Ser alcalde de Sevilla no es fácil. Ser alcalde, en general, no lo es. Pero más aún en Sevilla, con tantos habitantes como Luxemburgo. Pero en Luxemburgo no tienen un área metropolitana que doble en muchas ocasiones el número de personas que pisan sus calles. Esa es la medida de las cosas: Sevilla es más grande que 75 estados y territorios autónomos reconocidos por la ONU, y 1.000 millones de presupuesto.
Por eso, quién manda y cómo en la capital de Andalucía es de lo más relevante. Desde la segunda mitad de 2023 manda el PP. Aunque, desde ahora, parece, un poquito también puede mandar Vox. Sin entrar en el gobierno, pero con cierta cuota.
No podría imaginarse José Luis Sanz que la oposición más dura e incómoda se la iba a hacer en el primer año de gobierno un partido como Vox, teórica y naturalmente cercano al PP, apoyo necesario en tantos plenos de todo el país. A los caballos, que vienen los nuestros. El PSOE y el grupo de Podemos-IU han sido a menudo menos dañinos por muchas razones. En el caso del PSOE, porque le ayudó en sacar adelante las ordenanzas fiscales, por ejemplo. En el caso de Podemos-IU, porque puntualmente incluso ha mostrado su apoyo a modificaciones de crédito en los meses en que el presupuesto ha estado prorrogado. Críticas, todas las del mundo y más. Lanzar la izquierda una nota de prensa y que sea respondida minutos después por el ejecutivo municipal.
Pero duro, por amargo, ha sido el desencuentro con Vox. A Sanz le han llamado "traidor" y, con palabras más suaves, "mentiroso". "Traición" cuando pactó con el PSOE las ordenanzas fiscales en el pleno. De "faltar a la verdad" ha sido acusado por Vox cuando el alcalde y los concejales negaron, primero, que el PP prometiera a los de Abascal entrar en el gobierno después del primer verano de 2023; y cuando se filtró que hubo acuerdo meses atrás para retomar esa opción y el acuerdo estalló antes de concretarse.
El afán de Vox ha sido entrar en el gobierno municipal de Sevilla pero no ha tenido ocasión. Y, finalmente, han acordado entenderse. En asuntos clave, por cierto. Ha cambiado que Vox ya no tiene la línea roja. En el PP ha cambiado menos la cosa: realmente siempre se ha dejado querer, y tan solo se dedicó a responder con la misma vehemencia que Vox le dedicaba en los plenos. Si Vox elevaba el tono, el PP le igualaba. Pero no hay que olvidar concesiones para ir tratando poco a poco de permitir a Vox sentirse cómodo y ganar ciertas batallas, como permitir a los grupos antiabortistas participar en los Centros Integrales de Atención a la Mujer.
Por el momento, hay tres rutas para el primer entendimiento: el primero, que Vox reduzca en parte sus pretensiones y dé su apoyo a la regulación de los pisos turísticos en Sevilla. En principio, por ahora, le vale a los de Abascal marcar el límite para considerar que un barrio está en situación de alta presión turística el hecho de que el 10% sea vivienda turística. Cristina Peláez, portavoz de Vox, llegó a pedir un parón completo, una moratoria, a las nuevas licencias y, con el mismo argumento que la izquierda, insistir en que limitar solo en algunos barrios suponía que el problema se extendiera por el resto de barrios "como una mancha de aceite". Eso sí, el compromiso es revisar esa cifra por si se puede bajar.
En otro punto, Vox se apunta el tanto para reurbanizar seis zonas de la ciudad: Gran Plaza, Tiro de Línea o el Cerro, además de avenidas como Virgen de Luján y Manuel del Valle. Propondrá Vox un plan de mejoras. El PP, claro, no se va a negar: hay recursos. Y otra de máxima importancia, aprobar las ordenanzas fiscales, aplicando medidas que son prioridad para Vox: "Un paso hacia el cambio de rumbo después del camino tan errático que llevaba el PP", dice Peláez. Pasa por bonificar el IBI a las familias numerosas o no subir impuestos, sino bajarlos.
Desde Vox avisan: "Con una prueba no nos basta, pues sigue siendo poco, por lo que habrá que confirmar que van en la dirección correcta y si han comprendido que, desde su posición de debilidad, debe entenderse con quienes, como Vox, desde un primer momento le ha tendido la mano en beneficio de la ciudad, no con quienes sólo trabajan con intereses partidistas y electorales".
El alcalde está esta semana mandando mensajes para ir normalizando y comunicando el acuerdo. El sueño es que sea, finalmente, el socio del gobierno que necesitaba. "Agradezco la responsabilidad política de Vox", ha dicho sobre los pisos turísticos, recordando que "me he llevado dos años escuchando que era prioridad y ahora no lo era". Recuerda así el pleno en que tumbaron los partidos de la oposición la propuesta del famoso 10%. "Es una pena que otras fuerzas políticas no abandonen el debate ideológico y no antepongan los interés de la ciudad a sus propios intereses personales. Vamos a seguir trabajando en una propuesta más restrictiva, pero debe estar dentro de la legalidad. A lo mejor hay que revisar el decreto de la Junta, pero no estamos en ese momento".
Con esas palabras, Sanz culmina el final de la batalla. Atrás quedan momentos memorables, y rocambolescos, de plenos de Sevilla. Como cuando el delegado Juan Bueno le recordaba a Vox que levantara el veto que le había impuesto a cualquier iniciativa del gobierno local: "Dígame usted si las jacarandas tienen ideología", dijo sobre el rechazo a una propuesta de modificación presupuestaria de Parques y Jardines.
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