Bella Acosta Pérez fue hija de Juan y María, hermana de Isabel, Juan y Manuela, esposa de Manuel, madre de María Oria, suegra de Joaquín, abuela de Mari Carmen, Bella y Macarena, bisabuela de sus bisnietas Julia, Carmen e Inés, tía de sus sobrinos y sobrinas, vecina de su calle, amiga de sus amigos, campesina, maestra de la autosuficiencia, fue todo eso en cada una de sus facetas y mucho más.
El empeño por generalizar y homogeneizar nos hace perder los papeles, cada uno tenemos según qué rol según con quien estemos.
Los padres son padres, únicos e irrepetibles, otro nivel diferente al de la amistad, qué empeño más tonto el de los padres que quieren ser amigos de sus hijos, pobres hijos huérfanos. Los abuelos son abuelos, para esa relación disponen de más tiempo, de menos presión, pónganse en huelga abuelos que ejercen de padres por partida doble, de sus hijos y de sus nietos. La vida anciana ha de ser premiada no castigada. Un pueblo que no respeta la memoria viva corre el peligro de enfermar.
Somos hijas de un torbellino de madre, María Oria, hija única de un temple de abuela, Bella Acosta. “Mi patria que es mi infancia” es una casa llena de recovecos con la puerta siempre abierta, mis hermanas y yo la llamamos_ la calleja_, porque es una parada en el camino. Parada de visita, de preguntar por el día, de un desahogo, de un favor, de muchas sonrisas, un voy a pasar a ver a Bella Acosta, un nuevo punto de croché, un “cuántos metros de tela para una falda de nejas”, un “deja aquí el pan o las cartas o un paquete que ya vendrán a recogerlo”, una enagua de camilla compartida. Quién conoció a Bella Acosta no la olvida, no es una persona que pase desapercibida, su templanza, elegancia y mirada cómplice, ha calado a todo aquel que se ha cruzado en su camino. Ella ha sido anfitriona de amor y conocimiento para todo aquel que ha formado parte de su vida.
Ha sido una sensación muy extraña los días tras su despedida, parecía magia, un cuerpo omnipresente que de repente no está. Mi egoísmo me llevaba a pedir que no, que no se fuese, que aguantara un poco más…. Pero un día lo vi claro en su mirada, pedía irse “llévame contigo Señor” rezaba en voz alta. Ahí supe que la despedida iniciaba su cuenta atrás.
Su partida fue un viaje de 48 horas en las que dio tiempo a todo, su belleza en la partida era de esperar aunque no dejaban de existir ciertos temores. La mayor angustia era asfixiarse “así no, Señor”, “ayúdame a partir, pero así no Virgencita de la Bella”.
48 horas, parecía como si lo tuviese todo planeado, el día, la hora, quiénes estábamos con ella. Ha sido una conversación larga en casa, en caso de que llegase el momento, la partida sería en casa, en su cama, era su deseo, que se vio reforzado gracias al apoyo de los médicos de la familia. Estaba algo temerosa el martes, cuando intuyó que se acercaba el momento. Todo fue rápido a la par que lento, el tic tac comenzaba su cuenta atrás, ella ya sabía que iba a ocurrir lo que hace un tiempo llevaba pidiendo, irse al cielo, con los suyos, quienes se fueron antes. Desde esa conciencia infinita, cuando se vio rodeada de todos sus seres queridos, se sintió preparada para la despedida, una sonrisa se le dibujó en su rostro y con esa sonrisa se fue.
Recibió la extremaunción de una manera muy especial. Mi cuñado le preguntó si quería que rezásemos el Padre Nuestro con ella, movió la cabeza en señal de afirmación, estábamos los más jovenzuelos de la familia a su vera, nos abrazamos y rezamos la oración que Jesús nos enseñó. Fue indescriptible, la energía que se respiraba dentro de esa habitación, el sentimiento de paz y sosiego al sentir que la persona más importante de nuestras vidas en ese momento con su mirada nos dice que no nos preocupemos, que se va feliz, que se siente enormemente agradecida por la vida que ha tenido, que siempre estará guardándonos y guiándonos, que siempre que queramos hablar con ella estará presente en espíritu y alma.
Es un honor haber sido nieta de tan bella mujer. Querida abuela, GRACIAS.