Al igual que pasa con otras tantas cuestiones necesarias para que nuestros hijos aprendan a desenvolverse en la vida, transmitirles valores positivos es un privilegio y una responsabilidad que nos corresponde a los padres principalmente. Lo nuestro es enseñarles a convivir desde que son pequeños (Es la llamada socialización primaria). La escuela también tiene un papel importante en este asunto. Pero su tarea es reforzar los valores positivos ya adquiridos en la familia e inculcarles otros, que son propios de la socialización secundaria.
Si siempre es importante que los padres seamos modelos de referencia para nuestros hijos, en el tema que nos ocupa lo es todavía más, porque los valores tienen una particularidad desde el punto de vista de la educación familiar. Y es que, para educar en valores a nuestros hijos, la mejor manera es practicarlos nosotros. De nada sirve que les digamos, por ejemplo, que no deben mentir si, cuando nos llaman por teléfono y preguntan por nosotros, les pedimos que mientan diciendo que no estamos en casa. O que tienen que respetar a sus profesores y, en su presencia, hablamos mal de ellos. Porque, si les decimos que se comporten de una manera y hacemos lo contrario, ellos harán lo que hacemos y no lo que decimos.
¿Qué valores debemos transmitir a nuestros hijos para enseñarles a convivir, independientemente de nuestra cultura de procedencia o situación socioeconómica?
1.- El respeto a los demás. Es el más básico de todos y no nos viene dado por el hecho de ser sus padres biológicos, sino que tenemos que ponerlo en práctica para que ellos lo aprendan y lo practiquen también con nosotros. Para conseguirlo, los padres tenemos que respetarnos entre nosotros como pareja, respetar a nuestros hijos y hacernos respetar por ellos.
En este sentido y, teniendo en cuenta que los niños aprenden lo que viven, es importante seguir las siguientes indicaciones: no insultarles; no reírnos de sus defectos o torpezas; no ridiculizarlos delante de los demás; no hablar mal de ellos cuando no están presentes; no compararles con nadie; no ponerles motes despectivos; no etiquetarlos por haber cometido un error; no provocar agravios comparativos entre los hermanos, tratándoles de forma discriminatoria, ya sea por su sexo o por otros motivos.
Pero también es importante: valorar sus cualidades personales y sus esfuerzos por mejorar; respetar sus espacios o darles tiempo para que reflexionen y corrijan sus comportamientos inadecuados. Y si, en algún momento de cansancio o enfado nos dejamos llevar, siempre podemos pedirles disculpas. Así les estaremos enseñando a hacer lo mismo cuando sean ellos los que tengan algún comportamiento negativo que haga daño a demás.
2.-La convivencia pacífica, que se basa en normas tan sencillas como pedir las cosas por favor, dar las gracias o saludar; esperar su turno para conseguir algo; usar la ropa necesaria según el lugar a donde vamos o ceder su lugar a otro miembro de la familia que tenga alguna dificultad. Y tan necesarias como no agredir a los demás o a otros enseres de la casa cuando estén enfadados; no hacer daño a otras personas por ser diferentes; ser honestos y no mentir para conseguir algo o perjudicar a los demás en beneficio propio.
3.-La solidaridad y la colaboración. Los padres podemos enseñarles a practicar estos valores, dándoles la oportunidad de realizar tareas que repercuten en el bienestar de la familia, siempre según su edad y sus capacidades; compartiendo las tareas domésticas entre papá y mamá para que nos imiten, tanto chicos como chicas. O animándoles a compartir sus cosas y a ponerse en el lugar del otro. Así les estaremos enseñando también a tener empatía.
4.- La importancia del esfuerzo para aprender a valerse por sí mismos. Enseñándoles a tener rutinas para organizarse, hacer las tareas escolares o las domésticas; a saber ahorrar para conseguir algo que les interesa; a valorar la comida, contribuyendo en su compra y elaboración; a ordenar y cuidar su ropa, sus juguetes y sus materiales escolares; a hacer un uso adecuado del agua y la electricidad o a cuidar las mascotas, asumiendo la tarea que les corresponda.
Estas son algunas de las 'Pequeñas Grandes Cosas' que podemos hacer los padres para enseñar estos valores a nuestros hijos. Son aprendizajes que se adquieren en casa desde la más tierna infancia. Y que podrán poner en práctica en sus relaciones sociales a lo largo de sus vidas.
¡Es lo mejor que podemos hacer por ellos y por la sociedad en la que convivimos!
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