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Conversaciones en el Parlamento: el medio rural andaluz

Estamos en un escenario de tiempos acelerados que traen nuevas sombras y amenazas a nuestro sector primario y su gente

01 de marzo de 2025 a las 09:16h
La Fundación Savia, en el acto celebrado en el Parlamento de Andalucía.
La Fundación Savia, en el acto celebrado en el Parlamento de Andalucía.

En el Parlamento de Andalucía, el 25 de febrero, en el marco de las actividades en torno a las actividades del 28 de febrero, día de la aprobación del Estatuto de la Autonomía de Andalucía, se celebró un acto, promovido por la Plataforma por la Mayoría Social en Andalucía en el que participó la Fundación Savia, y en su nombre, Antonio Aguilera, trasladó las principales inquietudes, demandas, retos y propuestas de las mujeres y hombres del medio rural andaluz:

Desde la Fundación Savia queremos dar la voz al medio rural, al territorio y su gente. Son los que están haciendo frente, cada día, de forma real y directa a los grandes retos colectivos que tenemos ante nosotros.

Son ellas y ellos, las personas que viven y trabajan en los pequeños pueblos y en el sector agrario en especial los que están viviendo en primera persona cuestiones que, a la inmensa mayoría de los ciudadanos urbanos, les sigue sonando, desgraciadamente, muy lejano.

Son ellas y ellos los que no tienen agua para sus cultivos o dar de comer a su ganado. Bien porque no llueve lo suficiente y de manera adecuada, bien porque se han esquilmado los recursos hídricos, bien porque estos, están contaminados. Y la situación se sigue agravando. Tenemos un problema estructural de sequía, pero también, y esta es la clave, tenemos una gravísima situación de déficit hídrico estructural.

Son ellas y ellos los que ven como se industrializa el campo con la expansión sin orden de las energéticas impulsada por los grandes lobbies internacionales, y ven como siguen creciendo los cultivos superintensivos que está llevando a una concentración de la tierra en manos de fondos de inversión en lo que se está dando en llamar la uberización del campo.

Son los agricultores, ganaderos, pescadores, aquellos y aquellas a los que tanto aplaudimos en la pandemia porque nos suministraban productos básicos de calidad y cercanía los que siguen aplastados por la cadena de valor alimentaria sin alcanzar rentas dignas, los que pagan los platos rotos de los convenios internacionales que no aplican clausulas espejo y que están haciendo desaparecer miles de explotaciones familiares que son, justamente, las que directamente nos alimentan.

Estamos en un escenario de tiempos acelerados que traen nuevas sombras y amenazas a nuestro sector primario y su gente, las crecientes tensiones internacionales impactan sobre ellos, de igual manera que los fenómenos climáticos extremos, cada vez más frecuentes. Esto hace que estemos en un período crítico ante la definición del nuevo marco de la PAC o la nueva normativa que amenaza a las pequeñas explotaciones y nuestro sector pesquero artesanal del que dependen tantas miles de familias.

Son ellas y ellos los que se quedan sin colegio para los niños, sin médico, sin asistencia de servicios básicos, los que sufren la amenaza de nuevos proyectos mineros. Y como cada vez son menos, cada vez menos atención política y cada vez más promesas incumplidas y proyectos caídos. ¿Os acordáis cuando se hablaba de cobertura telefónica en el 100% del territorio? Los jóvenes se van de los pueblos a estudiar y no encuentran oportunidades para volver.

Y, paradójicamente, está en el territorio y su gente la solución a muchos de nuestros problemas. ¿Habéis pensado que ocurriría si todos viviésemos en las ciudades y en la costa? Necesitamos a la gente del medio rural cada día: para alimentarnos, para beber, porque nos suministran energía, aire, agua, …, Son ellos los que manejan el territorio, modelan el paisaje, previenen los incendios y la desertización, cuidan las cabeceras de los acuíferos, generan biodiversidad. Son ellas y ellos los que generan toda una serie de bienes comunes que son imprescindibles para todos, pero que no consideramos porque no los ciframos en términos económicos, en lo que se llaman las externalidades.

Si seguimos aplicando una visión estrictamente economicista, estaremos condenando a la gente del medio rural que viven en las sierras, en los lugares con climas más duros y tierras más pobres, porque nunca alcanzarán la dichosa competitividad que sí que tiene la agricultura industrial. Mirad, por ejemplo, lo que está ocurriendo con la dehesa. Queremos acelerar tanto su ritmo, que la estamos exprimiendo.

El medio rural se siente abandonado, y es por eso que la ultraderecha se encuentra con un terreno abonado cuando lanza sus mensajes grotescos, pero que son acogidos por gente que está, en no pocos casos, desesperada. Y con eso estamos asistiendo a la pérdida de una identidad que siempre ha caracterizado al campo andaluz, su carácter social, progresista, solidario, luchador.

No podemos permitirnos el lujo de perder el campo. Por eso hay que, de forma enérgica, hacerles ver que las soluciones están en las políticas progresistas, no en el retroceso que propone la ultraderecha hacia unos nuevos señoritos del siglo XXI que es a lo que quieren llevarnos.

Hay que trabajar en propuestas concretas, en medidas que tracen un objetivo ambicioso inclusivo a largo plazo mediante una transición rural, social, hídrica y ecológica, pero con impactos también en el corto plazo. Hay que lograr que los recursos públicos, fundamentalmente la PAC se distribuya de otra manera, se aseguren los servicios públicos básicos, el suministro hídrico en cantidad y calidad suficiente, que construyamos una Andalucía en la que cada uno viva y trabaje donde así lo decida en condiciones de igualdad.

Y tenemos que aplicar, con esto acabo, políticas innovadoras. Tenemos muchas esperanzas en las políticas de compensación territorial. Tenemos que evitar hablar de subvenciones, nadie quiere vivir de subvenciones y establecer mecanismos de compensación que distribuyan los recursos y las rentas de tal manera que el sistema reconozca la necesariedad de la gestión del territorio mediante el afloramiento del valor de la generación de bienes comunes, imprescindibles para toda la sociedad y que cada día generan las mujeres y hombres del campo andaluz.

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