Con nocturnidad, porque quedaría feo hacerlo a las doce de la mañana con la calle llena de turistas fotografiando a nuestra España democrática, para que luego muestren las imágenes en sus países de origen y quedemos mal. Con la calle llena de gente de aquí, que más de una hubiese gritado: ¡Eh, dejad a los muchachos en paz, que no hacen daño a nadie! Con alevosía, la del poder, que actúa asegurándose la indefensión de las víctimas, “a traición y sobre seguro”, como lo define la RAE.
Ya han pasado las elecciones europeas, hemos reconocido a Palestina como Estado, ya nos hemos unido a la demanda de Sudáfrica, eso sí, como libre oyente, para asistir, que no en firme para formar parte de la acusación, lo cual suena a postureo para quedar bien. Pero los estudiantes que mantienen acampadas y encierros son tozudos. Saben que el gobierno de Israel sigue con sus masacres aberrantes, que son decenas de miles los palestinos asesinados, entre ellos unos 15.000 menores, que los pocos hospitales están colapsados de tanto herido que llega, que muere, que la ayuda humanitaria sigue estancada. Saben que por mucho que diga EEUU y la UE que hay que presionar a Hamás para que acepte el plan Biden, esta ya ha acogido la propuesta positivamente; sin embargo, nadie habla de presionar a Israel para que lo acepte, aún se lo está pensando mientras asesina, o quizá es dar largas a su negativa por mucho que Blinken asegure que Netanyahu lo respalda.
Las demandas de los estudiantes sobran -por favor, no calléis, no-, porque no conviene que se note mucho que seguimos en tratos comerciales, tecnológicos y armamentísticos con Israel, que bancas y empresas de las que somos usuarios la gente de a pie tienen intereses económicos con un gobierno genocida, que no se note que más de una universidad juega a dos bandas para no quedar mal.
Lo que os ha ocurrido, estimados estudiantes, es semejante a mis recuerdos de finales de los 70, en la tan cacareada pacífica Transición. La diferencia estriba en que a nosotros nos agredían de día y no bastaba con la policía, también se unían los grupos de Cristo Rey, las juventudes armadas -de cadenas, puños americanos y bates de beisbol- de Fuerza Nueva. Incluso en una ocasión, frente a la puerta de Filología de la US, uno de ellos nos apuntó con un arma de fuego. En el fondo subyace la misma norma, la misma consideración del poder hacia vosotros: Estudiante, tú a estudiar y déjate de tonterías; no metas las narices donde nadie te llama; la inteligencia para empollar, no para desarrollar el espíritu crítico ni la empatía. Así, que más vale que nos andemos con ojo, no vaya a ser que a no mucho la máquina del tiempo que ya está en marcha -en Europa también- nos retrotraiga lo suficiente como para que volvamos a vivir lo mismo. Para entonces la juventud de la Transición pacífica estaremos jubilados, canosos, arrugados y con algunas goteras, pero como dice una amiga, “nuestra mente y nuestro pensar, jamás nos lo van a quitar”. Lo mismo os deseo, estimados estudiantes.
Uno de los primeros días de la acampada vi colgado en el exterior un cartel de cartón en el que estaba escrito: Libremos al judaísmo del sionismo. ¿Tendremos que colgar otro que diga Libremos a la democracia, a la universidad, del franquismo? Porque, señor rector, su actitud es bastante cuestionable en estos tiempos. Dimita, al menos, por su incapacidad para la resolución pacífica de conflictos, puede que la arrogancia inherente a su cargo haya obrado con nocturnidad y alevosía contra usted.