Cada vez está más encorvá.
Es como si los rumores de su farsa le llevaran a doblar el espinazo -todavía más- para ganarse a los más reacios. De hecho, conozco a personas que aseguran haberla visto correr como los galgos entre las sombras de alguna callejuela sin salida.
Y para qué mentirles.., yo también. Hace unos años. Unos pocos presenciamos su milagro cuando su pelo aún tenía rastro de vida, cuando conservaba más dientes de los que ahora tiene encajados en su boca como un puzzle al que le faltan piezas desde el principio y cuando aún se la entendía en su esfuerzo por aprender un lenguaje que le aseguraría el pan de cada día. Pide pan en español -le asegurarían- y tendrás pâine tare español.
Recuerdo que alguien, de una mesa contigua a la nuestra, le dijo una barbaridad. Pero fue cierto que casi todo se era perdonado en los tiempos de la crisis.., como si los pobres tuviéramos licencia de comernos las sobras de los otros pobres. Estaba empezando a hacer mella aquel carnaval eterno de míseros y parados.., exentos de condena. Jamás se te ocurra acercarte a la mesa de los ricos susurraba por entonces la derecha en su lujoso carnavalito de Venecia.
Así que cuando él se estaba despidiendo de los restos de su copa de brandy mejor que de la mujer.., ella soltó las muletas e hizo un amago de salir corriendo tras él. Bagamii-as pula-n matti! El desgraciado, aturdido, huyó dejándole un reguero de insultos y un Pues, trabaja cojones que sonaba a retorcido chiste sin gracia.
Se me viene que era navidad -tal vez la del trece- porque ella vestía todos los harapos posibles y porque la luz amarilla del alumbrado -felicidad a 60 watios- apenas podía encender la oscuridad de sus trapajos.
Hoy la veo más encorvá que nunca. Tanto que su ropa tiene el color de la calle. Tanto que en su rostro veo el pasar de los coches y el vacío de las alcantarillas. Ella suena a perra mordida por otros perros más grandes guiados por hombres y mujeres con bocas de pitbull.
Pero no ladra.., sabe que no le servirá de nada.
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