Acaba de empezar el verano y de pronto vamos a la calle en tirantes y enseñando una de las partes más feas del ser humano, los pies. Otra seña inminente de que empieza el verano es el fin del curso escolar, institutos y clases universitarias. Pueden respirar aliviados que este artículo no va de la fealdad de los pies.
Retomando el tema del final de las clases en general, cada año me asombra el fenómeno 'graduaciones', que sin duda se ha convertido en un negocio tan rentable como el de las bodas o incluso más me atrevería decir. Cuando yo estudiaba terminabas la primera etapa estudiantil llamada preescolar se montaba un tablado en el patio del colegio donde actuabas con tus compañeros, tu profesora te daba un diploma tu familia y padres te aplaudían y te ibas más feliz que un piojo en una peluquería para casa porque al día siguiente ya no ibas al cole, salíamos al río a coger cangrejos. Sin embargo, en los últimos años, cuando llega el mes de mayo, se ven por redes sociales e internet anuncios y publicidad de todo tipo de vestuario, accesorios y decoración para celebraciones de lo que ahora han convertido en “graduaciones” e insisto en un gran negocio.
Ahora la entrega de un diploma al terminar la etapa infantil es una graduación, cuando pasas de la etapa escolar al instituto, otra graduación, cuando se termina el instituto y vas a empezar la universidad, otra graduación porque "hay que premiar el esfuerzo de los estudiantes". Mejor sería admitir que vivimos en una sociedad cada vez más materialista y menos de verdad y en la que prima el postureo y cuánto más mejor. Vestidos (porque hay que comprar más de uno por si descubres que el de tu amiga te gusta más que el tuyo), calzado, maquillaje y peinados profesionales, pruebas semanas antes, ensayos y por supuesto por si todo esto no fuera suficiente, todo graduado ha de tener un regalo.
Aquello de que la responsabilidad de un niño, adolescente o joven es estudiar, al igual que la de los padres trabajar, quedó sepultaba bajo la pila de regalos y preparativos que deberían ser innecesarios para que un niño estudie. La educación es un derecho que deben tener todas las personas, pero sin olvidar los deberes que ese privilegio conlleva y habría que recordar que educar no es festejar. Todo a su debido tiempo y en su medida. Todo esto se hace más inevitable aun cuando los propios centros educativos y la dirección de los mismos se apuntan a sacar tajada del negocio, instalando barras de bebidas y comidas en dichas celebraciones, llegando a convertir estos actos en pequeñas ferias.
Por suerte siempre quedará la ilusión especial de aquellos que no tuvieron posibilidad de recibir educación a su debido tiempo, porque había que trabajar para ayudar con la economía familiar. Aquellos que han aprovechado su jubilación para educarse porque saben de la importancia de la misma, incluso encontrándose en la vejez. Siempre estaré a favor de celebrar, el simple hecho de existir debe ser motivo de celebración, pero no creo en los excesos ni en dar palmaditas en la espalda por algo tan evidente como la responsabilidad de educarnos y educarles. La educación es la base de todo, ya lo saben, pero si lo acaban de descubrir ya tienen algo más que aprender.
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