El lado bueno

Cuando sentimos una pérdida cada vez llega más pronto a nuestra mente esa frase de "la vida sigue" y en tan solo horas volvemos a ser unos inconscientes y a pensar que hemos tenido un mal día porque la máquina del café del trabajo dispensaba agua sucia y malgastamos cuarenta y cinco céntimos

Inundaciones en el Hospital Universitario de Puerto Real.

Esta semana ha llovido mucho, demasiado para mi gusto, y no me refiero a las fuertes, pero necesarias lluvias que hemos tenido en la provincia de Cádiz (aunque también hablaré de ellas por otros motivos). Sin embargo, de vez en cuando me apetece no opinar de cosas negativas, algo difícil de evitar, ya que en general si algo nos mueve a opinar es porque no termina de gustarnos. 

Hace solo tres días experimenté la sensación de que me sacudían el corazón, el cerebro y el espíritu al conocer la inesperada noticia del fallecimiento de una gran persona que compartía conmigo valores e inquietudes y esta pérdida he de reconocer que además de tristeza ha despertado en mis cosas que estaban tomándose siestas demasiado largas. Cuando sentimos una pérdida cada vez llega más pronto a nuestra mente esa frase de "la vida sigue" y en tan solo horas volvemos a ser unos inconscientes y a pensar que hemos tenido un mal día porque la máquina del café del trabajo dispensaba agua sucia y malgastamos cuarenta y cinco céntimos. No digo que tengamos que estar llorando las pérdidas toda la vida, pero no nos vendría mal que pusiéramos empeño en no olvidarnos de valorar cada momento o atisbo de felicidad que vivimos. Tener claro que la vida es un regalo que alguien nos dio sin ser merecedores de ello. 

Y por todo lo anteriormente expresado he comenzado a pensar y en reflexionar en cosas buenas que suceden a nuestro alrededor y en algunos logros que hemos conseguido recientemente el ser humano y que me hacen sentirme bien, positiva, fuerte y con energías para vivir y sentir con una sonrisa aquello que esté por venir.  Y así me he emocionado una vez más con el comportamiento animal al conocer que un cuervo (pájaro visto como una especie malvada) fue rescatado por una madre y en gratitud ha llegado a convertirse en el mejor amigo de su bebé.

Me he sorprendido y reconciliado con mi especie al leer que un joven inventó una mochila solar para ayudar en sus estudios y desarrollo personal a los niños que no tienen acceso a la electricidad (ningún niño debería estar privado ni tener dificultades para estudiar y este joven ha decidido con este invento dar una lección a los que hacen daños a seres inocentes como son los niños). Siguen existiendo personas, por suerte, que tienen mucho dinero y en vez de malgastarlo lo donan para financiar los estudios de cientos de futuros médicos (La educación debe ser pública y gratuita para todos). He comprobado que aún hay esperanza al saber que aún hay quien se preocupa por los demás y lo demuestra con iniciativas como dejar ramos de flores distribuidos por las calles para animar a las personas que se sienten solas. Todos estos acontecimientos hermosos son fruto de pequeñas acciones que hoy por ejemplo a mí y a quien lea estas líneas seguro reconfortan el corazón, pero que, si además se repitieran con más frecuencia por todos, el resultado sería sin duda beneficioso para muchos y la felicidad dejaría de mostrársenos tan difícil. 

Volviendo al tema de la lluvia, como acabo de demostrar y han demostrado algunas personas con sus buenas acciones, "mojarse" no es perjudicial para la salud, la vida dura lo que un estornudo y no nos percatamos de ello porque alimentamos nuestras mentes con ignorancia y engañabobos que nos llegan a través de pantallas e imágenes manipuladas con el único objetivo de que sigamos siendo ignorantes. Hay que ser muy valiente para mojarse, para bailar bajo la lluvia y extender los brazos en señal de agradecimiento. No es un disparate dejar que un niño se moje, que sienta el líquido elemento del que proviene y del cual está compuesto la mayor parte de su cuerpo. Un niño no debe huir de la lluvia, debe andar descalzo, hundirse en el barro y aprender a salir de él y seguir caminando. Solo entonces, siendo conocedor de por donde pisa, podrá calzarse unas buenas botas.  

Quien me conoce me habrá oído decir que solo me dan miedo los hospitales, es cierto, pero eso no significa que tenga miedo a la muerte. Alguien dijo de forma muy acertada que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. He pasado y paso mucho tiempo en los hospitales (esto da que pensar en el miedo que les tengo) he visto a mucha gente sufrir en un lugar pensado para encontrar alivio, serenidad, consuelo y en los últimos días y aunque esté cansada de opinar sobre cosas no buenas, me veo en la obligación de dirigirme a Juanma Moreno, presidente de la junta de Andalucía e invitarle a que la próxima vez que llueva venga a Cádiz. Venga y tire el paraguas a la basura, los zapatos, el chubasquero, sienta la tierra bajo sus pies, esta que representa y pretende dirigir. Encamine sus pasos, por ejemplo, al hospital de Puerto Real y cuando el agua le llegue cerca de las rodillas mientras camina por los pasillos de las habitaciones donde están los enfermos, cuando la gomina le resbale por la cara junto al agua de las goteras del techo y compruebe que debido al abandono y a las veces que usted y otros muchos miran hacia otro lado, personas que necesitan asistencia médica deben ser evacuadas, y qué enfermos críticos no pueden disponer de una unidad de cuidados intensivos y a consecuencia de ellos sus vidas corren peligro. Los ciudadanos de Andalucía tenemos miedo a enfermar porque muchos se han puesto las botas para gobernar, sin saber por donde pisan y lo que de verdad importa. 

Dijo un señor llamado González Pecotche, pedagogo e inventor de la logosofía, (ciencia que trata el proceso de evolución consciente del ser humano) “La vida cambia cuando se empieza a dominar la propia mente, a conocer los pensamientos, a saberlos usar y disponer de ellos para cada actividad”. Saber usar y, sobre todo, disponer de nuestros pensamientos algo que parece tan fácil y que nos resulta tan difícil ¿Y si al menos lo intentamos? Vamos a pensarlo (nunca mejor dicho) una sola persona no podría arreglar el mundo, pero a día de hoy somos unos 8.200 millones de individuos que habitamos el planeta tierra y esperemos que, para bien, capaces de todo. 

"La esperanza es el sueño del hombre despierto". Aristóteles.