Llevamos unas semanas de manifestaciones de dolor, ofrendas florales incluidas, por la retirada de una placa que homenajeaba a José María Pemán como cantor de la excelsa raza hispana. Una ocupación realizada en el contexto del homenaje nacional que se le tributó en julio de 1939 por su contribución a la grandeza del esfuerzo nacional iniciado con el golpe de Estado de julio de 1936 y en defensa de los ideales puros vilmente cortados por la plebe roja. Así llamaba a homenajearle Víctor María de Sola en enero de 1937 desde las páginas del diario ABC.
Más allá de los ataques al equipo de gobierno municipal formado por Podemos y Ganar Cádiz, en los escritos que han inundado las páginas de la prensa local y alguna nacional, también han aflorado tufos del más rancio clasismo. No en vano, pienso, que el pensamiento de Pemán es más del de la oligarquía terrateniente y bodeguera jerezana que el de la burguesía mercantil conservadora gaditana. Sobre todo para poner en cuestión la capacidad de quienes, en aplicación de las leyes, han decidido la retirada de la placa. Por el contra no parece tan justificable que sea la propia administración andaluza, la consejería de Cultura, la que convocara el homenaje, aunque lo llamen de otra manera, celebrado el pasado lunes 19 en el oratorio de San Felipe Neri en Cádiz. Por cierto curioso lugar ya que es uno de los templos del nacimiento de la democracia liberal española tan denostada y contra la que tanto escribió Pemán.
Conscientes de la dificultad de obviar que a la figura le adornan méritos como el haber sido presidente de la Comisión de Educación de la Junta Técnica del Estado golpista, encargada de la depuración de los cuerpos de enseñantes; el alférez-poeta que arengaba en los frentes, mítines y a través de la radio y autor de una de las cumbres de la escritura antisemita española (El poema de la bestia y el ángel, 1937) las líneas de defensa se han basado en que el homenaje era a un poeta que a lo largo de su existencia cambió de pensamiento y que la placa tiene un valor patrimonial que merece se conserve en la vía pública.
En el aluvión de críticas al alcalde, por ejemplo, le han llamado cobarde, odiador, intolerante. Incluso algún destacado periodista lo ha llamado tonto. Ya se sabe que cuando se está enfadado de verdad el insulto más inocuo alcanza toda su expansión agresiva aunque parezca banal. Tampoco han olvidado que la cultura gaditana de posguerra y hasta el fin formal de la dictadura creció a su amparo. En este caso no está mal el recordatorio porque así se explican determinados silencios y puesta de perfil de estos días (de bien nacidos es ser agradecidos).
Pero lo que más resalta es el abiertamente tono clasista (en la segunda acepción del Diccionario de la Lengua Española: Que en sus relaciones sociales se comporta con una fuerte conciencia de la diferencia de clases sociales y de su pertenencia a una clase elevada) que destilan algunos de los textos o declaraciones publicadas. Por ejemplo Pemán, es Don José María; el alcalde es José María González o, simplemente “Kichi” o “El Kichi”. Aunque es verdad que, de momento, todavía no le han mandado a que se lave como en otras ocasiones.
Aunque donde ha quedado más clara esa percepción clasista ha sido en unas declaraciones a la prensa local de un miembro de la familia en la que muy dolido decía que no le habían comunicado nada. Ya saben eso de que las autoridades, por muy democráticas que sean, deben comunicar primero a quienes piensan que mandan de verdad que les deben pedir permiso para actuar. Después aseguraba que Pemán había sido un opositor al franquismo porque visitaba a Franco y éste, ante sus peticiones de restablecimiento de la monarquía, el dictador le decía: Tenga usted paciencia, cuando yo muera habrá un rey en España pero ahora “no se les puede dejar solos a los españoles”. Aunque ya sabemos que eso del despotismo ilustrado no es cosa solo de las derechas. Pero el climax lo alcanza, y el periodista se encarga de llevarlo a los titulares, cuando asegura que Pemán hizo muchos favores a muchos Kichis.
Repuesto del estupor que nos transportaba a las épocas en los que los capataces elegían a quienes trabajaban o no, nos ponía de manifiesto la más genuina acepción del paternalismo muy alejado de la actual corrupción por corto. No podía ser de otra manera las cosas son como siempre, ¡qué les gusta eso!, han sido, el orden natural de las cosas de origen divino, como la propiedad, es inmutable a favor de los mismos de siempre.
Por eso no se puede soportar que no sólo sea un Kichi o un Martín Vila, ninguno de los dos han pasado por San Felipe y, por tanto, no pueden estar imbuidos del espíritu liberal de tan selecto centro recordaba la Asociación de Antiguos Alumnos, quienes pisen las alfombras rojas del poder y ocupen sus despachos sino que, además, se atrevan a ejercer el poder y aplicar leyes que no les gustan.
Si es que, es verdad, a los españoles no se les puede dejar solos.
Este artículo se publicó originalmente en Portal de Andalucía.
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