En todo el mundo, el fascismo vuelve a ser un peligro. Los acontecimientos vividos en el Congreso de los Estados Unidos de América muestran y demuestran el peligro actual y real del fascismo: alcanzar el poder político ocupando el Parlamento con personas armadas. La imagen de caos que pudieran ofrecer las fotos, con personas vestidas de forma extravagante, no debe distraernos del hecho de que la acción fue detalladamente pensada y ejecutada. En Estados Unidos hay cientos de milicias armadas, todas de orientación fascista. El pasado mes de octubre, el FBI detuvo a trece personas acusadas de planear el secuestro de la gobernadora demócrata de Michigan, Gretchen Whitmer. Seis personas más fueron acusadas de la conspiración a nivel nacional. Las milicias parece que buscaban provocar una guerra civil. Milicias de derecha radical, de orientación fascista. Todas estas informaciones fueron ofrecidas por The New York Times y la prensa alemana más solvente.
Los actos violentos de orientación política ultraderechista, en Alemania, siguen marcando las estadísticas, aunque la suma total de actos violentos con motivación política hayan descendido en los últimos tres años, según el Ministerio Federal del Interior. La evolución observada, todavía en desarrollo, en la descomposición del bloque soviético indica que de aquellas elites gobernantes en nombre del comunismo han aparecido gobiernos tendentes al totalitarismo de derechas.
En América Latina, y con excepción de Venezuela, las tendencias políticas de restricciones democráticas llegan desde los gobiernos derechistas y neoliberales. Bolivia se revela el ejemplo más claro de un golpe de Estado contra un gobierno de izquierdas democrático que ha regresado al gobierno de forma democrática. Chile es otro ejemplo de comportamiento democrático de las izquierdas, que han puesto en marcha, contra los deseos del Gobierno neoliberal de Piñera, un proceso constituyente para quitarse de encima definitivamente los restos de la dictadura de Pinochet, de ultra derecha y fascista. El otro gran ejemplo americano es Brasil con un Gobierno llamado populista y que mejor llamaríamos tendente al fascismo. Lula acaba de ser puesto en libertad y liberado, también, de todas las acusaciones que vertió contra él ese Gobierno populista y con las que consiguió encarcelarlo.
Ante todas estas evidencias, aparece este fin de semana un novelista y equipara, sutilmente, al comunismo con el fascismo diciendo que no representan ningún peligro. La realidad se le presenta tozuda para seguir queriendo tener esa opinión. Los hechos deberían forjar nuestras opiniones. Este es el origen de las fake-news, tener opiniones ajenas a la realidad de los hechos y solamente ideológicas.
La realidad que muestran las detenciones policiales, la investigaciones y las condenas judiciales es que las violencias con motivación política de ultra derecha aumentan en número y gravedad, al menos en Alemania, donde acceder a los datos es fácil, así como la preocupación de las derechas y los partidos conservadores por el avance de posiciones políticas de tendencia fascista. Estas últimas preocupaciones no existen en España, eso es verdad. España es diferente también en esto. Las derechas, nunca hasta ahora verdaderamente libres del lastre franquista, vuelven a representar a todas las familias del régimen franquista, y toman la Constitución del 78 como si fuera una actualización de las Leyes Fundamentales del Reino. No hay maldad en este último nombre que aquí escribo, miren ustedes el BOE del 20 de abril de 1967, por ejemplo.
El novelista critica el populismo de izquierdas y afea al Gobierno de izquierdas que no haya subido el sueldo a los maestros a tres veces más que lo que cobran. En fin. Multiplicar el sueldo de los maestros por tres es simplemente una ocurrencia, populista donde las haya, y el deseo de echarse por encima el barniz del izquierdista equidistante, un arquetipo social muy presente en esa sociedad española que no ha superado el franquismo cultural todavía: el ser apolítico franquista.
Las evidencias muestran el peligro que representa la ultraderecha para la democracia y la libertad, por sus tendencias fascistas. Parece que el novelista no escuchó a la señora Díaz Ayuso decir que el fascismo es el lado correcto de la Historia. Aunque más bien tengo la impresión de que se siente un oráculo político que ve lo que al resto nos está negado. El riesgo del fascismo creciente es, señor Cercas, un riesgo real incluso para un partido tan de derechas como la CSU, que lo ve como un peligro para la democracia y la libertad. Si algunos se permiten asimilar izquierda a comunismo, sin reparar en los significados, ¿con qué motivación asimilan ultraderecha con populismo y dejan fuera el concepto fascismo?