La dificultad de los vecinos en el centro de Sevilla, especialmente entre los más jóvenes que no son propietarios de viviendas, se hace notar cada vez más.
El primer problema en el centro de Sevilla es la falta de vivienda. Y la que hay, a menudo, no cumple con los estándares. Hace unos días, publicaba lavozdelsur.es un artículo sobre la oferta de un piso en venta, el más barato del casco antiguo. Un local de apenas 30 metros sin licencia de habitabilidad.
Existe una sensación entre muchos vecinos de que se les está desplazando. Tanto a ellos como a negocios de toda la vida, como venían a explicar en la última carbonería de Sevilla, en la calle Parras.
Con los precios del alquiler disparado, para familias con recursos dentro de la media, el centro de Sevilla es prohibitivo. En el pasado 2024, se produjo una 'carrera' de muchos inversores para deshacerse de sus inquilinos mientras aún podían pasar de alquiler regular a vivienda turística, mientras no se imponía la nueva restricción a los pisos turísticos.
Como han explicado algunos expertos en lavozdelsur.es, el problema de la vivienda es mucho más complejo que el de la vivienda turística. Es un asunto multifactorial, complejo.
Pero esa sensación vecinal de expulsión, o de pérdida de identidad, ha calado ya en Sevilla. El mero caminar por aceras abarrotadas de veladores enfada, y mucho, a 'los de toda la vida'.
En las recientemente iniciadas obras del Pumarejo, para rescatar al fin esta joya en un barrio que resiste mejor que otros a los cambios, un cartel preside la plaza. No es grande, no es enorme, no es la pancarta de la casa palacio. Pero manda un mensaje claro: "Mi barrio está hasta el chichi".
La protesta a veces es organizada, pero va más allá. Es la preocupación que se oye en la barra del bar, en las tertulias. Un centro no tan reconocible como antes, que está cambiando. Y que a la gente no le gusta hacia dónde va.