Tengo prisa es la excusa de hoy. No tengo tiempo, sin duda, es de las preferidas por esta sociedad. Después es la palabra más usada en este siglo XXI. Ahora tó es pá después diría enfadado mi Curro Palo, sentado en su silla, mientras observa la vida venir. Estoy cansá tienen en la boca los que no saben decir ni sí ni no. Y a mí qué se revuelven los borregos.
Yo soy del 78. Un número tan lejano que ya podría escribirlo en números romanos. LXXVIII. Aunque parece una de esas tallas extrañas de esos establecimientos que nos hacen creer que nos están solucionando la vida cuando lo que hacen es igualarnos a todos y a todas al nivel más BASIC de nosotros mismos. Usar y tirar. Me parece tan patético. Está bien que entremos al trapo en sus calzoncillos y calcetines de colores, porque nunca vienen mal, pero disfrazados como ingleses de segunda, 15% algodón, nunca llegaremos a ser lo que estaba escrito cuando nos parieron. Y nos parieron, digo yo, dignos.
Dignos y fuertes porque sabíamos, de antemano en nuestro ADN, que veníamos al mundo a luchar, a defender nuestra dignidad y humanidad ancestral, a combatir por un bien común, porque por sí solos nunca hemos llegado a este mundo. Madre y padre.
Nos fue ofrecida esta vida para alcanzar un bien superior y no quedarnos relegados a ser los más guapos de nuestro colegio, vestir mejor que nuestra compañera de oficina o tener el coche más potente del mercado. Porque si lo piensas, todo está construido maquiavélicamente para conducirnos a pelear por lo efímero cuando somos seres provenientes de lo eterno para lo eterno. El tinglao está diseñado para hacernos olvidar que estamos aquí para disfrutar de nuestros derechos universales y que en el caso de perderlos, porque siempre habrá quien nos lo arrebate, tenemos la obligación vital de volverlos a conquistar para nosotros mismos y para los que vengan.
Pero así es imposible: unos dejándose los ojos en la pantalla de una televisión; otros dejando sus almas en las putas salas de juego online; la mayoría discutiendo en unas redes que nunca serán nuestras porque son de la gran araña que lo devorará todo. A tí y a tus hijos y a los hijos de nuestros hijos.
No soy nadie para decirte lo que tienes que hacer pero sí para recordarte que sin ser la araña que lo arrasa todo, tu pasotismo le otorga otra garra más al monstruo. Así que recordarte lo que hicieron muchos hombres y tantísimas mujeres para que hoy disfrutemos, tú y yo, de este lugar de privilegio que es poder decidir. Decirle no al consumo bulímico de lo material, no al ser arteria de la mentira y la manipulación, no al trato que nos dan y que nos convierten en números y máquinas. Porque sí tenemos aún el poder de cortar y poner a secar las raíces de la maldad. Sólo hay que volver a ser lo que un día fuímos: DIGNOS.