Dicen algunos que la política es desagradecida. Hay que empezar, entonces, el artículo, con una afirmación que podemos calificar como mentira. Otra cosa es que no sea siempre agradecida. Pero el dirigente, en general, debe sentirse satisfecho por su labor. En general, por más que se diga, políticos de un lado y otro se meten en la batalla por puro interés en la cosa pública, en gestionar. No hay salario ni amor por el foco que motive a un ser humano a meterse a político, porque es un día a día obsesionante, que pegajosea todo. Cualquier minuto, cuando uno se mete en esa tarea, se subyuga a que uno es político. No celebra igual los goles y dedica hasta el tiempo de descanso para una reflexión interesante.
En Andalucía, el cambio de color político llegó en 2018, aunque se hizo efectivo en 2019. Un lustro. Desde entonces, han desfilado perfiles: algunos que ya estaban, ya se fueron; otros que llegaron de nuevas a primera línea, apenas duraron un tiempo; otros han llegado para quedarse. Ley de vida. Porque otros se tendrán que marchar.
Tiene que decidir el presidente andaluz, Juanma Moreno, quién se marcha y quién se queda. Alguien llegará para remplazar a Carmen Crespo, que dejó la agricultura andaluza para ser candidata en las europeas por el PP. Pero la oposición cree que habrá un cambio más profundo, el propio de un ecuador de legislatura. Han pasado dos años desde la mayoría absoluta, así que habrá que pensar en la siguiente.
Dicen que la salida más cantada estaría en la Consejería de Salud. Catalina García venía de ser viceconsejera. Jesús Aguirre pasó a la Presidencia del Parlamento tras el mandato más duro para cualquier dirigente de carteras de salud, la de la pandemia. El carácter tranquilo y bienhumorada del cordobés tuvo cierto relajo para una sociedad que se mostró temerosa entre 2020 y 2021. García es diferente y le ha tocado gestionar la salida de aquella crisis sanitaria, que evidentemente tantas consecuencias para la actividad hospitalaria y extrahospitalaria dejó. Pero subyace algo: ¿qué supondría cambiar de nombres?
A nivel político, uno podría pensar que Moreno Bonilla podría pensar en otra persona, por las listas de espera y por una sensación creciente en buena parte de la población de que en el SAS hay muchos problemas. Pero faltan dos años para los comicios. ¿Qué cambiará si entra otra persona? ¿Qué alternativa de gestión se puede ofrecer en la cartera más difícil? Hay otras consejerías, como Universidades, Turismo, Educación... que generan cierto debate y críticas desde la oposición.
No hay que olvidar que Juanma Moreno pertenecía, por algo, a la corriente interna del PP de Mariano Rajoy. Y a un estilo de hacer política alejado de las estridencias. El gallego se autocalificaba como un político "previsible", señalándolo como virtud. Y no le faltaba razón en parte, porque la democracia implica cuatro años de gestión que deberían, en la medida de lo posible, corresponderse con lo que el electorado esperaba, así que no es malo que tus votantes supieran previamente qué votaban en realidad.
Pero no olvidemos tampoco que esa escuela mariana de hacer política significaba también no hacer cuando cualquiera esperaba -preveía- que algo había que hacer. Rajoy desplegó un silencio de hierro en muchos momentos de su gestión. Rehuir del aspaviento es también ser imprevisible cuando de ti se espera un aspaviento, un golpe de timón, como se dice, un cambio de rumbo.
En eso, a lo mejor, no es previsible Juanma Moreno tampoco. A lo mejor se ha dado por sentado que se vendría una revolución y que había cambios imprescindibles que casi cualquier otro dirigente político decidiría. Pero Moreno ya demostró en 2018 y en 2022 que sabe leer las manos, y que concibe la política como una batalla en el largo plazo. Que no toma la decisión sencilla y rápida.
Este lunes, una vez decaída hasta septiembre la actividad parlamentaria, parecería la fecha para anunciar cambios. Quizás lleguen. Pero los de la bola de cristal que aseguraban prever la fecha y el día de las decisiones de Juanma Moreno se han equivocado ya miles de veces. Habrá que esperar para ver qué posibles cambios llegan a la Junta, si son de nombres, si son cambios de rumbo, si son de políticas y no tanto de políticos.
Si algunos de los consejeros actuales se marcha, lo hará probablemente con mal sabor de boca. Convencidos, seguramente, que la política es desagradecida. Sintiéndose atizados. Le ha pasado a muchos dirigentes que volvieron a su actividad privada jurando que "de esta agua no beberé" nunca más. Ningún mandato es sencillo, ni siquiera el que procede de una mayoría absoluta. Andalucía es más grande que muchos países europeos, no lo olvidemos. Lo que venga, será lo que decida Juanma Moreno. Lo sabe él y su círculo. Y el que sepa qué piensa el presidente, se expone a la hemeroteca.