Lo cuenta el director territorial para Andalucía de la Fundación Don Bosco, Antonio Mengual, que lleva 25 años trabajando en las Tres Mil Viviendas de Sevilla, esa parte del Polígono Sur que se viene a considerar como una de las zonas más peligrosas del país: "A muchos niveles, se ha dado por perdido al barrio". No es, en realidad, lo más peligroso de España. Hay zonas en Sevilla más difíciles. Pero ya arrastra la fama. Y sucesos como el del fin de semana así lo vienen a decir.
"Dar por perdido" significa muchas cosas. Por ejemplo, que cuando algo se estropea aquí, tarda mucho en arreglarse. O que por la noche muchos servicios públicos no se prestan. O que los agentes, cuando se ven obligados a acudir, lo hacen con la mayor precaución y protección. Cuando el sol se pone, todo se complica.
Dice el artículo 19 de la Constitución que los españoles "tienen derecho a elegir libremente su residencia y a circular por el territorio nacional". Uno de los grandes pilares del derecho de la UE se basa en la libre circulación de las personas. Legalmente, a nadie se le impide entrar en ciertas zonas, pero en la práctica, tiene mucho de impedir.
Porque los brazos del Estado no llegan a muchos barrios del Estado. Lugares donde el cumplimiento de la Ley va a otra velocidad. Donde los beneficios y derechos no se cumplen igual.
Ponía Mengual el ejemplo de las paradas de autobús en este reportaje. Si se rompen, no se arreglan. Y también: si una persona que vive en un bajo en la zona decide hacerse un patio de 20 metros cuadrados sobre la plaza, aquí se permite. La pregunta es: ¿se permitiría en cualquier otra zona de la ciudad? ¿Dónde está la autoridad, el Gobierno?
El problema es que el incumplimiento de deberes por una minoría incívica o criminal, dependiendo del caso, resta derechos a sus vecinos. Hay barrios que están abandonados por la autoridad y las víctimas de ese abandono son sus propios vecinos, que encima están etiquetados por el resto de la sociedad. Qué cosa más injusta, ¿no? La víctima es el vecino que contempla cómo en su rellano hay una plantación de marihuana, y a golpe de que intuya de que no sirve de nada, no denuncia y tiene que convivir su familia con los intensos olores o el riesgo de que su contador salga ardiendo. O que sus hijos se críen entre narcos, con el riesgo que eso conlleva, que algo se tuerza en el desarrollo.
Es ese 99% de gente buena la que necesita que se actúe. No es un caso propio de Sevilla: todas las capitales y muchas grandes ciudades de toda Andalucía están en las mismas. Son vecinos desprotegidos de la acción del Estado, a quienes se les trata como ciudadanos de segunda, porque lo público permite que vivan con menos derechos. Eso es clave para que el problema se reproduzca y para que tantos desconfíen de participar en posibles soluciones.
Hace falta una respuesta específica en todos los barrios. De cumplimiento de unos mínimos en materia de seguridad, del estudio caso por caso. Igual que a menudo se leen cosas como que en el mundo hay 'estados fallidos' (zonas de México, Libia, Somalia, Afganistán), los países occidentales también tienen en su seno territorios, barrios, donde el cumplimiento del derecho es excepción en el día a día. Las administraciones intentan cosas a menudo, pero se está fallando a miles de ciudadanos cuando no se ponen paradas de autobús o cuando no se protege a la víctima, directa o indirecta, de los incumplimientos.
Ya basta. Parece que a nadie le importa porque intuyen que esos vecinos de esos barrios no votan en masa, porque no saldrán a manifestarse masivamente. Luego, mucha izquierda se pregunta por qué en estos barrios, teóricamente, proliferan los votos a opciones de ultraderecha. Y hasta se analiza con condescendencia. Pero prueben a vivir lejos del Estado, y luego a escuchar que alguien dice tener soluciones para imponer la legalidad, que promete reforzar a la Policía.
Este asunto es más serio que el de la especulación. Es del fracaso sin estallido social, una pax romana que solo atribula al resto de la sociedad cuando se escucha algún titular que incide en que la cosa ha ido demasiado lejos, como ha pasado el fin de semana. Pero todo se olvidará y los que quedan en este barrio y en otros tantos seguirán siendo víctimas diarias del abandono institucional sistemático. Esto es prioridad, hay que defender a la aplastante mayoría de personas decentes. Que son, no lo olvidemos, los que duermen en el pasillo si hay un tiroteo desde que aquella bala perdida hace una década mató a una niña. ¿Qué España, occidental y moderna, es esa?
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