Mi acercamiento al andalucismo político se ha producido en estos últimos años, tras las anteriores elecciones autonómicas de Andalucía. Hasta entonces desconocía que hubiera formaciones y colectivos que hicieran suya la lucha por la defensa de Andalucía y la mejora de las condiciones de vida de su gente. Desde entonces, constato que poco a poco este movimiento está comenzando a tener un mayor impulso reivindicativo en la sociedad andaluza, sobre todo en las redes sociales, bien por los agravios comparativos que se presencian continuamente o por una concienciación de la población en lo cultural y político. Esta reacción tiene visos de ser intergeneracional pero parece reproducirse con mayor facilidad en el colectivo juvenil.
No obstante considero que todavía muchas personas desconocen la existencia o la importancia del Andalucismo. En las siguientes líneas me gustaría aportar algunas reflexiones personales sobre este movimiento social y político, desde el punto de vista de alguien que inició en él hace relativamente poco, por si pudieran ser de relevancia para quien comience a mostrar interés por este movimiento:
La importancia de la reivindicación de Andalucía
En primer lugar, la necesidad de una ideología que reivindique a Andalucía podría resultar hasta redundante, ya que cabría pensar que cualquier partido actual se preocupa ante todo por la población a la que representa. Lamentablemente las últimas tendencias han constatado que la partidocracia se impone, imperando la fidelidad a las cúpulas del partido y a sus ideas (o dogmas) frente a las personas votantes. En una dinámica tóxica de partidos en la que domina la férrea disciplina, ¿qué pasa entonces con las personas? Cabría señalar como respuesta que se hace necesaria la depuración y mejora del sistema de partidos…pero quizás hay otras lógicas alternativas interesantes que considerar.
Tanto el análisis de las políticas públicas como las teorías de la cooperación al desarrollo señalan la importancia del contexto local en la respuesta a las necesidades y problemas de una población. Las respuestas tienen una mayor eficacia cuando están construidas por las personas a las que la realidad les influye y condiciona (es decir, la población objetivo), porque las soluciones tienen que responderles y valerles a ellas. Por esta razón, es importante la reivindicación de una mayor capacidad de acción por parte de las administraciones que están en mayor contacto con la sociedad.
En un Estado como el español, con sus achaques partidocráticos ya comentados y unas tendencias endémicas a desoír las necesidades del sur, fruto de una mala distribución de las relaciones de poder entre territorios, es acuciante la necesidad de articular algún tipo de respuesta que nazca y ponga en el centro a Andalucía.
El andalucismo como movimiento y como ideología se encuadra entonces en esta necesidad de que exista una alternativa que reclame dar un “golpe en la mesa” y que mire por su población. En este contexto, que haya una opción política que vele hasta el último esfuerzo por los intereses de Andalucía no solo es legítimo y lógico sino vital. Cabe señalar que es imperativo del andalucismo la protección y constante mejora del bienestar de los trabajadores, un grupo social que comprende a la mayoría de los habitantes de Andalucía en una sociedad en la que el capitalismo y el neoliberalismo campan a sus anchas.
Sobre los Pueblos y su soberanía
Por otro lado, la naturaleza de los partidos políticos estatales les hace homogeneizadores, intentando dar las mismas respuestas a todos los pueblos. Sin embargo, la composición del Estado es heterogénea y, por tanto, precisa de respuestas diferentes, siempre desde la cooperación y la igualdad. Hay que perder el miedo a cuestionar lo establecido y a repensar las dinámicas actuales pues la historia no ha llegado a su fin sino que continúa avanzando y evolucionando gracias a los pueblos, quienes son el sujeto principal del cambio (somos más de Allende que de Fukuyama). En consecuencia, podemos entender que los Pueblos son un organismo dinámico, no estático.
Así, el empoderamiento de los Pueblos está ligado a la cuestión de la soberanía popular, que conduce al replanteamiento en última instancia de las competencias de sus instituciones. Para que un Gobierno sea capaz de responder a las necesidades de la población necesita tener plena capacidad de decisión y gestión, para poder ejecutar las medidas adecuadas. Además, en un contexto globalizado en el que estamos integrados en entidades supranacionales es fundamental contar con capacidad de negociación propia que permita decidir en nuestro beneficio.
