Creo que hay ciertas cosas que no deberían ser cuestionadas por nadie y así mismo que no deberían ser consentidas. Nadie debería poder lucrarse del testimonio real de un asesino y si las víctimas son dos menores, como es el caso del pederasta José Bretón, ya resulta espeluznante, aberrante y deplorable. Querer alcanzar fama y protagonismo relatando como un ser malvado y despiadado mata a sus hijos, creo que es un acto tan horrible como el que cometió en su día el asesino. Soy escritora y jamás se me ocurriría hacer algo similar, en primer lugar, por respeto a esos niños a los que quitaron su derecho a vivir porque, entre otras cosas, los asesinos y malhechores en este país no temen a la ley ni a la justicia.
Cuarenta años de cárcel como condena por asesinar a sus dos hijos de 2 y 6 años en el año 2011; en once años uno de los mayores asesinos de España tendrá total libertad y convivirá con el resto de ciudadanos. Para entonces, habrá quien diga “déjenlo en paz, ya pago su condena”, la que tiene una condena de por vida es Ruth Ortiz que no solo sufrió el maltrato por parte de este ser, sino que debe sufrir el mayor de los daños, el asesinato de sus dos hijos por parte de su propio padre, con intención y alevosía ¿De verdad se atreve alguien a cuestionar si esta mujer tiene derecho a pedir que no se le dé voz al testimonio del asesino de sus hijos?
Me sorprende como el ego de una persona puede llegar a hacer que un escritor, Luisgé Martín, (el cual nunca he leído nada ni leeré jamás) entable correspondencia con esta bestia y no conforme con ello lo entreviste en la cárcel; con intención y alevosía, la prueba ese libro que ha escrito y que ha intentado publicar. La editorial es tan culpable como este último, aunque por desgracia hace mucho que no me sorprende de lo que es capaz de hacer el ser humano por dinero, por ejemplo, hoy en día que somos “una sociedad tan avanzada” y que “hemos progresado tanto” se están batallando más de cuarenta guerras en todo el mundo. Unos por venganza, otros por ego y dinero y todos sin ningún tipo de escrúpulos han intentado distribuir el testimonio de Bretón en el cual explica que mató a sus hijos con “unas pastillas” en “agua con azúcar” y que “no hubo sufrimiento”. Un ser despreciable que no se merece ni el agua que se bebe, pero, sin embargo, un escritor (aunque para mí no lo es) y su editorial, por lo visto, creen que sí es merecedor de dar explicaciones y además de ensuciar el mundo de la literatura con esta repugnante obra.
De momento se han llevado a cabo medidas cautelares por la fiscalía de menores de Barcelona que recaerán en un juzgado de primera instancia de Barcelona, que es donde la editorial Anagrama tiene su sede. No puedo dejar de señalar que estas actuaciones se han llevado a cabo porque la madre de los menores asesinados ha rogado y pedido amparo ante la inminente publicación de este libro. Ahora se asegura, por parte de la fiscalía y de la editorial, que la distribución del libro está paralizada hasta que la justicia se manifieste al respecto. Imaginen como debe sentirse Ruth Ortiz al pensar que al asesino de sus hijos se le ha condenado a estar encarcelado y privado de libertad y que esta, se le conceda en contra de la sentencia de un juez y se le consienta tener el derecho a la libertad de expresión; algunos interesados en que ese libro salga al mercado apelan a la libertad de expresión como argumento para ello. Un asesino de menores, una bestia sin reparos no merece tener libertad de expresión.
Espero que sé de un paso hacia la coherencia, la justicia, la igualdad, la solidaridad y la violencia de género en este país de una vez por todas y que “Odio” (es el título elegido) no se distribuya ni esté en ninguna librería de este país. Y Espero que la justicia sea justa. Yo, por mi parte, me tomaré la libertad (porque yo sí tengo derecho a libertades, José Bretón No) de no colocar en mi biblioteca esa obra en caso de que se comercialice. Deseo que la sociedad y los lectores en España no alimenten el ego y el bolsillo de estas personas capaces de todo. Espero que los españoles no concedan el derecho de expresarse a un asesino que no se merece ni el silencio y menos aún, que nadie lea una sola palabra suya en forma de testimonio.
"El número de malhechores no autoriza el crimen", Charles Dickens.