Cuando más aprieta el verano es cuando más se valora el agua. Por eso, como agua fresca están recibiendo en muchos lugares a los veraneantes después del “confinamiento duro”, pues muchos, con sensación de nuevos ricos, apresuran a fundir todo lo ahorrado. Después, siempre pasa, llegará el otoño, la vuelta a la realidad, y con ello el momento en que toda la apuesta política mirará al dinero europeo salvador de mayores penurias, tapador del desastre que es el empleo precario y temporal del turismo y la excesiva estacionalidad y volatilidad de la estructura económica andaluza.
Para entonces, cabe esperar que el Ejecutivo andaluz, ya en plena precampaña, anuncie cada día a bombo y platillo sus glorias, siempre propias, y sus limitaciones, siempre ajenas. Se producirá una batería de convocatorias de subvenciones, subsidios, préstamos, avales y otras formas de apoyo de sectores y colectivos en problemas. Esa es la cuestión, que son medidas centradas en resolver problemas, no en obtener resultados.
El reto de la política económica del siglo XXI es aspirar a focalizar problemas concretos, atajarlos y lograr resultados. El trabajo previo de definición está hecho, en verdad lo ha hecho muy bien Naciones Unidas fijando los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Cada uno de ellos es perfecta, y fácilmente adaptable al ámbito andaluz, cada uno podría convertirse en un cometido del gobierno andaluz. Pueden, a continuación completarse con las directrices del Pacto Verde Europeo. Bien falta nos hace incorporarlos a nuestra política y normativa.
Porque, cuando esté disponible el dinero de los fondos europeos, los Next Generation, ¿Cómo se va a repartir? ¿Se impondrá de nuevo el criterio salomónico de equidistribución, del café para todos, bueno, en este caso, café, zumo y tostada con jamón? Ya sabemos que los parches sólo nos permiten llegar, a duras penas a la siguiente meta volante, pero no fortalece las estructuras.
Es necesario un plan, un camino, una estrategia que permita el progreso justo y sostenido gracias a la inversión. Para eso, en lo que podría llamarse un nuevo modelo de gobierno también tienen que redefinirse las colaboraciones público-privadas, fundamentadas en la confianza, la transparencia y la participación. Logrando que dejen de ser palabras manchadas de demagogia. Hay que abrir las puertas del parlamento para que entre la fresca y sensata voz del pueblo y los agentes económicos y sociales, al fin y al cabo son ellos los sufridores, y también quienes trabajan cada día para mejorar la tierra a la que tanto quieren.
El plan enviado por Sánchez a Bruselas es ambiguo, difuso, pero es, ha recibido el elogio de las instituciones europeas. El plan de Moreno Bonilla no está a pesar de que las necesidades y urgencias son muchas. Gobernar es planear, decidir, actuar. Un proceso complejo, lleno de variables y tiempos que no se controlan. Por eso son habituales los errores. Pero sólo se equivoca (o acierta) el que actúa, y estamos en un momento en que hay que hacerlo, con decisión y sin pausa. Por eso hecho tremendamente de menos la falta de acción en un gobierno que dijo haber llegado para eso. Porque en la práctica se mantiene al rebufo, a las declaraciones reactivas, a presumir de declaraciones incendiarias tras cada consejo de gobierno, como si se dedicasen a pensar en ellas contra quien van a arremeter cuando se enciendan los micros y focos. ¿Y los problemas de los andaluces, para cuándo?
Hay que remodelar la función pública, desde luego, que se convierta ciertamente en un servicio al ciudadano y no en una carrera de obstáculos, ¿para cuando piensan quitar eso de que para entregar un papel en registro hay que pedir cita previa?, por ejemplo. Pero eso se hace desde la acción política y de gobierno, cambiando normas y procedimientos. Sobre todo, dando ejemplo de trabajo, de compromiso, de servicio. Los mandos intermedios de designación política tienen que ser fundamentales para ello. Y además, que decidan, que ejecuten, porque es ahí donde se faja la valía (o se evidencia su incapacidad).
Y estos directores generales, secretarios, deben alinear su trabajo a una misión de gobierno, a un plan. El que no se conoce. El que quizás no llegue. El que evidencia la inoperancia de este gobierno que puede tener como resultado último que Andalucía no aproveche como se merece los fondos europeos dotados para “la recuperación” y “la transformación”.
Este artículo se publicó originalmente en Portal de Andalucía.