A mediados de octubre de 2023, leí alarmada en una agencia de noticias que Israel había matado a unos 500 niños y niñas gazatíes, un tercio de las personas palestinas muertas. Me parecía tremendo, me horrorizaba el asesinato de criaturas inocentes, tan inocentes como los chiquillos y chiquillas que todas las mañanas acuden al cole, como los adolescentes que salen en grupito del instituto comentando sus cosas.
Ahora son más de 15.000 menores (la estimación más baja, quienes han llegado a un centro sanitario) los que han sido asesinados por orden del gobierno de Netanyahu. Quedan por ser asesinados más, pues el gobierno israelí y su ejército están ampliando su operación “Fuerza y espada” en la Franja de Gaza, lo que incluye una “evacuación a gran escala” de la población y “apoderarse de grandes áreas”. Ese es el propósito para un teritorio que es tres veces más pequeño que el término municipal de Jerez. Imagino que en esa intencionalidad se incluyen bombardeos y lo que llaman “ataques selectivos”, en los que mueren civiles, incluidos niños y niñas, pero no son personas, solo “efectos colaterales”.
Así de despersonalizador y cruel es el lenguaje militar y político. A la par, miles de israelíes (incluidos familiares de rehenes y rehenes liberados) se manifiestan cada semana pidiendo la vuelta al alto el fuego, preguntando a su gobierno si ha decidido “sacrificar a los rehenes”. Saben lo exterminador que puede ser su propio ejército. Mientras, se vuelve a vivir lo mismo una y otra vez en tierras palestinas: no entra la ayuda humanitaria, escasean los alimentos y el agua potable, no hay electricidad. Han bombardeado una clínica de la UNRWA y Médicos sin Fronteras comunica que se están quedando sin medicamentos básicos para niños y adultos, sin lo necesario para los enfermos crónicos. Siguen bombardeando los refugios de civiles donde se cobijan sobre todo mujeres, niños y ancianos. No sigo porque la enumeración es tan infinita como hace unos meses. La enumeración de medidas eficaces y contundentes tomadas por España y los países europeos, tan nula como desde el principio.
A día de hoy, algunos países van más allá en su falta de ética: recibirían a Netanyahu, sobre quien pesa una orden de arresto del Tribunal Penal Internacional por presuntos crímenes de guerra y contra la humanidad, que obliga a quienes suscribieron el Tratado de Roma a detenerlo. Pero... Hungría acaba de dar la bienvenida a Netanyahu; el futuro canciller alemán declara que ya buscaría la forma de hacerlo sin violar las obligacionesinternacionales de Alemania; el primer ministro de Bélgica cree que ellos tampoco detendrían a Netanyahu, además de poner en duda que lo hicieran otros estados europeos.
La hipocresía de Europa es tan enorme y vergonzante que solo nos puede dar la medida de los intereses económicos, políticos y de cualquier otra índole que nos vincula con Israel y su mecenas, EEUU, país que Netanyahu visitó en febrero, para ser así el primer mandatario extrajero que se reunió con Trump, ya nombrado presidente. España no está exenta de verse en la tesitura de recibir a un genocida. Paralelo a todo lo mencionado, a la Unión Europea se le llena la boca de rearme, de necesidad de defenderse (¿de quiénes?). Una Europa que permite por omisión la matanza sistemática de civiles, de niños y niñas, mediante el asedio, las privaciones de lo esencial a la supervivencia, los desplazamientos forzados de la población, los ataques a personal médico, periodistas, voluntarios... Una situación en la que incluso los no nacidos son asediados, porque sus madres no pueden alimentarse suficientemente ni tienen acceso a servicios médicos.
Europa se apresura a rearmarse para prevenir una hipotética ¿qué?
