Pablo Martínez Calleja.
Pablo Martínez Calleja.

El mundo se lanza a un abismo: tratemos de mantener la calma. Gana Trump. En Europa hay 13 mil soldados norcoreanos estacionados para intervenir en la guerra de Ucrania. China se alza como la potencia visible. Dos películas, La habitación de al lado y Polvo serán, centran la atención sobre el derecho a una muerte digna y a que las personas puedan decidir sobre su propia vida sin que el Estado las criminalice. El Estado se inmiscuye: en la muerte y en la vida, ¿pero ignora el bienestar de las personas? Una enorme manifestación en Valencia protesta contra la muerte indigna. Una manifestación en Málaga se indigna contra unos precios de alquiler que ponen la vida muy difícil.

Sigue la destrucción de la Argentina a manos de su presidente Milei, cuyos votantes, como en el caso de Trump; comparto la opinión de la Prof. de Yale, Marci Shore, “Sabían lo que hacen”. Se prepara la destrucción de unos Estados Unidos que fueron vanguardia en tantísimas cosas. En Alemania, como si la victoria electoral de Trump hubiera sido el interruptor, el canciller federal decidió expulsar al neoliberal Lindner de la coalición de Gobierno, lo que lanza a toda Europa a contener la respiración. La primera consecuencia previsible es que la reconstrucción de los ferrocarriles alemanes, de proporciones bíblicas, pueda quedarse en la vía muerta, dado que el actual Gobierno no tendría posibilidades de aprobar presupuestos para tal fin y el que pudiera venir, uno de derechas neoliberal, si no peor, dejaría empantanados a los ferrocarriles como ya lo hizo la señora Merkel, razón de la actual ruina estructural de la Deutsche Bahn.

Las ruinas de los deseos democráticos de nuestras sociedades dejan a la democracia en vías de extinción. Si de esas ruinas surgirá, como un Ave Fénix, un sistema económico más justo y menos extractivista, en paralelo con un sistema político democrático no profesionalizado y participativo, no es lo más probable si observamos el mundo de forma global. China representa, también, el capitalismo expansivo y extractivista: miremos a África, miremos a América Latina. Los Brics, como respuesta al G7, cambian el eje; no sé si verdaderamente cambiaría lo esencial: la expansividad y el extractivismo.

La perspectiva de observación del mundo es fundamental, seguramente, para ver y desear cómo lo cambiamos. No, el mundo no se puede cambiar. Pensar en global es lo correcto, y lo contrario sería una locura; actuar en local es lo único verdaderamente posible. Crear comunidad, crear solidaridad, crear espacios de alegría para que sea posible cultivarla. Lo que hoy intenta la producción de contenidos audiovisuales, para tratar de sacarnos del feísmo que un día expresó Otto Dix y que el sábado vi en Aquatic, de Shiva Sadegh Asadi, esa romantización simplona que utiliza los colores con hipérbole no produce alegría sino fatiga. Fatiga y adición. Produce zona de confort que nos permita hacernos egocéntricos y satisfacer un pseudo bienestar inmediato.

Hay hechos fortuitos, como la DANA de Valencia, que unen a las personas y demuestran que sin lo colectivo es imposible sobrevivir: en lo extraordinario y en lo cotidiano. Son los precios de la vivienda los que, de pronto, reproducen la acción colectiva para poder sobrevivir. Es la mina de Cáceres, que a pocos cientos de metros del casco histórico de la ciudad Patrimonio de la Humanidad amenaza con destruirlo, lo que rescata la necesidad de una acción colectiva para impedir la muerte de la ciudad.

Alcanzar los cielos y conquistarlos es parte del proceso de infantilización que conduce a frustración y desmovilización. No es posible y no es creíble esa metáfora, basta con alcanzar el fin de mes. Vivimos en lo concreto, en primer lugar, y el bienestar en lo concreto nos permite imaginar sanamente. Cultivar la alegría es el secreto, a la manera como nos lo dejó dicho Guilles Deleuze. La alegría como acto vida cotidiana; como acto de futuro.

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