Soñar en colores

Vivimos sumergidos en una extraña nostalgia y preocupación por lo que era y es nuestro país, pero cuando España gana una competición europea de fútbol o hay que festejar cualquier hecho, porque en nuestro país se festeja y mucho, poco cuesta mirar para otro lado

Imagen de archivo de una piscina. Soñar en colores

Es extraño como suceden todo tipo de acontecimientos a nuestro alrededor y a la vez resulta incluso inverosímil la capacidad que nuestra psique desarrolla para seleccionar todo aquello a lo que queremos prestar atención y rechazar. Lo que consideramos como negativo y doloroso, nuestra mente, al igual que el cuerpo, utiliza su mecanismo de defensa para evitar enfermar. Lógicamente, no soy única en mi especie y suelo reconocerme en ciertos comportamientos de las personas que forman parte de mi entorno. 

Vivimos sumergidos en una extraña nostalgia y preocupación por lo que era y es nuestro país, pero cuando España gana una competición europea de fútbol o hay que festejar cualquier hecho, porque en nuestro país se festeja y mucho, poco cuesta mirar para otro lado sacando ese mecanismo de defensa del que antes hablamos. ¡Y les aseguro que no pretendo juzgar con esto a nadie solo exponer algo que sucede a menudo y que seguirá sucediendo! 

Cuesta poco también mirar para ambos lados y no de frente cuando somos conocedores de la noticia de que un individuo, apenas aún un crio, de la noche a la mañana se ha convertido en francotirador y acomete un atentado contra la vida de una persona, (una malísima persona, pero un ser humano al fin y al cabo y hasta que se demuestre lo contrario) “lástima de tan mala puntería” oí decir en no pocas ocasiones en los últimos días. “Qué horror que estamos educando a mentes violentas” esto último, sin embargo, no lo escuché decir a nadie. Que nuestro equipo de fútbol haya logrado el título de campeones de Europa nos distrae de estos pensamientos y de otros muchos, qué visto lo visto, no suelen servir para nada. 

He sido huésped por unos días en la casita de colores de una familia, Richard y Carmen son sus encargados y magníficos anfitriones. A veces sucede que solo a media hora de nuestro entorno habitual encuentras el lugar perfecto para no dejar de mirar al cielo, para no querer dejar de observar a las golondrinas y sus difíciles, pero hermosas acrobacias mientras casi rozan el cielo. He disfrutado de esos instantes en que planean tomando impulso para bajar hasta con sus pequeños picos saciar su sed en el agua de la piscina. He aprovechado esos fugaces momentos para contemplar el color azul que adornan sus alas, tal como si un gran artista hubiera realizado en ellas una perfecta pincelada. Orgullosas y arrogantes, lucen las plumas de sus pechos de color blanco impoluto.  

Luna, de raza labrador, se acerca a saludar a pesar de su vejez y sin reparos reclama aquello que únicamente viene buscando, cariño. Laia deja su visita para el atardecer, “melocotón” la bauticé antes de saber su nombre, a ella parece no importarle en absoluto y disfruta ronroneando entre mis piernas, camina a mi lado y escucha muy atenta siempre que ella y yo conversamos.  Existen lugares, momentos, personas, situaciones que casi nunca llegan por sí mismas, sino que hemos de buscarlas para poder vivirlas. Te hacen reflexionar y entender que lo mejor es mirar de frente, recibir aquello que está a punto de alcanzarte con una sonrisa y aceptar que lo que no depende de ti igualmente sucederá. Tu actitud y tu forma de afrontarlo es lo que te define y hará que estés en paz contigo mismo. Aquí y mientras os escribo frente a la casita de colores, me reafirmo en esa frase que alguien dijo, “La vida es del color que tú la quieras soñar”.