Europa se apresura a rearmarse para prevenir una hipotética ¿qué? Todo lo que hasta el momento se puede ver es que desde un principio los países europeos más importantes como Reino Unido o Francia, los que ahora llevan la voz cantante del rearme, no movieron un dedo por buscar vías diplomáticas para solucionar desde su comienzo el conflicto armado entre Ucrania y Rusia. Es más, incluso Reino Unido hizo lo posible por que Zelenski cambiara de opinión en cuanto a negociar, allá por marzo de 2022. También hemos visto durante meses cómo los países europeos se deshacían poco a poco de su material bélico obsoleto enviándolo a Ucrania. Pasado un tiempo, la UE junto a la OTAN y las empresas armamentísticas dieron los pasos comerciales necesarios para que desde hace tiempo estén cerrados sustanciosos contratos, a años vistas, para la fabricación de nuevo armamento. Armamento que los países europeos habrán de comprar obligatoriamente, porque para eso se han firmado los contratos de fabricación, para venderlos.
Además hay que invertir en alta tecnología (militar, por supuesto, aunque lo de aeroespacial suene mejor). Para pagar todo esto hay que aumentar el gasto en Defensa de cada país comprometido. ¿A costa de quiénes? De los mismos de siempre y de lo que no reporta beneficio económico, aparentemente: lo bienes sociales, los bienes comunes, los de todos. Tras la crisis económica de 2008 en adelante ¿quiénes la padecieron con más privaciones?, ¿quienes salvamos los bancos con nuestros impuestos?, ¿en qué se recortó?Salarios, prestaciones sociales, educación, sanidad, etc. Cuando dentro de unos años Europa (España también) esté armada hasta las cejas, todo nuevecito y por estrenar, habrá que emplear ese armamento, pues ¿para qué se fabricó sino para usarlo, gastarlo, destruirlo y poder fabricar otro nuevo, más mortífero aún si cabe? ¿De verdad queremos una España, una Europa armada hasta los dientes? ¿De verdad queremos eso para los niños y las niñas de nuestra tierra? ¿Queremos sacrificar el bienestar de estas generaciones y las futuras para satisfacer la codicia insaciable de unos cuantos, las ansias desmedidas de poder de unos pocos? Aunque sea mirando la tele, ¿aún no hemos aprendido para qué sirven las armas?
Sería conveniente que estemos atentos a las maniobras de los poderes económicos y políticos occidentales, pues siempre les da muy buen resultado para obtener la docilidad de la población un arma llamada miedo, que se dispara con medias verdades o mentiras descaradas y que apunta a nuestro centro: las emociones. Tampoco nos convendría dejarnos embaucar por nombres truculentos: en Europa, algunos países se han quejado de que Plan ReArme suena “feo”, pues llamémoslo programa “Preparación 2030”, que de paso es más genérico y abarca más asuntos. Aquí en España vamos a decir “mejorar nuestra seguridad”, o como gusta denominarlo al ministro de Experiores “Estrategia de Acción Exterior 2025-2028”, y se pide hacer “pedagogía” (o lo que es lo mismo, manipular a la ciudadanía para que comulgue con ruedas de molino). De momento, el presidente del gobierno español ha iniciado los contactos con diversas empresas para planificar el incremento del gasto militar.
Y para que el miedo se sienta cerquita, la presidenta de la Comisión Europea, Von der Leyen, recomienda que cada uno tengamos un kit de emergencia para garantizar nuestra supervivencia. Quizá quede poco para que nos vuelvan a repetir lo de que tenemos que vivir en una “economía de guerra”. Y como el miedo tiende a anular el sano juicio, recordemos que no significa que nos van a bombardear, sino que nos pediran todo tipo de “sacrificios” por el bien común, o lo que es lo mismo, que aceptemos todo aquello que aprendimos a aceptar cuando la crisis económica de 2008 en adelante. Todo eufemismos y triquiñuelas para nombrar la realidad que mantiene el mundo del tráfico de armas legalizado y conseguir unos cuantos el poder político, económico, geoestratégico... Para cumplir estos objetivos lo mismo se asesina a decenas de miles de personas y niños que se priva a las poblaciones de lo necesario para una vida digna.
Parece que la guerra, su ejercicio, preparación, propaganda, es un oficio que debendesempeñar todos los dirigentes políticos “por el bien” de su ciudadanía, ya sea invadiendo y matando a los habitantes de un país vecino o lejano, o sumiendo a su propia población en la escasez en aras de una supuesta necesidad de defensa, creada por la codicia de nuestro sistema económico.