En los primeros años ochenta me encontraba muy lejos de acertar quién acabaría siendo yo. Si soy sincero -y por qué no serlo- aún me cuesta adivinarme en algunos de mis actos. Porque soy hombre. Soy animal. Soy un extraño. Por entonces, me había pasado tan poca vida por el corazón que solamente era Frío, Calor, Sueño y Hambre.
De repente, por obra maestra y noche de cine de verano, las estrellas del cielo pasaron de ser simples lunares en el firmamento a convertirse en hogares de mis alienígenas cercanos. Teléfono. Mi casa. Y el dedo del extraterrestre apuntando a ese carro del que tanto hablaba mi hermana, noche sí y día también. Todas esas estrellas son planetas y soles y yo pensando, delante de la pantalla de La Universal, si podía llegar a Júpiter con mi orbea verde sin rodines. E.T. Teléfono. Mi casa. 33 71 16. Eran las coordenadas del salón de estar de mis padres en la inmensa galaxia.
Espacio y Tiempo. Mi padre conducía por aquellos años un Renault 4 amarillo impulsado por la fuerza centrífuga de Camarón y Chiquetete. En cambio, todavía conservo aparcado en mis ensoñaciones un DeLorean de chapa dura y gris, con un reloj digital a la altura del volante. Tecleo AGO 10 1945 09.30
Quiero ser testigo en la calle Cazón, por enésima vez, del nacimiento de mi madre. Siempre hay agua caliente y trapos limpios. Mi abuela Ana saca de sus tripas, no con poco esfuerzo, a un animalillo. Escucho a mi abuela. Se llamará María Luisa como nadie. Subo al coche sabiendo que volveré pero ahora es tiempo del silencio y del abrazo universal. Fuera del mundo los que no amen. El cuartito oscuro huele a sangre nueva. Contempló con mucho amor lo que seré. Mi abuelo es un pobre alfiler clavado en sí mismo.
Marco otra fecha. JUN 23 1978 01.15. Cierro la puerta con el cuidado de no dar un portazo. Descansa mamá me consuelo antes de pisar a fondo el acelerador. Regreso al futuro. Recién parido.., soy un harapo que como todos sobreviviremos a base de un amor infinito y sin condiciones. Vuelvo a ver a mi madre, treinta y tres mágicos años después. Tiene los ojos más humanos que he conocido en mi vida. Igual que los tuyos. Está sudando como un animal de carga. Atado a su pecho y en su latir percibo sus primeras palabras. Se va a llamá Santiago.., como nadie en la familia. Y mi vida, como la tuya, vuelve a empezar.