El alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, decidió comunicar los cambios en su gobierno municipal este jueves festivo, tras la procesión de la Virgen de los Reyes, a eso e las dos de la tarde. Un año después de llegar al poder, hay cambios y recambios, aunque tampoco se puede hablar de revolución. A casi todos los miembros de su equipo les toca alguna nueva responsabilidad, abandonando algo de la anterior: que si el distrito, que si esta área pasa a otra más grande... Podrá llamar la atención esta reorganización, pero simplemente porque ha pasado solo un año de gobierno municipal.
De todo ese juego de cambios, puede leerse que Álvaro Pimentel, excandidato de Ciudadanos, se ha ganado la confianza y asume más parcela. O que se hace evidente que el más central del núcleo duro del gobierno municipal pasa por Juan de la Rosa y Juan Bueno, y eso no cambia. Se confirmó con el paso de los meses. Pero el caso más claro es el de Minerva Salas, hasta ayer responsable de Cultura.
De ser portavoz a pasar a segundo plano, Salas no ha tomado la palabra en nombre del gobierno municipal en días delicados estos pasados meses, como cuando Juan Bueno salió a desmentir el pacto presunto con Vox. Y parece marcada por un inicio complicado, como dimisiones en el ICAS, el asunto del Festival de Cine Europeo (aquellos extraños días de ahora se aplaza, ahora no)... Quizás se le pasa la cuenta por platos que le impusieron. Hay una intrahistoria sobre qué, quién y cómo se ha desarrollado este año y que no van a trascender.
Bien se dice de Sevilla que se sabe a sí misma diferente. Pues, en este caso, parece, no termina de asumirlo. En Sevilla, la cultura quizás no quita y pone alcaldes, pero tiene un sitio mucho más preeminente en la agenda de la ciudad que otras áreas. Fuera de Sevilla, en muchos sitios, puedes abandonar la Cultura, que el votante no te abandonará a ti. Fuera de Sevilla, puedes tener iniciativas de primer nivel, festivales, teatro, congresos literarios, ciclos universitarios... que no vas a revalidar la Alcaldía por eso.
En Sevilla, la Cultura es terreno peligroso, lleno de trampas e incendios. Los pasillos habría que llenarlos de extintores. El año de gestión de Minerva Salas la expuso enormemente durante meses hasta que pasa a una tercera tenencia de Alcaldía de fondos europeos que habrá que definir. El alcalde, parece, le ha puesto nota a su gestión y no estará contento, seguramente porque, más allá de hacer responsable a Salas de este año, es que el sector sigue revuelto.
La solución es lo que resulta llamativa. La Junta de Andalucía viene de dos años en los que Turismo y Cultura han estado unidas bajo una misma Consejería. Juanma Moreno decidió hace apenas unos días separar ambas áreas y volver a poner a Patricia del Pozo en las mismas responsabilidades que tuvo en su primera legislatura, las de Cultura, a secas.
Ese camino, ahora, lo va a andar José Luis Sanz, dando Cultura a la actual delegada de Turismo, Angie Moreno. Habrá Sanz sopesado sus razones para este cambio, pero el precedente reciente de la Junta no parece el ideal. Ambas áreas pueden ir juntas, claro, y no debería pasar nada. Pero son dos mastodontes, de la máxima exigencia, de la máxima dificultad. No olvidemos que Sevilla tiene su stand propio en Fitur (no sin polémica), y acude a múltiples ferias de turismo como Berlín y Londres.
A la vez, Sevilla tiene grandes proyectos por delante que pasan por dotar bien sus teatros (uno de los grandes, cerrado), sus festivales, poner en marcha infraestructuras como la Casa natal de Cernuda, pensar en el aniversario de la Generación del 27, el del 29... Y es año de Bienal.
La oposición al Gobierno andaluz ha aplaudido que Turismo y Cultura vuelvan a separar sus caminos. Hay más gobiernos autonómicos y municipales que tienen ambas áreas bajo un solo mando, bajo un solo nombre. Puede salir bien, pero parece arriesgado. El sector va a mirar con cuidado cada paso. Porque la denuncia a los dos últimos años de la Junta se ha basado en una premisa: la cultura no debe ser impulsora del turismo por sí sola. Ambas áreas se complementan, porque ofrecer al visitante un gran abanico de eventos culturales enriquece a la ciudad, y hasta ese tan buscado equilibrio para captar al visitante que busca algo más que un fin de semana de borrachera.
Las últimas cifras señalan que los turistas han empezado a gastar hasta 80 euros al día de media, lo cual se recibe como buena noticia, porque significa que quien viene lo hace con más dinero en el bolsillo. Una vez que turistas hay por millones, ahora, que vengan los buenos, los que están más dispuestos a gastar. Ya sea en espectáculos, por ejemplo, o en grandes compras en el comercio. Eso nunca va a ser malo. Y para eso la cultura es, sabido por todos, fundamental.
Pero el riesgo, el peligro, es que en la práctica no suponga elevar el turismo, sino rebajar la cultura. Una mirada al entorno, de otros municipios, de otros destinos, en España y en Europa, ya genera esa alerta. No es que unir las dos áreas sea en sí mismo el problema. Es la receta que se aplique. Pero no hay que olvidar: si el turismo, guste o no, es la primera industria de la ciudad, y Sevilla con su sector cultural es tan guerrero, será todo un reto el de Angie Moreno.
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