Las redes sociales a menudo traen grandes alegrías a la sociedad. Sirven, por ejemplo, para generar un contacto entre personas que están lejos y mantienen sus mensajes cada cierto tiempo. Salvaron, incluso, a parejas en tiempos de encierro. Y hasta crean a menudo nuevos vínculos, no solo entre jóvenes que van perdiendo la calle, sino también entre mayores que a menudo combaten así la soledad.
Sin embargo, hay ocasiones en las que sirven para generar odio, desprecio irracional o hinchar una agenda política basada en ciertos extremismos. En este caso, son claros los casos de racismo en redes sociales como Twitter, donde la libertad de expresión se transforma en una especie de derecho a lanzar mentiras contra personas y colectivos.
El caso de Álvaro Prieto ha sido mediático. No podía ser de otra forma, teniendo en cuenta que la familia y el entorno del chico cordobés mantenía la esperanza de dar con él con vida. Sin embargo, desgraciadamente, había fallecido el jueves, electrocutado, una muerte cruel, como lo es siempre cuando el fallecido tiene 18 años. Un sinsentido de la vida que deja un dolor inimaginable en su familia y amigos. El desenlace trágico que ha conmocionado a gran parte de la sociedad.
Y en ese caldo de cultivo, ha habido un grupo de personas que, escudados en redes sociales, ha aprovechado para lanzar mentiras sobre el suceso, sabiendo que tendría eco en mucha gente que se hacía preguntas, especialmente en las dos ciudades afectadas, Sevilla y Córdoba.
Diversos audios en redes desde hace días cuentan una película totalmente diferente a la real. Esos audios cuentan que Álvaro se había ganado la enemistad de unos jóvenes la noche anterior. Nada de eso debe tomarse en serio, pues es la Policía Nacional quien lleva la investigación. Pero es que los hechos han dado la vuelta y revelado todo aquello como mentiras.
La consecuencia es que, al asegurarse en los audios que esos presuntos jóvenes serían gitanos, los mensajes han contribuido a generar más gitanofobia. Un pueblo, el gitano, que lucha contra los estereotipos, que no se ve reflejado en muchos de los elementos que se les atribuyen desde fuera.
Y es importante decir "desde fuera". Porque en este medio, que es 100% andaluz, hecho en Andalucía y para Andalucía, se ha reflejado en multitud de historias la diversidad de historias detrás personas gitanas. Hombres y mujeres que explican en esos reportajes que muchas de sus batallas no tenían que ver otra cosa que con derribar estereotipos. Estereotipos creados y magnificados por personas que son capaces de inventarse una película detrás de la muerte de un chaval solo para hacer daño, para sembrar confusión, para molestar y para señalar.
Cualquier oportunidad es buena para ejercer el racismo en la cabeza de un racista. Cualquier idiota ve buena la ocasión de cometer una idiotez. Y cualquiera que está sensibilizado con un caso como este, el de un joven que ha pasado cuatro días sin tenerse noticias de él, puede caer en comprar argumentos. Incluso cuando uno, de primeras, crea que no es ni idiota ni racista. Pero que corre el riesgo de acabar siéndolo si escucha y cree.
Pasara lo que pasara detrás de las decisiones de Álvaro en la mañana del 12 de octubre, antes de morir, es algo que sabe la Policía. Lo demás son inventos. Y racismo.
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