La permanencia del machismo: una reflexión

Durante mucho tiempo, consideramos a la mujer como un ser inferior sobre el cual teníamos derechos absolutos, pero pocas obligaciones

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Miembro de la Asociación de Hombres Igualitarios de Andalucía. (A Rocío siempre, antes, después y luego)

La permanencia del machismo: una reflexión de Juan Miguel Garrido Peña.
La permanencia del machismo: una reflexión de Juan Miguel Garrido Peña.

Resulta innegable que las hormonas influyen en nuestro comportamiento, aunque no de manera absoluta. Por ejemplo, la famosa "testosterona", a menudo asociada con la agresividad masculina, en realidad disminuye cuando cuidamos, amamos o tenemos que competir. Investigaciones han demostrado que el matrimonio o la convivencia en pareja también reducen significativamente sus niveles en nuestro organismo. Esto demuestra que no es la responsable de nuestra posible predisposición a la violencia.

Un presidente de izquierda en un importante país hispanoamericano ha expresado opiniones sorprendentes al cuestionar si los ataques que él recibe podrían ser considerados como una forma de violencia de género inversa, o si la violencia de género solo fluye en una dirección y no en ambas.

Estas declaraciones refuerzan la idea de que el machismo nunca desaparece por completo en un hombre, sin importar cuán igualitaria sea su perspectiva desde un enfoque progresista o su participación en las responsabilidades domésticas y el cuidado. El machismo está profundamente arraigado en nuestra cultura y en nuestra historia, lo que hace que resulte improbable un cambio completo, especialmente si consideramos que seguimos viviendo en un mundo patriarcal y que aún no hemos asumido ni enfrentado públicamente nuestra responsabilidad como hombres en un mundo lleno de desigualdades y violencia que afecta a las mujeres.

Son siglos de evolución cultural, de mensajes subyacentes y de predominio masculino en todos los ámbitos, lo que puede haber alterado las funciones y dimensiones de las diferentes áreas de nuestro cerebro. Esto ha llevado a que nuestra psicología esté influenciada por el sesgo de la masculinidad.

Durante mucho tiempo, consideramos a la mujer como un ser inferior sobre el cual teníamos derechos absolutos, pero pocas obligaciones. Aun en la actualidad, fuera del mundo occidental (donde, recordemos, somos raras y raros, una minoría en términos de población global), las mujeres son tratadas como objetos de intercambio y comercio, forzadas a casarse sin que su voluntad tenga valor. Los pagos de dote que el padre del novio realiza a la familia de la novia son un claro ejemplo de esta triste realidad. Incluso en las sociedades occidentales, esta percepción persiste y sigue siendo la mentalidad masculina la que determina nuestra cultura y pensamiento.

Nos ocurre lo mismo que a la derecha política de nuestro país, que durante años nos engañó con su supuesta naturaleza democrática, cuando en realidad solo lo eran en apariencia. Actuaban de acuerdo con lo políticamente correcto mientras les convenía y mostraban sus actitudes antidemocráticas cuando las circunstancias cambiaban.

De manera similar, los hombres aceptamos la igualdad porque es lo correcto y conveniente, pero revelamos nuestra verdadera naturaleza (machista) y actitudes (misóginas) cuando las cosas se vuelven difíciles o el extremismo normaliza conductas inaceptables. El caso de López Obrador es solo un ejemplo entre muchos que demuestran esta contradicción.

Por lo tanto, no resulta complicado comprender cómo en un país que lidera las alarmantes estadísticas de feminicidios a nivel mundial, con un promedio de 10 mujeres asesinadas diariamente durante el año 2022, su presidente, un hombre que se autodenomina "progresista", albergue pensamientos tan preocupantes.

Cambiar esta situación implica una responsabilidad compartida entre los hombres.

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