Podrán decir que es que a muchos 'no les gusta nada' de iniciativas que se toman en Sevilla. Pero hay que ir algo más allá. El alcalde, José Luis Sanz, presentaba este lunes unos nuevos bancos -los de sentarse- patrocinados por un banco -de los dineros, el Santander- que se van a repartir por la ciudad. 33 en total, en las dos orillas del río, por Los Remedios o por el centro.
Son bancos rojos, del color del gran banco de origen cántabro, que es como un Ferrari de las finanzas, color del fuego. Quedan instalados por un tiempo -no se ha comunicado cuánto-, tienen un QR para explicar que el origen está en las tarjetas de los clientes entregadas al Santander al acabar su vida útil. Y que acabarán en los parques de Sevilla.
Se trata, lógicamente, de una acción de marketing, por la que el banco de mayor de España por activos, uno de los mayores del mundo, dice que promueve el reciclaje. Un gesto, quizás puro 'postureo', porque la clave no está en una imagen, ni en 33 bancos, sino en si el Santander contribuye o no a un mundo más sostenible, si sus oficinas reducen la huella ecológica, o, sobre todo, si promueve la inversión hacia una economía más limpia.
No ha explicado el Ayuntamiento de Sevilla cuánto ingresa por prestar sus calles a la acción de marketing de un banco, un gigante financiero, ni cuánto tiempo estarán los bancos, ni si toda la contraprestación es que el Santander regala los asientos para los parques de Sevilla. No es ya cuestión de preguntar, que se le puede preguntar al gobierno local, sino que es sintomático pasar por una iniciativa como ésta, venderla como simple reciclaje, y no dar más detalles. Los bancos, entonces, son el síntoma, no el problema.
Sí ha dicho lo siguiente Sanz:ha señalado "la importancia de que empresas e instituciones demos ejemplo para construir una sociedad cada vez más respetuosa con nuestro planeta", y ha agradecido al banco "que haya elegido Sevilla para llevar a cabo una iniciativa que servirá para concienciar a muchos vecinos sobre el reciclaje y a hacer de nuestra ciudad una ciudad más sostenible".
Mientras, no se sabe por cuánto tiempo, tendrá Sevilla bancos de colores en el centro. De color rojo. Cuando se ha hecho énfasis, y hasta está la ordenanza de veladores, en que la imagen del centro debe ser acorde al patrimonio histórico y cultural que entraña. Por norma municipal, que es ley, se acabaron las sombrillas chillonas en las calles, las mesas de colorines. Nada de asientos propios de chiringuito que el hostelero recibe porque la coca-cola de turno se las presta para abrir el bar a cambio de que solo pueda servir sus refrescos.
En eso, por desgracia, ha sido más exigente el Ayuntamiento con otros que consigo mismo. Sevilla y su ayuntamiento, por entidad, por presupuesto y por pura importancia, es casi una pequeña comunidad autónoma más que una ciudad. ¿Por qué prestarse a esta iniciativa feísta de la banca privada? No es gravísimo, claro, y uno gobierna todos los días, los que acierta y los que se equivoca, y no se puede agradar a todos. Pero es que es el síntoma, hay que subrayar. ¿Le gustaría esta iniciativa al Sanz candidato? ¿De verdad, esos bancos rojos por las calles? ¿Nadie ve el problema?
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