El Ayuntamiento de Jerez no ha querido derogar el nombramiento de “alcalde honorario” de Jerez al ministro franquista Manuel Fraga Iribarne, un nombramiento que la ciudad, entonces dirigida por el falangista Miguel Primo de Rivera y Urquijo (1965-1971), le concedió pomposamente en 14 de mayo de 1969. Sin embargo, a propuesta de la Plataforma por la Memoria Democrática de Jerez, sí ha tenido a bien derogar otros honores y distinciones que en su día fueron concedidos a personalidades del franquismo como Mora Figueroa, capitán Mínguez, José María Pemán, general López Pinto, etc.
Este pasar por alto al ministro franquista Manuel Fraga -como tampoco ha derogado la distinción concedida al alcalde franquista de Jerez, entre 1937 y 1939, Juan José Álvarez Junco- me llama la atención porque la considero relacionada con una defensa cerrada de una Transición que, desgraciadamente, como ahora sabemos mejor, estuvo fundada en el escandaloso silencio respecto a quienes tuvieron que dar su vida por la libertad, la democracia y la República entre 1936 y 1939, y en los años posteriores de los 40 años de dictadura. Remito, en este sentido, al reciente y clarificador artículo del escritor Juan José Téllez Víctimas de segunda categoría. Defender ciegamente la supuesta modélica Transición es un discurso, a estas alturas, que revela insuficiencias democráticas más que obvias.
No llamar a las cosas por su nombre, no defender la democracia con todas sus consecuencias, no solo no me parece bien, sino que además me produce cierto miedo. Porque así Jerez, además de presidida por un dictador en la plaza del Arenal —que amamantó directamente a los distintos tipos de fascismos y militarismos que abatieron a la II República—, continúa de algún modo bajo la atenta mirada de quienes impidieron a toda costa, ya tras la muerte de Franco, que los cuerpos de los asesinados salieran de las cunetas y recibieran digna sepultura.
Que estemos viendo en España tantos remilgos con Franco y los suyos me parece peligroso. Que no se haya derogado el título de ducado de Franco o que se siga permitiendo la existencia legal de la Fundación Francisco Franco (y que se la haya financiado con dinero público) me parece increíble. El rabioso ataque del PP a la ley de memoria histórica deja claro cuáles son las raíces políticas de este partido de ultraderecha. Por su parte, la inacción del PSOE respecto, por poner otro ejemplo, al manifiesto franquista firmado por centenares de militares en la reserva me parece también tan increíble como claro: la dictadura y sus paniaguados no se tocan.
A mi modo de ver, para derogar los honores y distinciones que Jerez concedió a Manuel Fraga habría bastado –aparte de la virulenta ideología franquista del ministro– con leer la impresionante y conocida carta que este le escribió al valiente José Manuel Caballero Bonald en 15 de julio de 1963 sobre el asesinato en la cárcel de Jerez del escritor Manuel Moreno Barranco, una carta por lo demás llena de graves amenazas a Caballero Bonald, diatribas anticomunistas y antidemocráticas, ocultación cínica de la realidad, etc.
Esta carta de Manuel Fraga, si se lee detenidamente, refleja cómo el fundador del Partido Popular defiende con su alma la dictadura franquista y, además, trata de ocultar como sea todos sus graves excesos (por no decir crímenes). Fraga llega al cinismo más frío cuando le recuerda a Caballero Bonald que Moreno Barranco no murió en la cárcel de Jerez a manos de la policía, sino que murió en el hospital de Jerez…
En el manifiesto que Caballero Bonald había firmado junto a otros intelectuales denunciando los crímenes del franquismo –Julián Grimau en 1963 y otros ejecutados en el interior de las cárceles franquistas– estaba ya latente, claro, esta opinión del escritor jerezano de hace tres años: “La Ley de Amnistía prohibió juzgar los crímenes del franquismo y ahí empezó el ciclo de la impunidad. Tuvimos una larga cola de franquistas que amañaron sus biografías: resultó que todos eran demócratas. Siguieron en el poder más o menos los de siempre. El caso de Fraga es paradigmático: navegó por toda la democracia después de ser un cómplice del verdugo. La falta de un tribunal que juzgara esos crímenes permitió que el franquismo permaneciera latente”.
En el bien escrito artículo sobre Moreno Barranco que aparece subido a la Wikipedia se nos ofrece un documentado resumen de los hechos acaecidos en Jerez que Fraga se afanó en encubrir: “El entonces Ministro de Información y Turismo Manuel Fraga Iribarne ofrece esta versión, en carta a José Manuel Caballero Bonald, firmante de un manifiesto que solicitaba aclarar los hechos: "Cuando el celador abrió normalmente la celda que ocupaba el señor Moreno Barranco, a las ocho de la mañana del día 22 de febrero, el detenido se arrojó de cabeza por encima de la barandilla del corredor sito delante de su celda y cayó al patio fracturándose la base del cráneo" El resto de presos no vio nada: informaron que a esa hora aún no habían salido de sus celdas. El único testigo era el policía que dirigía los interrogatorios, quien años después comunicaría a un amigo de Manuel que su presencia entonces se debía a la intención de informarle su traslado a Madrid. El caso presenta muchas similitudes con la defenestración de Julián Grimau, así como con las cuatro defenestraciones policiales con resultado de muerte de las que se tiene noticia entre 1963 y 1969, ninguna de las cuales fue admitida por las autoridades. La policía impide a la madre la visita al hijo agonizante Manuel Moreno falleció a las pocas horas, por "hemorragia cerebral". La policía custodia el entierro, al cual sus propios amigos rehúsan acudir por temor a verse implicados”.
A Fraga, cuyo ideario franquista y actuación a favor de la dictadura no tienen posible duda, y que luego quiso pasar por demócrata al amparo de la “modélica Transición”, parece que no se le toca, parece que en Jerez sigue mereciendo el título de “alcalde honorario”, parece que es un ejemplo de comportamiento democrático…
En fin, va ser radicalmente cierto, definitivamente certero, en este Jerez nuestro de paro endémico y casas que se caen como cansados castillos de naipes marcados, lo que sobre la entonces gris ceguera de esta ciudad escribió Manuel Moreno Barranco en 1959: "Los jóvenes, ahora, estamos todos muertos, sólo resucitaremos al escuchar los primeros crujidos de esa cloaca que se derrumba, de este cementerio viviente que nuestros padres nos han dado como cuna. ¡Mira!. Sus ojos y sus manos abarcaron el conjunto, la pastosa calma de los paseantes aburridos, la inanidad de los solitarios de los casinos, la cara aterradoramente inexpresiva de un colegial que pasaba. ¿Ves? Todo está tranquilo como una tumba inmensa, todo vive, si a eso se puede llamar vivir, como ayer, como anteayer, como el otro. Nada cambia en este pueblo santurrón e hipócrita, este pueblo que podría ser una maravilla si hubiera entre los que pueden un adarme de corazón y de cerebro. Tal como está ahora es una ciudad en ruinas. Todo está ruinoso, aunque no se vean escombros. La bancarrota, la tienen muy adentro, supurándole en las propias entrañas" (Del libro Arcadia feliz, 1959).
Como nos recuerda el catedrático Julio Neira: ”Fraga ha sido desde entonces para Caballero Bonald el paradigma de la impunidad y la injusticia de la Transición”. Pero todos estos detalles sin importancia al ayuntamiento democrático de Jerez, a día de hoy, no parecen preocuparle demasiado.