Hace casi seis meses que José Luis Sanz logró la victoria electoral que tanto ansiaba al PP, la de recuperar una capital sevillana que seguía siendo de color socialista en plena ola del partido en Andalucía en los últimos años. Logró por poco, pero logró, que saliera bien el proyecto Tomares para la ciudad, desplazar a un alcalde metropolitano a la capital.
Una apuesta que iba, además, a contrapié de la dinámica del PP de Juanma Moreno a la hora de buscar candidatos: joven, camisa blanca y cercano. En esa estela de aire juanmista están, por ejemplo, el alcalde de Córdoba, José María Bellido, y el de Cádiz, Bruno García, por mencionar solo dos nombres de los muchos que pueden venirse a la cabeza.
Sanz no es mucho mayor que Juanma, en realidad, pero en el trato con el electorado (o con el público, con la audiencia) es diferente. El alcalde de Sevilla mantenía buena fama de gestor en la ciudad, un aura que le dio el impulso a su candidatura. Ese fue el gran valor estético en su campaña, centrada principalmente en la limpieza.
El cara a cara entre Antonio Muñoz y José Luis Sanz de la campaña electoral no fue precisamente una fiesta. Si Pedro Sánchez esta semana se reía abiertamente en el Congreso de los Diputados, en la tribuna, tirando de ironía contra Alberto Núñez Feijóo, ni Muñoz ni Sanz hicieron gala de ninguna comedia. Ambos son personas serias, de aires de profesor universitario. No son, digamos, esos perfiles de políticos con los que "te irías de cañas", como mantienen aún algunas encuestas con esa pregunta que ya suena rancia.
Y, sin embargo, un paseo por las redes sociales de José Luis Sanz, permiten comprobar claramente cómo no tiene nada que ver el Sanz candidato con el Sanz alcalde. En un esfuerzo de su equipo de campaña, Sanz aparecía sonriendo y desenfadado en muchísimos eventos a los que acudía, en muchos paseos para pisar la calle.
Este jueves, en cambio, de la comitiva política que acudió a los Grammy, con Juanma a la cabeza, acompañado de consejeros y del presidente del Parlamento, Jesús Aguirre, el único que no sonrió para la foto fue Sanz. Era evidente y, sin embargo, inevitable que llamara la atención.
Porque aquel Sanz que se hizo fotos con los tanques en la calle, en plena polémica por beber de pie, o el que iba a pescaderías o paseaba por Triana, buscó esa cercanía y carisma de Juanma Moreno, de ese PP de imagen renovada, el de Bruno García y José María Bellido.
Y no es que Sanz ahora no sea cercano. Quizás, ese sea el problema. Porque el alcalde está actualmente 'para todo' y 'para todos'. La agenda, tanto la publicada por el Ayuntamiento como la interna, está siempre repleta. La pasada semana, tal como volvió de la World Travel Market de Londres, tenía actos casi desde primera hora en Sevilla. Agendas que van desde reuniones de primera hora hasta actos a última hora, quizás con hermandades, quizás con colectivos.
Sevilla, por más que uno tenga alguien que conduzca por uno, y aunque no te tengas que preocupar por el aparcamiento, es agotadora. Porque hay países en el mundo con menos habitantes que Sevilla. El alcalde le da la mano a todo el mundo de lunes a domingo. Apenas delega algo de la imagen del Ayuntamiento en Minerva Salas. A muchos actos acude Sanz además acompañado de otros concejales de peso en su equipo.
A todo esto, ni siquiera se acerca la primavera porque el invierno aún no está ni se le espera. Cuando lleguen las cererías y el albero, ¿qué agenda tendrá Sanz? El problema es que Sanz está paseándose por toda la ciudad y hay una labor técnica que no va a descuidar.
Ya bromeaban con él en redes la noche electoral. Retuiteó a Capitán Adobo cuando éste bromeaba con que Sanz es un hombre serio. Pero el riesgo es el de cruzar la línea entre estar cansado y mandar una imagen (estéticamente hablando) de falta de fuerzas. O lo que es peor, que unido a la trifulca política, acabe cayendo en la antipatía. Le ha pasado a muchos gobernantes, de Sevilla y de otros municipios, que empezaron con ganas de comerse el mundo y fueron engullidos por las malas rutinas de querer estar en todas partes.
Seguro que de todo esto sabe Sanz, porque fue alcalde antes. Pero Sevilla es especial. Y de especial, es dura. Quizás ha llegado el momento de que Sanz se guarde un poco de ciertos actos a deshora, de querer estar en todas partes, y que esté más arropado mediáticamente por su equipo de gobierno.