Hace unas semanas vi en las noticias deportivas unas imágenes que me dejaron sin palabras. Varios padres se estaban pegando entre sí, con una violencia que asustaba, en medio de un partido de fútbol en el que jugaban sus hijos adolescentes. Y algunos de ellos los apoyaban implicándose en la pelea, mientras otros intentaban retirar a sus padres de aquel sinsentido. Debido a lo ocurrido, el partido se suspendió. Son imágenes a las que es difícil acostumbrarse, aunque se producen cada vez con más frecuencia en nuestro país. Y, por desgracia, creo que se van a seguir produciendo, porque no estamos haciendo nada para prevenirlas, sino todo lo contrario.
Desde hace mucho tiempo, los expertos están alertando sobre el hecho de que, cuanta más violencia se visiona, más violencia se ejerce. Pero no hace falta ser un experto para afirmar también que usar la violencia como medio para resolver un conflicto no lo resuelve, sino que genera más violencia. Basta con escuchar las noticias de cada día para comprobarlo. O echar un vistazo a la mayoría de las películas o series que proponen las cadenas de televisión, el cine o los videojuegos, en los que la violencia es protagonista. Y está claro que, si se siguen produciendo y ofertando, es porque hay un público mayoritario que lo demanda.
En este asunto, como en otros temas que ya nos están afectando socialmente, es prioritario que hagamos una reflexión colectiva. Y que se pongan en marcha las medidas necesarias para abordar el origen de una violencia que, cada vez, se encuentra más interiorizada y “normalizada” entre nuestros niños, adolescentes y jóvenes. La buena noticia, en este panorama tan preocupante, es que los comportamientos violentos se aprenden y, por lo tanto, podemos actuar para prevenirlos.
A lo largo de mi vida profesional, he mantenido un contacto frecuente con colegios e institutos. Y he podido comprobar que, desde la enseñanza obligatoria, se hacen muchos programas o actividades para promover una cultura de paz. Pero poca efectividad pueden tener estas intervenciones educativas en nuestros hijos si, cuando llegan a casa, los modelos de comportamiento que les ofrecemos son violentos. Por tanto, considero que donde hay que promover una mayor prevención es en las familias. Y digo esto porque, los primeros valores que aprendemos en ella son los que van a sustentar y dirigir nuestras vidas. Y los padres podemos hacer mucho en este sentido. Algunas indicaciones a tener en cuenta son:
— Desde que nuestros hijos son pequeños, podemos seleccionar dibujos animados, películas, series o juegos que no incluyan comportamientos violentos. Y, cuando ya puedan entenderlo, comentar con ellos los que vean en las noticias o los que observen en su vida diaria.
— Leerles cuentos en los que los conflictos se solucionen de forma pacífica. O llevarles, de vez en cuando, al teatro para ver obras dirigidas al público infantil en la misma línea.
— Participar en actividades lúdicas que favorezcan la cooperación. Así como en eventos solidarios, con el fin de fomentarles la empatía y la solidaridad con los más vulnerables.
— Hacer excursiones a espacios naturales o practicar algún deporte con ellos. Y utilizar la música como recurso para soltar tensión bailando o para relajarnos, cuando lo necesitemos.
— Cuando estén enfadados por algo, darles la oportunidad de explicar lo que les pasa o lo que sienten, según la edad. Y ayudarles a expresarlo sin agredir a otros.
— Por otra parte, y dado que cuanto más violencia se visiona más violencia se aprende, está claro que la medida preventiva más eficaz que los padres podemos emplear es no generarla nosotros mismos. Ya que nuestros hijos van a imitar lo que hacemos, aunque les digamos todo lo contrario.
— En consecuencia con lo anterior, no tiene ningún sentido que usemos el castigo físico para corregirlos, porque así les estamos enseñando a usarlo como algo normal. Y, por supuesto, jamás ejercer la violencia en un evento deportivo delante de ellos. Ni en ningún otro contexto, ya sea contra un docente de su centro educativo; en una consulta médica contra un sanitario o en nuestro barrio contra un vecino, entre otras situaciones cotidianas.
— Y en casa, procurar hablarnos con respeto y sin gritarnos, tanto entre nosotros como con otros familiares. Y pedirnos perdón o pedirles perdón a ellos cuando no hayamos dejado llevar por el motivo que sea. ¡Así les estaremos enseñando a hacer lo mismo!
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