Refugio, el ultimo maravilloso tango compuesto por Ana Stamponi vuelve a levantar la alfombra, con Brisa Videla y el Ullmann Cuarteto, de una realidad fea en lenguaje gramatical inclusivo y musical poéticamente bello y desgarrador. Una obra resumen de lo que viene ocurriendo durante este mismo año en la Argentina y lo que se le viene encima a Europa y al resto del mundo que conocemos. El tango viene siendo un refugio para la música más política y de protesta sin abandonar, ni en las comas musicales, su raíz ni su calidad.
El año se acaba mañana por la pura necesidad de poder contar días y meses de manera que podamos llevar la cuenta en la memoria. Saber que Carter había cumplido cien años y que nuestro querido Pepe Pettenghi nos dejó más huérfanos que vivos, aunque nos recuperemos siguiendo sus propias enseñanzas. Quizá lleguemos a ver cuántos de los nacidos al mismo tiempo de su muerte los hacen mejores.
Un año en el que caen, o tiran, más aviones que vuelan, siguiendo la expresión de temperatura y sensación térmica. Un año en el que se pretende que solo pidamos la liberación de todos los rehenes, pero se nos quiere prohibir decir que lo de Gaza es un genocidio, una guerra ilegal; injustas lo son todas. Que produce enorme tristeza ver a personas pobres abrazando a los siniestros liberticidas que no pasan de mercachifles, aunque salgan en Forbes. Y que si solo fuera tristeza estaría bien, pero producen más miseria y más dolor que la que dicen querer combatir: “un bobo emboba a ciento, si le dan lugar y tiempo”. A ciento de bobos. En eso aparece un tipo en la noche, con un frío de cero grados y sensación térmica de menos tres, en pantalones cortos y una remera con el lema “Si no mantienes mi nivel, mantén tu bocaza cerrada”. Una aparición estelar de tal nivel ante la que se ríe y se llora al mismo tiempo.
El proceso de jibarización, modernamente denominado podredumbre cerebral, lleva a las sociedades a abrazar a sus verdugos, el legendario “vivan las cadenas”, de cuando Fernando VII, adaptado al sudoso análisis de Felipe VI sobre la migración. A las gentes no se les puede decir ni pío porque enseguida alguien te tachará de elitista, siendo que esas gentes con ínfulas de marqueses y saberes de apenas las cuatro reglas entienden el mundo mejor que Copérnico y quemarían a Copérnico. El paternalismo alcanzó tal extremo que la responsabilidad individual, también en política, desapareció barrida por la comodidad y en nombre de una manipulación que existe y que cada individuo también debería querer frenar. Es más cómodo abandonarse a la pertenencia al grupo que abrazar la soledad, y al mismo tiempo sentirse un aristócrata: incoherente.
El año se acaba y hay una sensación de que el comienzo del nuevo año pondría la cuenta a cero y con ello todo podría comenzar de cero. Tales espejismos son divertidos, pero nada más. Solo los fuegos de artificio no alumbrarán nuevas posibilidades, es más, lo viejo, lo más viejo y grimoso, sigue abriéndose paso hacia el veinte veinticinco. La desertificación de la vida urbana, con la desaparición de las tiendas del barrio, de los habitantes de los barrios, de las vidas y las vidas de los barrios, es uno de los grandes instrumentos para insistir en el aislamiento de las personas y su dominación. Pero siempre habrá un catedrático de taberna que entienda el mundo mejor que Copérnico. La desaparición del dinero en metálico es el fin de la libertad deseada por los liberales, aunque haya quien no entienda que el dinero circula sin control, en principio, y la tarjeta es todo lo contrario.
La distopía avanza, la miseria avanza, la libertad retrocede y la democracia se va difuminando en este horizonte sin esperanza. Sin duda habrá quien quiera resolver esta columna con que su autor sea un pesimista y melancólico. La necedad avanza, sigue su avance.