Como pueden suponer soy más de leer que de informarme por medios visuales, así que hace unos días leí, ya sin asombro, pero si con indignación el hecho de que se haya realizado un film acerca del asesinato del estilista colombiano Mauricio Leal y que se encontraran muy pronto en Netflix o es posible que ya esté disponible.
Bien es sabido que otros sucesos desgraciados y protagonistas durante meses en medios de comunicación (televisión y prensa) cuentan también con producciones en este tipo de plataformas. No existe moral alguna, ni miramiento y ni siquiera cuando se trata de menores. Un ejemplo es el de Asunta, Marta del Castillo y algún otro caso que prefiero ni recordar. ¿Hasta dónde ha llegado nuestra indiferencia al horror? Y peor aún, ¿cuándo y por qué motivo hemos dejado atrás este sentimiento? Igual a mí, que no soy capaz de ver este tipo de producciones televisivas sin que se me remueva algo por dentro, me llamen cobarde.
Confieso que he intentado ver algunas de estas producciones cinematográficas basadas en hechos horribles e inverosímiles, pero mi corazón se encoge y sufre, por ello me es tan difícil de asimilar que las mismas, sean durante meses las más vistas en plataformas digitales. Tampoco deja de ser sorprendente para mí el hecho de que la mayoría de la sociedad se afane en mostrar una imagen positiva y de felicidad a todas horas en redes sociales, e incluso cuando nos reunimos para tomar un simple café.
Sin embargo, en la intimidad del sofá de casa nos entretenemos viendo sucesos macabros y cuanto más reales mejor. ¿Será que nos hemos vuelto tan malévolos que disfrutamos observando y escudriñando en el mal ajeno? Yo no soy ninguna santa, ni me considero más buena persona que nadie, es más, ni me planteo si soy mala o no, pero el músculo que me late en el pecho no soporta y no me deja estar en actitud pasiva delante de una pantalla que reproduce cierto tipo de imágenes y reconstrucciones de hechos reales.
A estas alturas de la vida y con todo lo que mis ojos han visto y nunca creían ver, ni siquiera pienso que todo aquel que disfruta o se entretiene pasando el tiempo con estas producciones sea mala persona, simplemente me pregunto: ¿cómo lo consiguen? Tal vez sería buena sugerencia por mi parte la de que estas plataformas digitales realizaran un mayor incremento en producciones que contaran la vida de aquellas personas que realmente sí son seres buenos y han hecho y siguen haciendo a diario cosas en beneficio de los demás. Pero, ¿y si resulta que lo que ocurre es que suceden más cosas malas que buenas? Habría que reflexionar si tristemente es este el problema. Leí en algún sitio una frase (que tampoco sé a quién atribuirla) pero que me parece muy certera:
"Estoy cada vez más seguro que la gente no es mala, es infeliz. El que verdaderamente es feliz no tiene ganas de molestar y mucho menos odiar".