Un puesto de un mercadillo de productos frescos de proximidad. Apuestan por modernizar los mercadillos al aire libre para recuperar la confianza de consumidores y salvar el empleo.
Un puesto de un mercadillo de productos frescos de proximidad. Apuestan por modernizar los mercadillos al aire libre para recuperar la confianza de consumidores y salvar el empleo.

¡Qué agradable es ir a los mercados donde se exponen los productos frescos y de temporada en un espectáculo de imágenes, olores, sonidos, gente...!

Hace décadas, y sobre todo en los mercados de los pueblos, muchos de los puestos se nutrían de las huertas locales, que abastecían de los productos de la zona. La puesta en marcha del instrumento de los Mercas, centralizó la distribución haciéndola muy eficiente, lo que conllevó priorizar a los grandes productores y a su vez se aseguró un abastecimiento de productos incluso fuera de temporada. Y las huertas locales fueron desapareciendo. Y a ello se ha unido la creciente presencia de grandes superficies también en las zonas rurales, que van monopolizando y homogeneizando el comercio de productos.

La creciente demanda de productos ecológicos, el fenómeno de los huertos familiares y en general una mayor conciencia sobre una alimentación saludable, esta favoreciendo el renacer de los huertos y el consumo de productos de temporada y de cercanía. Los mercadillos semanales, la mayoría de ellos de productos ecológicos, que van apareciendo en distintas ciudades, y las pequeñas tiendas especializadas, ofrecen una gama cada vez más amplia de productos frescos y de temporada en los que predomina su procedencia local.

En esto, otros países europeos nos llevan ventaja. Veo con admiración como en Francia, y en otros países, la tradición de los mercadillos semanales, tanto en las ciudades como en los pueblos, se ha convertido en una fuente de abastecimiento para la población así como en una atracción turística y gastronómica. El apoyo y conciencia de los dirigentes locales y una legislación favorable ha hecho florecer y consolidarse a pequeños productores que muestran las excelencias del terruño. También allí, en las grandes superficies y en los supermercados más modestos, se exhibe con orgullo una sección de Produits du terroir cuya traducción vendría a ser productos de la zona, adaptados a la temporada y a las ofertas de las huertas locales, que tienen allí otra salida para sus productos. ¡Qué gran estrategia!

En nuestras zonas rurales sigue existiendo una cierta conciencia de la excelencia de determinados productos, pero es relativamente difícil encontrarlos en los canales normales de comercio, ya sea en la pequeña tienda ni tampoco en las grandes superficies. Se podría pensar en una iniciativa para revitalizar los huertos en la zonas rurales, asegurando la distribución de sus productos en el comercio de la zona, favoreciendo asimismo que el sector gastronómico pueda asegurarse un cierto abastecimiento local. Para ello los productos frescos y de temporada tienen que identificarse, que el consumidor pueda reconocerlos y por supuesto que haya campañas de promoción.

El papel del consumidor es clave, al final la compra es una elección individual. Pero es crucial que esté bien informado, generarle confianza, y contribuir a desarrollar la conciencia de la importancia del producto local. Muchas veces sorprende que las grandes cadenas ofrezcan productos, incluso ecológicos frescos o transformados, pero todos de procedencia exterior a Andalucía y no incluyan entre su oferta productos de la zona. Eso supondría, ya lo se, una política de abastecimiento y ligazón creciente con los productores del espacio donde se ubican: no creen que valdría la pena?

Y además, esta estrategia debe ser apoyado por esos ayuntamientos que han ofrecido muchas facilidades para que cadenas de distribución de mayor tamaño se instalen en sus municipios, mas pequeños, algunas veces en detrimento de un comercio local que también necesita su apoyo. Y que sobre todo deben trabajar en desenredar esa compleja malla de regulaciones dirigidas sobre todo a las grandes producciones y que asfixian al pequeño productor. Y también pueden asegurar otros destinos a la nueva producción: colegios, centros de la tercera edad etcétera.

Estas actuaciones pueden contribuir de manera muy relevante a articular una política positiva y práctica en el ámbito local de registros amplios, agrícola, económica, ambiental, integrando nuevos empleos, reconocimiento de los valores locales, reducción de la huella ecológica, y aprovechamiento de los recursos.

Muchas veces los grandes cambios comienzan con un pequeño paso adelante, por eso pienso que una iniciativa de uno o varios pequeños Ayuntamientos podría servir de catalizador y ejemplo para que en el futuro podamos de nuevo ver la presencia del pequeño productor agrícola y ganadero en el comercio local. Además los nuevos fondos europeos también necesitan esta inspiración local, y que los proyectos elegibles no se limiten a las grandes infraestructuras para las zonas urbanas. Es evidente que se deben arbitrar formulas para que las zonas rurales no se queden al margen de las nuevas prioridades diseñadas en la Unión Europea.
¿Podemos hacerlo en Andalucía?

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