Las aguas subterráneas y la subsidencia del suelo, las grandes desconocidas

Con el lema elegido por la ONU para el Día Mundial del Agua en 2022 se quería dar visibilidad al uso y efecto de este recurso, poniendo en valor sus bondades y retos a los que la sociedad se puede enfrentar en el futuro

Imagen de archivo del embalse de Guadalcacín completamente seco. Las aguas subterráneas y la subsidencia del suelo, las grandes desconocidas
Imagen de archivo del embalse de Guadalcacín completamente seco. Las aguas subterráneas y la subsidencia del suelo, las grandes desconocidas MANU GARCÍA

El cambio climático es una realidad innegable, se está exacerbando, mostrando su crueldad y despiadada cara con el aumento de las temperaturas, los fenómenos meteorológicos extremos, sequías prolongadas por un lado, lluvias torrenciales y destructoras por otro, la elevación del nivel del mar y el deterioro de los ecosistemas son solo algunas de las consecuencias de este fenómeno global. Si a las expuestas le sumamos las que surgen de la acción directa del hombre en el medio ambiente, como la sobreexplotación de los acuíferos, la contaminación del suelo y subsuelo, la falta de previsión con medidas para concienciar y gestionar bien los recursos y de inversiones para ello, provocan un gran desequilibrio entre zonas pero que en algún momento del eslabón de la cadena afecta a todos.

Lo expuesto no es nuevo para nadie, más aún tras asistir a la conferencia Recursos hídricos: Incetidumbre y riesgos de futuro impartida por el catedrático del Departamento de Geografía Humana de la Universidad de Sevilla, Leandro del Moral Ituarte y la catedrática de Ingeniería Hidráulica de la Universidad de Córdoba, Mª José Polo Gómez, en la que abordaron, entre otros temas de forma magistral, la problemática de las aguas subterráneas a las que denominaron “la gran desconocida” y apostaron por ellas como la alternativa a la escasez de aguas continentales superficiales.

Las aguas subterráneas son masas alimentadas por las precipitaciones que se filtran a través de rocas permeables hasta alcanzar acuíferos que suelen hacerse visibles cuando emanan a la superficie en forma de manantiales o fuentes naturales o alimentan arroyos y ríos aumentando así su caudal, representando solo un 3% del total del agua del planeta. Este bajo porcentaje no nos debe llevar a engaño, ya que viabilizan la resiliencia al cambio climático, contribuye en la sostenibilidad alimentaria e industrial y prioritariamente al acceso a agua potable a las personas, derecho humano recogido por la ONU. Pero estas tampoco están exentas de problemas y consecuencias derivadas de ellos.

El conocimiento, la gestión y la gobernanza de estas aguas es un gran reto a alcanzar. Las cuencas están bien definidas porque geográficamente los límites son clarividentes al ser superficiales, pero si se habla de aguas subterráneas es difícil conocerlos, apenas hay estudios que den luz sobre el territorio del que proceden, discurren o qué zonas beben de ellas. No coinciden, por tanto, las cuencas hidrográficas del agua en superficie con las subterráneas. Estas masas de agua no visibles, nutren los acuíferos, puede que sea agua de una cuenca o de más de una, la política de monitorización, gestión y tratamientos dificultan conocer su procedencia y estado, es por ello que no se conozca de quien es la competencia política así como de su uso.

Una segunda dificultad o reto es la contaminación de estas aguas ya que es menos visible que en las aguas superficiales. Esta contaminación puede ser de origen puntual y su impacto se hace visible con mayor inmediatez. Sin embargo cuando la contaminación es difusa generada por actividades agroalimentarias, en la mayoría debida a la mala gestión de residuos, fugas de tanques residuales, etc. llegando a afectar a los acuíferos, pueden pasar décadas hasta hacerse palpable, poniendo en peligro el destino que el hombre hace uso de ellas a nivel doméstico mediante pozos o sondeos, así como en sus actividades económicas, sin olvidar el daño al ecosistema que se alimenta de él. El coste del tratamiento de las aguas contaminadas en superficie es alto a nivel económico y resolutivo, este coste se incrementa significativamente por la complejidad técnica en el diagnóstico, actuaciones y la descontaminación lenta de los acuíferos y del subsuelo por el que discurren estas aguas.

Es de vital importancia este apartado en zonas en las que la contaminación de las aguas superficiales es un hecho, como ocurre en Los Pedroches entre otras zonas, concretamente en el embalse de La Colada que recibe aguas sin depurar de localidades cercanas y de algunas explotaciones ganaderas. Este embalse hoy por hoy no se utiliza su agua, ni para beber ni para el baño, a pesar de su gran capacidad y máxime cuando 80.000 habitantes de la zona norte de Córdoba han estado un año sin agua potable en sus grifos porque el pantano del que se surtían se secó. La Colada es un embalse sin vida. Por un lado el agua no es tratada, por tanto no permite ser una alternativa para el abastecimiento de la zona, no tiene la posibilidad de mantener un caudal ecológico que según un estudio reciente realizado por investigadores del Instituto de Ingeniería del Agua y Medio Ambiente (IIAMA) de la Universitat Politècnica de València (UPV), publicado en la revista Water mantendría la calidad del agua mantendría la calidad del agua y que se utilizaría para suministro urbano; pone el riesgo el acuífero de la zona que, por filtración, podría llegar los contaminantes hasta él y por último pero no menos importante pone en riesgo el equilibrio de su ecosistema . Todo un conjunto de infortunios que requiere una acción conjunta y multidisciplinar de las administraciones competentes para solucionarlos y la concienciación de la sociedad civil.