Pese a la importancia de estas ideas, actualmente en el ideario popular el soberanismo parece ceñirse únicamente a un cuestionamiento del modelo territorial (federalización, independencia, etc). No considero que en el caso de Andalucía esas dinámicas sean, en última instancia, las más relevantes. La soberanía económica para gestionar la recaudación e inversiones o la soberanía alimentaria y energética para la producción de sustento básico (así como su distribución y comercialización) son dos ejemplos de una larga lista de atribuciones a conquistar por nuestros gobiernos para poder cumplir con el fin último de dar las mejores respuestas y recursos a nuestra ciudadanía.
Identificación ideológica del andalucismo y algunos retos
Las personas que comienzan a sentir curiosidad por el andalucismo tienden a preguntar: “¿es el Andalucismo de izquierdas?” Y quienes están más inmersas en la corriente rápidamente responden con un pobre razonamiento: “es de izquierdas o no será”. Flaco favor hacemos a este movimiento si no empezamos a hacer una mejor pedagogía.
En primer lugar, creo que se podría sintetizar el andalucismo como un movimiento transformador, humanista, reivindicativo y que está por y para el pueblo andaluz. Por ende esta definición lo excluiría de las tendencias conservadoras, centralistas o neoliberales.
A su vez, ha quedado patente que las dinámicas capitalistas dadas hasta la fecha no han hecho ningún bien a Andalucía. Por lo tanto, por necesidad más que por imperativo, si se quieren solucionar los problemas de la sociedad andaluza no se pueden repetir las lógicas que la han llevado a la situación de profunda dependencia, vulnerabilidad y exclusión en la que se ve sometida actualmente.
En consecuencia, el andalucismo tampoco puede ser capitalista ni dejar las cosas en manos del libre mercado, ha de avanzar hacia postulados postcapitalistas o difícilmente se alcanzará la transformación socioeconómica que necesita Andalucía.
En estos tiempos el andalucismo tiene que poner en valor su carácter y naturaleza vanguardista. Sin olvidar el pasado tiene que empezar a mirar al futuro, adelantándose a las cuestiones que están por llegar y tener un posicionamiento claro ante aspectos que van a transformar a la sociedad. Tenemos que empezar a plasmar primero sobre el papel cuál es la sociedad andaluza que queremos, como nos la imaginamos en las próximas décadas, para después poder dar pasos en la realidad hacia ese modelo.
La ciudadanía tiene que conocer qué alternativas materiales le ofrece este movimiento político y por qué es necesario que se empoderen y participen de él. Se habla de transformar el modelo económico pero no se especifica en mayor medida cómo repercutiría en las personas. La divulgación de este plan de futuro facilitará la comprensión y adhesión, ya que podrán entender cuál es el fin y cómo les puede beneficiar su consecución.
Adicionalmente, es hora de comenzar a integrar ideas que giren en torno a nuevos conceptos como: las alternativas de desarrollo sostenible (en clave económica, social y ambiental), los derechos humanos emergentes, la robotización, las nuevas concepciones y dinámicas del trabajo, la participación ciudadana, las relaciones multilaterales, etc.
La abstención, un problema pero también una oportunidad
En un momento en el que la abstención en los próximos comicios andaluces se presupone que ha alcanzado el 52% según las últimas encuestas del CEA de 2020 (y que previsiblemente continuará creciendo en los próximos estudios) el andalucismo tiene que ser capaz de responder y reactivar a todas esas personas desencantadas con el sistema actual, canalizando sus reclamaciones e incentivando su participación.
Para ello es necesario edificar una propuesta política factible que vuelva a ilusionar a las personas y que permita restaurar su confianza en las instituciones. El andalucismo tiene que construir movimiento social pero también una herramienta que encauce el hartazgo del pueblo andaluz y lo canalice hacia la transformación.
En palabras de José Aumente Baena: “Habrá que ilusionar de nuevo al pueblo, darle consciencia y ofrecerle caminos válidos; es decir, mostrarle algo por lo cual luchar y sacrificarse. (...) habría que dar al pueblo andaluz una conciencia nítida de en dónde están sus verdaderos intereses, de cuál es el camino posible para su mejor defensa (…)”.
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