En los últimos años se han registrado numerosas interacciones, así gustan de llamar los etólogos marinos, entre orcas y embarcaciones en el estrecho de Gibraltar. Diversos navegantes han remitido incidentes con orcas a las autoridades marítimas. El resultado ha sido: barcos con fuertes daños, el timón destrozado y naves a la deriva que han de ser rescatadas por salvamento marítimo. Parece como si las orcas no quisieran hundir pero si inutilizar a estas embarcaciones. Se trataría de un típico comportamiento de sabotaje. Esta interpretación seria aceptable si admitimos que el comportamiento animal no humano, y en este caso el de las orcas, se le puede atribuir un significado intencional preciso. En todo caso hay consenso entre la comunidad de biólogos, ecólogos y etólogos marinos, de que se trata de un comportamiento inaudito e inexplicable a primera vista.
La hipótesis del sabotaje cobra sentido si añadimos el hecho de que las orcas actúan de manera coordinada en sus interacciones y fijan sus envestidas en un objetivo preciso: el timón.Todo parece ir dirigido a la confirmación de que las orcas saben lo que hacen y quieren deliberadamente sabotear a las embarcaciones. Pero no debemos excluir que todo pudiera ser el resultado fortuito de un juego de orcas jóvenes producto del cual, y de manera azarosa, las naves, debido a los numerosos impactos, quedan sin control de la navegación. No estaríamos pues ante ninguna acción intencional, sabotaje, sino ante el mero subproducto de un juego sin finalidad alguna que no sea la de entrenamiento que el juego animal suele tener.
¿Pero por qué aparece ahora esta conducta y no antes? ¿Cuál es la causa? Aquí se abren un segundo tipo de hipótesis que coinciden en que ha debido de haber algún tipo de experiencia traumática o disruptiva entre barcos y estos mamíferos marinos y de ahí la reacción de las orcas. Pero tanto si se confirma la hipótesis del sabotaje intencional como la hipótesis de la interacción lúdica fortuita, lo cierto es que esta reacción anómala de las orcas puede ser insertada en un código de señales biosemióticas de una comunidad animal no humana sin voz (significado explícito) pero si con salida (significado implícito) en los términos que diferenciara el sociólogo A.O. Hirschman. En ambas hipótesis la señal/salida de las orcas constata la existencia de una interacción conflictiva entre determinadas prácticas de la especie humana y los intereses de las orcas. De esta forma podemos detectar por medio de estas señales/salidas cuales son los intereses de las comunidades bióticas (animales, vegetales, fúngicas o ecosistémicas) sin voz.
La utilidad de codificar este lenguaje de los sin voz es conseguir dar representación deliberativa a los intereses de la comunidad biótica, hasta ahora comunidad silenciosa y silenciada, en el espacio ampliado de la comunidad moral. El caso de las orcas rebeldes ibéricas es muy interesante pero no es del todo significativo al tratarse de una especie muy parecida ala especie humana. La biosemiótica establece la equivalencia entre el par de conceptos: semiósis y no semiósis y entre vida y no vida. Donde hay vida hay información y por tato interpretación o transducción: hay un emisor y un receptor. Y también ruido, mucho ruido que nos ha impedido en la modernidad escuchar las señales de la naturaleza. Un ruido cultural, ideológico, que debemos depurar desde la ciencias.
Durante demasiado tiempo la comunidad biótica no humana ha sido excluida del debate moral por la carencia de intencionalidad y de lenguaje y por tanto de la expresión de intereses. El máximo logro ético ha sido ampliar la comunidad moral a la comunidad de los hablantes (Declaración universal de los derechos humanos) pero eso sólo, aún siendo mucho, ya no vale. Hoy sabemos en plena crisis ecológica a donde conduce esta exclusión de la comunidad silenciosa y cuan errónea es desde un simple criterio científico.
Al igual que la escritura fue un elemento clave en la ilustración democrática de Atenas y en los avances del racionalismo democrático moderno aprender el lenguaje de la naturaleza es hoy un reto central de la democracia ecológica del futuro. La alfabetización ecológica es ahora el equivalente de la simple alfabetización en los albores de la modernidad. Aprender a leer las señales de la naturaleza por medio de una gramática común es tan vital para la democracia del futuro, como la labor que hicieron los gramáticos ilustrados. Una nueva ilustración ecológica debe ser condición de posibilidad de la ampliación de los límites de la comunidad moral hasta los confines de la comunidad biótica. La naturaleza nunca ha estado muda somos nosotros los que hemos estado sordos. El grito de las orcas rebeldes lo demuestra: escuchémoslas.
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