Vuelve septiembre, vuelve la Sevilla de los botellones, de la suciedad y de la 'papa gorda'

La ciudad se viste de nuevo de juventud. Entornos como Reina Mercedes, La Cartuja o San Bernardo recuperan su vida. Y, con ello, vuelve la suciedad

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Subdirector de lavozdelsur.es. Graduado en Derecho por la Universidad de Cádiz, licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla. Comencé mi trayectoria en cabeceras de Grupo Joly, con varios años de experiencia también en empresas de marketing.

Un botellón en Sevilla, en una imagen de archivo.
Un botellón en Sevilla, en una imagen de archivo.

Llegó septiembre, un mes donde, en Sevilla, ya murió lo viejo y nace lo nuevo. Un año nuevo, con eso de los meses casi inhábiles y angustiosamente calurosos de cada verano, que es más año nuevo que enero. Las uvas de septiembre, podría decirse.

Con ello, la ciudad recupera su ritmo habitual, el de una capital al Sur del Sur de Europa. Volvió el fútbol y volvieron los atascos de noche en punta, aunque se relajan por fin los de las salidas hacia Cádiz, Huelva y Málaga. Un verano que se va, aunque no termina de refrescar.

Y con septiembre, llegan los exámenes y postexámenes. Poco se habla de la vida que regala a Sevilla la población universitaria. Son casi como un turismo eterno y garantizado. Las universidades, públicas y privadas, superan las 100.000 matrículas. Aunque este año hayan sido un lío morrocotudo en el Distrito Único Andaluz, que gestiona las públicas y los centros adscritos.

El fin de los exámenes trae las primeras noches de rejuvenecimiento de la ciudad: chavales y chavalas arreglados para entrar a discotectas y pubs. Pero con la previa de los famosos botellones. Este viernes, la Policía Local intervino en 39 de ellos. 

Estaban en calle Tarfia o el Parque de María Luisa. El parque, una zona oscurecida de la que salir pitando de los agentes, dejando bolsas de alcohol y hielos y hasta de pipas por el camino. Como aquello de la 'papagorda' de la Feria de abril, pero todo el año. Y no es criminalizar, ojo, que cualquiera con menos de 50 tacos, si no ha hecho nunca botellón, o algo parecido, que tire la primera piedra. Pero la realidad es la que es.

Explica el Ayuntamiento que esas actuaciones antibotellones han dado frutos en Cerro Amate, Casco Antiguo, Remedios, Macarena, Bellavista, Nervión, San Pablo y Sevilla Este. O sea, casi no hay barrios que se hayan librado, ya sea cerca del centro o lejos.

Los problemas del botellón son varios. Es la cultura del exceso de alcohol, que puede marcar vidas en el futuro y su salud, tanto física como mental. Pero también es fuente de suciedad: de las bolsas, restos de comida aparejados y hasta vomitonas y orines por los rincones de la ciudad. Además, está el descanso de los vecinos, pero no es lo único problemático, porque si así lo fuera, se volvería a ensayar aquello de tener una zona lejos de las casas donde ejercer el exceso.

El verano ha traído también ratas a la ciudad, a cuenta de la falta de lluvias y las dificultades del zoosanitario. Y esa falta de lluvias también evidencia manchurrones en todos los puntos de la ciudad. Desde las de aceite en el firme hasta las aceras pegajosas. Llegará la lluvia, esperemos, y eso aliviará la imagen de la ciudad. Pero también llegan los desagradables botellones. Y una ciudad que teóricamente no llega a los 700.000 habitantes censados. Pero que, en realidad, entre septiembre y junio, entre estudiantes y turistas, los tiene. Vaya que si los tiene.

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