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El pensamiento mágico reaccionario

Desde que se descubrió el éxito político del pensamiento mágico, la derecha lo ha convertido en una auténtica factoría de frases sesgadas de consumo basura

27 de enero de 2025 a las 10:41h
'Trump lo arreglará', uno de los eslóganes del presidente de Estados Unidos.
'Trump lo arreglará', uno de los eslóganes del presidente de Estados Unidos.

El sesgo cognitivo viene a ser al pensamiento lógico lo que una vía muerta en el debate, una fuga del razonamiento, una respuesta rápida y poco meditada, pero facilona para salir del paso en un momento. De alguna manera tiene un punto de retorno al pensamiento mágico, aunque como consecuencia saltes de la sartén para caer al fuego. 

A mí dame un sesgo cognitivo y no me entretengas con tonterías de causas y efectos, ni daños colaterales. A mí dame una frase hecha que pueda recordar y difundir. O como describía de forma genial mi añorado amigo Pepe Pettenghi: ¡A mí no me vengas con razonamientos!

Desde que se descubrió el éxito político del pensamiento mágico, la derecha lo ha convertido en una auténtica factoría de frases sesgadas de consumo basura, el abismo estridente de las malas ideas y una mina de votos. Que le pregunten a Trump, a Bolsonaro, a Milei o Netanyahu: Metes a un indeseable en una urna, agitas el ambiente recitando compulsivamente, como un mantra, frases de magia negra y te sale un presidente psicópata. Así es cuando la ficción supera a la realidad y la derrota. 

Es un hecho recurrente que políticos de discutible eficacia social de la derecha -disculpen la redundancia- pontifiquen desde cualquier púlpito que encuentren a mano que las políticas sociales son un robo.

Como la cosa reaccionaria no va de ser coherente, se aparca cualquier reflexión sobre hechos tales como que la subida exponencial de los alquileres, los precios de los productos básicos o las facturas de la energía a nivel extorsión en las que el precio de la luz compite con su propia velocidad, todas o bastantes de estas circunstancias, vienen a estar causadas por la avaricia y el lucro indecente de las grandes corporaciones.

Para fomentar el sesgo reaccionario del pensamiento mágico, a la derecha le resulta inconveniente recordar que sus partidos se oponen en cada caso a cualquier tímida intervención con la que un gobierno electo pueda legislar sobre los precios para bien de las economías familiares. 

La simple insinuación de que acaso nos vendría bien algo de regulación al respecto pasa a considerarse como el nivel superior de la blasfemia: ¡Control de precios jamás! que aquí no rige más ley que la de la oferta y la demanda, que ya el mercado se regula sólo. 

¿De verdad? ¿De verdad se regula?

Pues qué bien, así nos va, que no sé yo en que parlamento se votaron las leyes del mercado, esas leyes que ponen los beneficios obscenos por delante de las necesidades vitales de la gente. 

Pongamos por ejemplo la circulación; si bebes, no conduzcas. Si voy por la carretera y me paso de velocidad poniendo en peligro la seguridad del tráfico y las vidas de otras personas, vendrá un agente y, como mínimo y con razón, me pondrá una multa.

En esa misma lógica debería ocurrir que si los grandes mercaderes corporativos se pasan de velocidad poniendo en peligro la seguridad de las personas, atropellando derechos básicos a la vivienda, la salud, la alimentación y el techo de la gente, algo tendrá que hacer el estado para protegernos. Alguna herramienta deberán tener los gobiernos para poner orden en este caos circulatorio de los grandes capitales. 

No se trata de negar aquí la existencia del mercado, pero disculpen mi ignorancia si les digo que no sé en qué piedra están escritas sus leyes para ser tan inexorables. Esas leyes deben ser como los caminos del señor, inescrutables para el común de los mortales.

Por el camino del sesgo cognitivo que nos ofrece la derecha, no tengo que correr más que el león, sino más que los compañeros que tengo al lado. Es la receta mágica del pensamiento liberal-reaccionario para que terminemos siendo devorados de uno en uno. 

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