A mí Savater me cae bien. No lo conozco personalmente, pero las cosas que dice son aseadas y convenientes. Para la izquierda vulgar se convirtió en algún momento en incómodo personaje. Seguramente hubo ahí una primera infección nacionalista y posmoderna (vaya mezcla). “España no existe” se escuchaba decir jocosamente entre futuros podemitas hace quince años. En cambio sí les parecía que el País Vasco o Cataluña tenían plena razón de ser. Por su puesto, quienes afirmaban eso, no conocían el significado objetivo de nación, ni la historia de los nacionalismos, ni habían vivido allí. Realmente, no sabíamos qué pasaba en las universidades y en los centros de trabajo de Cataluña o País Vasco. Vivíamos en la apacible y soporífera Andalucía del gobierno socialista y aquella rebeldía ultramontana tenía para nosotros algo sugerente.
Yo leí por primera vez Política para Amador, en el 95 o así. Nací con la democracia en una familia acomodada (como todas) y creo, que fue mi hermano mayor, viendo mi interés natural, quien me regaló el libro con esa sana intención de ayudar a aclarar las ideas con la que a veces ¿todavía? se regalan libros. Fue un éxito editorial de Ariel, reconocible por su portada azul en muchos hogares. Savater se dirige al lector indicado, un joven, como a un adulto. No le niega la verdad de las cosas, le informa y le convence por la razón.
Aquella arrogancia juvenil que se veía mortificada bajo el bipartidismo se ha templado mucho desde 2018. Las recetas de la nueva política social se han enturbiado, la profundidad esperable se revela superficie, y el nacionalismo catalán se muestra cada día más matón miserable (del vasco mejor no hablar ni olvidar, ahí esperando a ver qué más le cae)… De aquel ardor veraniego queda un viento gris relativista y un cúmulo de razones menores y esquivas como todo ideario.
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