La sobreexplotación de los acuíferos tanto en cantidad como en calidad, es otro dilema que afecta al uso de las aguas subterráneas. Durante décadas han proliferado los pozos y sondeos de los que el hombre se ha abastecido para la actividad económica que ha desarrollado, principalmente agrícola y ganadera. Esta práctica, a veces incluso a espaldas de la legalidad, ha propiciado su uso, la ampliación de la superficie de cultivo de regadío sobre la de secano lo que supuso un gran avance para algunas comarcas que dejaron de ser zonas deprimidas pero, que la otra cara de la moneda, favoreció la sobreexplotación y degradación de estas aguas. Si esta sobreexplotación se produce en la costa, facilitaría la intrusión de agua salada en acuíferos de agua dulce poniendo en riesgo la fuente de agua dulce, y su posibilidad de ser tratada para convertirla en potable en el futuro, y que, actualmente, tiene difícil solución.

Hasta 1985 la propiedad del agua subterránea era privada. A partir de este año es la Administración competente la que facilita la concesión de éstas. Hoy en día conviven ambos modelos de uso, pero es sabido que la sobreexplotación de este recurso pone en riesgo los acuíferos y corrientes subterráneas, las cuales deben ser garantes en épocas de escasez de agua superficial para abastecimiento de uso humano así como reserva medioambiental de los ecosistemas.

La sobreexplotación además genera un problema que es cada vez más común, la subsidencia del suelo. Su definición sería el asentamiento descendente, gradual y progresivo de la superficie del terreno, de forma sencilla es el hundimiento paulatino, contracción y colapso del suelo. Los aspectos físicos unidos a los estructurales de la subsidencia provocan terrenos carentes de poros, espacios o huecos donde el agua se asiente, por tanto, son terrenos que muestran la incapacidad de retener agua. Según la revista Sciencie en su artículo titulado Global threats of land subsidence due to groundwater depletion recoge que aproximadamente el 19% de la población mundial se verá afectada en 2040. Un caso muy conocido es el que sufre la ciudad de Venecia, su progresivo hundimiento por la extracción de aguas subterráneas se viene acentuando desde los años 40 del siglo pasado.

La subsidencia es conocida y estudiada en deltas y estuarios pero este concepto es poco tratado en los estudios ambientales de las cuencas de interior, no se estudia y no se habla y por tanto si llegase el caso de que apareciese será de difícil tratamiento, costoso y de graves consecuencias para el medio urbano y el rural. Esta se puede prevenir con medidas para la conservación de las aguas subterráneas: la recarga artificial de acuíferos o mucho mejor el establecimiento de periodos de descanso, reduciendo la cantidad de agua extraída con el fin de que se alimente obteniendo en un tiempo determinado un balance positivo para el acuífero así como su optimización. La reforestación con especies autóctonas o adaptadas al medio tiene muchos beneficios entre los que reduciría la erosión y que también ayudaría a la subsidencia aunque, recientemente está llamando la atención el consumo de agua por las propias masas forestales.

Después de lo expuesto es fácil entender la enorme importancia que juegan las aguas subterráneas en el mapa hidrológico de un país, una región o zona. Es un recurso estratégico, sostenible si se administra con rigor humano, y eterno sin mermas por evaporación ante olas de calor, frente al almacenamiento de aguas superficiales. Es necesario por tanto tener instrumentos normativos para determinar conocer, gestionar, tener los recursos y la necesidad de inversiones en este sentido. En la actualidad el Plan de Acción de Aguas Subterráneas 2023-2030 (PASS) el que define los instrumentos para llevarlo a cabo y las orientaciones estratégicas en materia de agua teniendo como referencia las consecuencias que ya estamos empezando a sufrir con el cambio climático.

Es imprescindible el papel que juega la sociedad para conseguir el compromiso del uso responsable de los recursos naturales. No debemos olvidar que ya en época romana y árabe en la península hacían un uso eficaz del agua, abasteciendo aljibes cubiertos y subterráneos, mediante canalizaciones para recoger el agua de lluvia de tejados y escorrentías y que hoy en día aún es una exitosa forma de almacenar agua en nuestro medio rural. La ciudadanía, debe aprender y beber de la experiencia y sabiduría del medio rural en medidas de uso y ahorro de los recursos, su concienciación es fundamental para garantizar un futuro sostenible a las generaciones venideras que han de ser educadas mediante experiencias personales y tareas prácticas en el contexto familiar, escolar y comunitario adquiriendo conocimientos que propicien la calidad de vida de las personas sin degradar el medio ambiente, que les ayude a entender lo que pasa, a sentirse parte de la sociedad y a conocer cómo pueden participar o actuar en los procesos de desarrollo pudiendo con ello evitar consecuencias devastadoras para las ciudades, el mundo rural y los espacios naturales.

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