Pecado capital

Hasta los niños compiten desde edad bien temprana, ya sea por llamar la atención de los padres más que sus hermanos, de la profesora en el colegio o del resto de los compañeros

Niños en la vuelta al cole. "Pecado capital". Hasta los niños compiten constantemente.

El mundo es un caos. Si yo leyera esta frase como primera en un artículo o donde fuera seguro que pensaría como muchos ustedes hacen ahora, o bien que me creo que he descubierto la pólvora y que soy muy lista, o que ustedes son muy tontos, o puede que también pensaran que el autor ha pretendido empezar con una frase contundente y que ya pueden hacerse a la idea de que tratará en su exposición escrita. Pues nada que ver con estas posibilidades, sí que es cierto que la frase “el mundo es un caos” quedaría perfecta como reflexión final a la hora de tratar infinidad de temas, es triste que así suceda, pero por ello no deja de ser real. 

En los últimos días, me ha llamado la atención y he observado más concienzudamente que el ser humano vive en un estado de competición constante los unos con los otros. En la mayoría (por no decir todos) los ámbitos sociales, en cualquier situación de la convivencia diaria e inclusos en momentos “felices” no podemos dejar de competir los unos con los otros. Es algo contagioso, además a mi entender se encuentra también estrechamente relacionado con la envidia y la codicia. No se trata de hablarles ahora de los siete pecados capitales ni de calificar a nadie como pecadores, tengo mis creencias religiosas, pero de religión y política intento opinar poco, básicamente porque creo que debatir sobre ello no lleva a nada, al menos en mi caso que sé que tengo convicciones inalterables. 

Miremos donde miremos, la competencia está por todos lados. Hay quien compite por ser escuchado más que al de al lado, quien quiere tener más ventas de lo que sea aunque se dedique a vender humo (en el tema de las ventas entra el factor dinero por el que algunos son capaces de vender a su madre), están los que quieren ser los más populares, los más pelotas (estos son los que se creen más listos y son los más tontos porque no son capaces de obtener las cosas por sí mismos). 

Hasta los niños compiten desde edad bien temprana, ya sea por llamar la atención de los padres más que sus hermanos, de la profesora en el colegio o del resto de los compañeros (carencias familiares o de adultos que les sirvan de buen ejemplo). Hay madres que también compiten por ser las mejores peinadas o vestidas en la puerta del colegio, por ser las que más destacan en los grupos de WhatsApp, en la AMPA y claro, ya se sabe que los hijos terminan comportándose según su entorno y lo que no es malo se aprende antes que lo que bueno es.    

Todos en algún momento de nuestra vida comenzamos a competir por cosas u objetivos, incluso en muchas ocasiones confundimos el esforzarnos en lo que sea con iniciar una competición; a veces y no en pocas ocasiones sabemos que hemos de esforzarnos por algo en concreto y confundimos el competir con el resto, con hacer un esfuerzo por conseguir nuestros propósitos. En mi opinión, cuando se inicia una competición hay más riesgo de fracasar que cuando realmente estamos esforzándonos y trabajando por aquello que deseamos. 

Y aunque cualquier intento de competencia (y no me salvo de haber intentado alguno) me parece innecesario para lograr lo que queremos, no existe sitio donde se compita más que dentro de las redes sociales. Existen incluso manuales de como tener más seguidores, lograr que tus publicaciones tengas más likes, como hacer para tener videos virales, que la gente vea tus estados… o lo que es lo mismo ¡competir, competir, competir! Personalmente, tan sol pensar en el significado de la palabra “competencia” me hace sentirme cansada y me provoca rechazo. Las personas que están en constante competición me agotan y procuro alejarme de ellas, pues son expertos en consumir energías que solo a mí me pertenecen y las cuales yo solo decido donde gastarlas o malgastarlas. No soy de esos seres extraños que no tienen ni usan redes sociales, hoy en día es una imposición si quieres dedicarte a alguna actividad de la que dependas de los demás y se ha convertido en un método de difusión aparentemente barato y eficaz. 

Para finalizar haceros saber que, aunque os dé pereza como a mí me ocurre y hasta os parezca irrisorio competir con alguien, siempre nos saldrán competidores que incluso a veces, y pesar de dejar claro que tu tiempo no lo malgastas en semejante estupidez, seguirán en el intento de la competencia y harán todo lo posible por demostrarte que son mejores que tú. Incluso buscarán la forma de hacerte daño por el simple hecho de llamar tu atención. Un competidor con el cual no te enfrentas puede llegar a convertirse en tu enemigo, uno de esos que no sabes que tienes hasta que ellos mismos se encargan de hacértelo saber ¿Hay algo peor que esta rivalidad? Pues sí, lo hay, los peores competidores o envidiosos, (porque el que compite contigo es básicamente por envidia) son los que lo hacen a escondidas, dejan pequeñas señales imperceptibles, y te hacen incluso creer que sois buenos compañeros, que trabajáis por lo mismo, que tienes su apoyo e incluso osan a llamarte “amigo”, pero cuando se percatan que competir en silencio tampoco ha servido para nada, simplemente desaparecen de tu vida. 

El peligro está en la decepción que te provoca esa persona cuando analizas el rastro que dejó. Entonces, ya solo te queda recomponerte del asombro que te provocó descubrir, que no tenías un compañero, colega o amigo a tu lado, sino a un competidor nato y sin duda envidioso. Como se suele decir ¡Qué mala es la envidia! Y termino mi escrito tal como empecé, afirmando que el mundo es un caos y lo seguirá siendo sin remedio, si seguimos siendo tan malos competidores.