Probablemente de todas las frases falsas y pretenciosas que damos por verdaderas sea ésta una de las que procura más daño.
Probablemente de todas las frases falsas y pretenciosas que damos por verdaderas sea ésta una de las que procura más daño. La borrachera de voluntad ha sido de tal naturaleza desde mediados del siglo XIX, que en ocasiones da la impresión de que se nos va la cabeza. ¿Quién ha dicho que querer es poder? ¿Dónde está demostrada la verdad de este juicio? ¿A quién le debemos esta ocurrencia?
Epicteto fue un filósofo estoico griego que defendía que lo que verdaderamente inquieta al hombre no son las cosas sino las opiniones acerca de las cosas. Por eso es tan importante que examinemos nuestros pensamientos no vayan a ser creencias falsas que nos acarrean infelicidad y pesar. Una cosa es creer que para conseguir cualquier meta posible el primer paso sea tener una gran voluntad y otra, muy distinta, clamar a los cuatro vientos ante un auditorio de ilusos, que querer es poder. Y que cualquier meta está a nuestra mano. Perdone, pero tanto poder no tenemos, créame.
Si no le convence la opinión de Epicteto, haga la prueba: siéntese tranquilamente y póngase a querer con todas sus fuerzas tener alas, crecer dos palmos, tener el cociente intelectual de Albert Einstein o que aparezcan dos o tres mil euros encima de la mesa. No. Querer es querer; y poder es poder. Para llevar una vida razonablemente tranquila y alegre es conveniente no tener ideas esotéricas, ni mágicas. No existe el bálsamo de Fierabrás.
Cuando conseguimos metas, lo hacemos casi siempre mediante una gran determinación y siendo así, conseguimos objetivos, por lo común, bastante modestos. Estamos sometidos a un número considerable de leyes (físicas, biológicas, psicológicas, sociales y morales), unas conocidas, otras tal vez no. Nuestra libertad es modesta y nuestra voluntad debería de acomodarse a nuestra naturaleza. Pero saber que estamos sujetos a la ley de la gravedad o a la imposibilidad de la ubicuidad no debería hacernos caer en la tristeza. Se puede estar alegre porque la alegría no consiste en poderlo todo, ni en tenerlo todo, ni en desearlo todo. Y si, además, calibramos bien nuestras posibilidades, nuestras metas, nuestros objetivos…mejor que mejor.
Lo contrario a esta frase de Querer es poder, es la creencia según la cual da igual lo que nos propongamos porque, en realidad, ya todo está escrito y acabará sucediendo lo que el destino tenga determinado. Este dilema es una versión práctica del dilema teórico: libertad – necesidad. No te esfuerces -dice la opinión contraria- porque lo que tenga que pasar pasará con independencia de lo que se proponga tu voluntad. Esto, en verdad, es una gran afrenta para aquellos que han afrontado en sus vidas condiciones muy adversas, y han conseguido superarlas, desde luego, no sin esfuerzo. Por su ejemplo, sabemos que en ocasiones se requiere una voluntad de acero para vencer algunos problemas. Nada se consigue sin voluntad y esfuerzo. Pero sabemos también, que no hay muchas personas con tal nivel de determinación y fortaleza.
Para el común de los mortales, la libertad para cambiar de vida empieza por elegir metas posibles, proveerse de ayuda eficaz y reconocer que es muy probable el desfallecimiento. No pasa nada. No somos dioses. Cuando nos caemos, lo único que tenemos que intentar es tratar de levantarnos. En realidad, así, como un continuo rosario de caídas y levantadas, de éxitos y fracasos, es la vida. Creer que todo lo podemos desear y todo lo podemos conseguir si nos lo proponemos es una desmesura gratuita que no trae sino pesadumbre. No es conveniente ni sensato pedirle peras al olmo.