El deporte es lo más importante de entre lo que nada importa. Para cualquiera que disfrutamos de un domingo de fútbol, de tenis, o de lo que nos pongan por delante, emocionarse con el deporte es como hacerlo con una película, y tiene mucho de abrazar las reminiscencias infantiles que todos llevamos dentro. Uno puede estar 'harto coles', pendiente del ruido del coche, o de si tus padres se hacen cada día más mayores, pero cuando hay una pelotita botando, por un rato uno es el de la Nocilla a las seis de la tarde viendo 'La Banda' en Canal Sur.
Es una excusa. Por eso, soy de los que piensa que se puede ser de muchos equipos o de ninguno, puede haber contradicciones... porque el deporte es una religión donde caben todos, donde te abrazas con algún enemigo si hace falta por un rato.
Sin embargo, si bien el fútbol no te paga la hipoteca ni el alquiler, sí hay historias detrás de él que conmueven más que cualquier serie, película, novela o cuadro. Porque es el reflejo del esfuerzo de una minoría que correteaba por tu barrio. Porque es superación ante la crueldad potencial de quedar segundo, o último, que es lo que de verdad hace más bello quedar primero.
Este domingo, el fútbol femenino ha igualado en estrellas en el pecho al masculino. Ha recibido una atención que no recibe el resto del año. Ni comparación entre lo que cobran las futbolistas, que apenas acaban de lograr profesionalizar su liga, respecto a sus compañeros masculinos. Pasa en tantos y tantos deportes. Si acaso, el tenis femenino ha sido de los pocos que a veces se acerca en cobertura mediática al masculino, y, sin embargo, las profesionales cobran mucho menos que el masculino.
Eso, además, no es una pelea entre millonarios y millonarias. Si Benzema, balón de oro, gana al año mil veces más que la balón de oro Alexia Putellas, significa también que de la tarta del fútbol masculino pueden comer cientos y cientos de jugadores masculinos, mientras que en el femenino apenas alguna tiene la vida resuelta.
Olga Carmona está en la zona privilegiada. Jugadora del Real Madrid, goleadora en la final del Mundial, la sevillana tiene toda una carrera por delante a sus 23 años y encontrará más reconocimiento que sus compañeras más veteranas. Tantas y tantas jugadoras de primera línea que han defendido la camiseta de la Selección y que tenían que compatibilizar una carrera profesional en el deporte con sus trabajos.
Por no hablar de carreras que se truncan por la maternidad, algo que nunca pasa a los deportistas masculinos, porque ni sus cuerpos ni sus vidas cambian tanto cuando tienen hijos. Solo hay que ver cómo tantos futbolistas son padres con apenas 20 años, algo impensable entre las chicas, porque un embarazo las separaría del deporte alrededor de un año. Y nunca se ha hecho nada desde las instituciones para otorgar ese derecho.
Por eso, si bien el deporte no importa, las historias del deporte sí. Son historias de superación, de sacrificio, y que son inspiración para tanta gente. Este domingo, muchas niñas han visto cómo un grupo de jugadoras hacían historia y levantaban un país. Las consecuencias de este mensaje se verán a largo plazo.
No es posible saber si al fin veremos, de verdad, a niñas y niños compartiendo pelotazos en el recreo. Pero sí que este Mundial logrado en 2023 es más importante que el de 2010, el de los chicos. Porque aquella sí era una reunión de millonarios. Esta es la victoria de quienes, como Olga Carmona, aprendieron a jugar al fútbol a pesar de que eso no era lo que la sociedad esperaba de ellas.
Y entre tanto, los micrófonos que han salido a la calle a cazar declaraciones de la afición en radios y teles seguían cantando el "campeones, campeones". Hasta Jorge Vilda, entrenador de la Selección, ha dicho "campeones". No. Si para algo vale esto, es para que incluso los hombres cantemos el "campeonas".
Y qué buena eres, Olga. Qué zurdazo.