a las 08:36h
'No Mercy', el videojuego que glorifica el odio y la violencia contra las mujeres y niñas.
'No Mercy', el videojuego que glorifica el odio y la violencia contra las mujeres y niñas.

La plataforma de videojuegos STEAM ha retirado de su catálogo el título No Mercy (sin piedad), una pretendida “novela visual” que glorificaba la violencia sexual más cruel contra mujeres y niñas de la propia familia. La retirada a la venta de este nueva manifestación de la violencia digital misógina extremadamente cruel ha sido gracias a la presión ciudadana que apoyó la iniciativa de organizaciones de mujeres que abogaron por paralizar la venta del videojuego con casi 70.000 firmas, y también al pronunciamiento público del Gobierno británico, que exigió su retirada inmediata.

No Mercy, el videojuego despiadado que incita a la violencia sexual

El perverso argumento del videojuego No Mercy ponía al jugador en la piel de un hombre que, tras descubrir la infidelidad de su madre, se convierte en un agresor sexual de las mujeres de su familia, a las que sometía sin piedad. El videojuego presentaba escenas en las que el jugador violaba a una mujer, la dejaba embarazada y luego la asesinaba junto con el bebé. Según señala Newsweek, “no incluía clasificación por edades ni advertencias de contenido”; y, según algunos usuarios, era un "simulador de violación".

‘No Merci’ retrata la alarmante violencia extrema contra las mujeres y niñas como una forma de cruel entretenimiento masculino, que se pretende justificar bajo la inexistente libertad de expresarse con fetiches brutales contra las mujeres. En ninguna sociedad que se precie de ser mínimamente civilizada existe el derecho violentar a las mujeres y niñas, ya sea de forma real o virtual.

Representar la violación, el incesto, la dominación, la humillación y el miedo de las mujeres y niñas como “fetiches sexuales” aceptables, no es libertad de expresión; no es creatividad; no es ficción inocua: es hacer apología explícita de la violencia sexual, la tortura y la crueldad extrema contra las mujeres y niñas, lo que constituye una grave vulneración de nuestros derechos humanos.

La normalización de la violencia sexual y física como entretenimiento masculino es, precisamente, un patrón de conducta misógino y cruel que perpetúa la desigualdad estructural y alimenta la mal llamada cultura de la violación, que se ha arraigado con la ‘machosfera’. La ‘manosfera’, como también se llama, es un submundo creado en Internet por hombres supremacistas misóginos, antifeministas y violentos cuyo común denominador es el odio hacia las mujeres, a quienes consideran inferiores y creen que deben ser sometidas tanto física como sexualmente. Producciones como Machos Alfa o Adolescentes han contribuido a visibilizar ante la opinión pública la existencia de este grupo violento, que continúa expandiéndose globalmente, promoviendo mensajes de misoginia, violencia, resentimiento y hostilidad hacia las mujeres y niñas.

La violencia sexual contra las mujeres está prohibida en las normas vigentes

En España, en Europa y en la comunidad internacional existen leyes, Directivas y Convenciones y Tratados Internacionales de derechos humanos, y otras normas complementarias, que prohíben expresamente toda manifestación que promueva el odio, la violencia en todas sus formas y la discriminación contra las mujeres y niñas, incluso a través de los medios digitales.

Desde una perspectiva jurídica, estos contenidos suponen una violación de los derechos a la dignidad, a la igualdad y a vivir una vida libre de violencia. El artículo 5 de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw) obliga a los Estados a modificar los patrones socioculturales de conducta a fin de eliminar los prejuicios y prácticas que se basan en la idea de superioridad de los hombres sobre las mujeres.

Asimismo, el Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica (Convenio de Estambul) obliga a los Estados a adoptar las medidas necesarias para prevenir, eliminar y sancionar la violencia contra las mujeres y niñas en todas sus formas, incluidas las manifestaciones simbólicas, culturales y mediáticas que promuevan o trivialicen la violencia contra nosotras.

El nuevo Pacto de Estado contra la Violencia de Género ha incluido expresamente a la digital como una forma de violencia contra las mujeres prohibida y sancionada. E, igualmente, la Unión Europea está adoptando medidas para combatir la violencia digital contra las mujeres y niñas y el extremismo de estos grupos violentos que incitan la violencia y odio en Internet.

Prohibir la comercialización y venta de contenidos violentos contra mujeres y niñas no es censura, sino en un ejercicio de responsabilidad democrática y cumplimiento de las leyes que nos protegen: no existe el derecho de los hombres a incitar a la violencia contra las mujeres y niñas, ni a deshumanizarnos y mucho menos por placer cruel o para incitar el entretenimiento sádico.

La necesidad de un marco abolicionista digital global

La ONU ha alertado de que 73% de las mujeres en el mundo han estado expuestas o han experimentado algún tipo de violencia no inocua en línea, que se suman a las diversas formas de violencias que sufrimos las mujeres y niñas a lo largo y ancho del mundo. La decisión de STEAM de descatalogar a ‘No Merci’ marca un precedente que debe ampliarse: es hora de establecer una legislación clara y eficaz que impida de forma global, persiga y sancione la producción, difusión y comercialización, de cualquier forma, de contenidos que hagan apología de la violencia contra las mujeres y niñas.

Al igual que sucede con el racismo, el terrorismo, la explotación infantil, la violencia machista y la sexual no puede tener cabida en ningún formato, ni digital ni analógico, porque la violencia digital también es real: causa daño y perpetúa las desigualdades y las violencias que sufren las mujeres sólo por ser mujeres.

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