La ruptura de la pareja: el amo y el esclavo

La fenomenología de la ruptura sentimental revela las posiciones de fondo de la pareja mostrando cada uno su emoción complementaria: abandonar (culpa) / ser abandonado (tristeza y enfado)

'Los amantes', de René Magritte.
'Los amantes', de René Magritte.

No creo que sea una hipérbole el afirmar que en el capítulo 'La lucha de las autoconciencias' del libro La Fenomenología del Espíritu de Hegel se halla contenida una parte importante de la filosofía moderna y contemporánea.

A propósito de esta relectura y de la consideración de las determinaciones psicológicas en el comportamiento de la pareja, me he aproximado al perfil del amante y del amado siguiendo la estela de la reflexión que hace Juan Miguel de Pablo en su libro Fascinación y desilusión (De Pablo,2019, p. 52-53).

En mi opinión, la fenomenología de la ruptura sentimental revela las posiciones de fondo de la pareja mostrando cada uno su emoción complementaria: abandonar (culpa) / ser abandonado (tristeza y enfado). Efectivamente, por lo general, el que muestra un papel más activo en la ruptura, es decir, aquel que toma la iniciativa para proponer la separación carga con el sentimiento de culpa (he sido egoísta, no he sabido cuidar del otro, he sido un desagradecido…), pero siente que debe seguir adelante con su vida. Coincide con la posición del 'amado': el que recibe más que da, el que se muestra aparentemente con mayor fortaleza, con más recursos para superar la crisis, más seguro, más racional. Es el que apuesta por seguir adelante persiguiendo su insatisfecha necesidad de reconocimiento, su impulso para conseguir ser valorado, ser amado plenamente. Necesito que el otro se someta libremente. Quedar por encima, definir la relación. El amado se muestra como amo.

Paralelamente, la persona que desempeña un papel más pasivo en la ruptura sentimental, la persona que 'es dejada, que es abandonada', manifiesta la posición de tristeza y enfado (tan poco valgo que ni siquiera he logrado que me quiera). Aparentemente, la ruptura le es sobrevenida. Es el que 'más' ama (supuestamente), el amante, el que siente que 'puso más amor en la balanza'. Suele ser largo en el dar y condescendiente en el escaso recibir. Cuida, tiene detalles, trata de superar o aceptar las dificultades… y necesita un explícito agradecimiento por parte del otro... que suele tardar en llegar, si llega. Al final, el amante expresa tristeza, falta de autoestima, inseguridad, debilidad… y se debate entre aceptar el 'no', conformarse con los términos de la rendición (podemos ser amigos) o mostrar su enfado. El amante se muestra como esclavo.

Una ruptura sentimental -aunque el amado podría llegar incluso a negar que hubiese realmente un vínculo y, por tanto, que el amante pueda decidir una ruptura efectiva- es una pérdida, pero no se vive nunca de la misma manera ni con la misma intensidad. La posición de cada uno en la relación, más o menos inconsciente, determinará la profundidad del duelo y la narración final de quien efectivamente dejó o fue dejado. Este asunto es muy importante en especial para el amado que nunca dejará que la decisión esté formalmente en manos del otro porque afecta directamente a su específica posición en el mundo,  es decir, a su identidad. Los sentimientos constitutivos de la ruptura se van a dirimir en el terreno identitario, por eso es tan importante subjetivamente hacerse con la autoría en la narración sobre la auténtica naturaleza de la relación, los motivos y las causas de la separación. Y por eso es tan difícil que haya un acuerdo.

La danza que señala De Pablo -en la que las posiciones se intercambian- es muchas veces equívoca: "Basta que el 'amante' desvíe la mirada de su pareja para que el 'amado' se active y adopte la posición complementaria" (op. cit.) Esta visión relacional entronca aquí directamente con la dialéctica del amo y del esclavo de Hegel, que señala el reconocimiento como motor de esta lucha/danza/juego. Es en la necesidad de ser reconocido por el otro en donde el amado deviene esclavo del amante y, este, paradójicamente, al convertirse en objeto de deseo del antiguo amado, deviene él mismo en sujeto amado. Así que en la lucha por el reconocimiento cada autoconciencia deviene en un otro-que-yo, es decir, en mi contrario/complementario. El primer momento es inmediato, irreflexivo; el segundo, mediante la negación, es ahora mediato, reflexivo. La síntesis final consiste en una negación de la negación como la culminación de la autoconciencia plena que integra “superándolos” los dos momentos anteriores. Una síntesis que consiste en 'superar conservando', dando carta de naturaleza a la célebre frase hegeliana sobre la identidad del yo, que utilicé como cita de mi libro El Pacto y otras novelas cortas (2017, edit. Canto y Cuento): “De modo que solo siendo otro de sí mismo puede lo mismo ser lo mismo.”

Este bucle sin fin en torno a la necesidad/deseo de reconocimiento no tiene salida si es el deseo del otro el único motor de la acción. Tendrá que llegar Enmanuel Levinas para proponer un salto de “paradigma” en el que la necesidad de reconocimiento mutuo no se ventile mediante una lucha sin fin. 

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