La sabiduría incontestable del pueblo

El pueblo, ¡qué concepto!, no está para andar pensando las cosas demasiado, sino para que le resuelvan el problema que tiene de sobrevivir, aunque eso de sobrevivir no esté tan claro qué cosa es

Acto del Partido Popular en Madrid.
Acto del Partido Popular en Madrid.

Este fin de semana, Moreno salió a decir que los veinte mil de la manifestación de Madrid salían por la igualdad, que en España se está perdiendo la igualdad y la libertad por culpa de los catalanes. Lo divertido del asunto es que esa anti igualdad de la que se acusa a los catalanes, así, en general, o a Catalunya o al catalanismo, es lo que el catalanismo o los catalanes o Catalunya quisiera revertir: la igualdad con Navarra, pongamos. Navarra, con su Ley de amejoramiento del fuero tiene un régimen fiscal y de recaudación propio y es, en la práctica, un Estado federado en España, lo que no es Catalunya. Nunca escucharás, sin embargo, decir nada sobre esto a las derechas españolas, porque su racarraca es contra Catalunya o contra Euskadi. El pueblo de Madrid, y aledaños, sale a gritar por la igualdad, pero ni una palabra sobre Navarra, con tanto pasado franquista, tanta UPN y tanto PP queriendo volver a gobernarla. Navarra, aquella provincia que nunca fue declarada traidora por Franco y que gozó instituciones forales durante la dictadura, razón por la que solo hubo que hacer un amejoramiento del fuero. Moreno, que gobierna Andalucía, que siempre tiene en la mira de la desigualdad a Catalunya, jamás pronuncia ni una sola palabra sobre Navarra y su régimen político, foral y fiscal.

Pero la gran sabiduría del pueblo tiene incluso mejores ejemplos. Este sábado en Córdoba, Argentina, se celebró la Fiesta Patria de su revolución de independencia. En la plaza del Cabildo rodeaban a Milei decenas de invitados vip de su propio partido. En el segundo anillo, un pueblo que también lo vitoreaba sabiamente. Los gritos del pueblo sabio eran dos: Ley Bases y el entusiasmo porque se les prometía bajar los impuestos. Todos contentos, todos exultantes, todos emocionados por la bajada de impuestos prometida y todos gritando que el Senado le apruebe a Milei una Ley Bases que sube los impuestos. El pueblo, cuando vota, es sabio, siguen diciendo algunos. Aunque apoye con el mismo entusiasmo que le prometan la bajada de impuestos y exija, en el mismo momento, una ley que sube los impuestos.

Sin embargo, nadie se atreve a ser El enemigo del pueblo, el de Henrik Ibsen, nadie le quiere decir al pueblo, ni siquiera amablemente, que se equivoca, que no lo pensó detenidamente, que le influyeron su decisión de manera turbia. Además, el pueblo envalentonado, como en Ibsen, destrozaría al que le dijera la verdad y sacaría en andas al tramposo. Saca en andas a los tramposos.

El pueblo, ¡qué concepto!, no está para andar pensando las cosas demasiado, sino para que le resuelvan el problema que tiene de sobrevivir, aunque eso de sobrevivir no esté tan claro qué cosa es. Si sobrevivir es no morirse de hambre o si sobrevivir es que primero le contaron que la destrucción está por llegar y luego le dijeron “nosotros somos el único camino para detenerla”. El pueblo infantilizado, desinformado, infointoxicado por la saturación de información, cree a los tramposos y luego dice que todos son igual de tramposos. Y los que terminan recibiendo el voto son las derechas vestidas de traje oscuro, de viejas noblezas y aristocracias, de casullas coloridas y promesas de salvación, riqueza y gloria.

Luego que todo quedó destruido, que mataron la libertad en nombre de la libertad, que asesinaron a todo el que se opuso, luego que solo queda el campo quemado, entonces el pueblo sabio les encarga a las izquierdas que les saquen del desastre, y vuelta a empezar. El pueblo. Sabio. De verdad inapelable. Y el bueno de Ibsen escribiendo para casi nadie.

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