Entidades sociales, más allá de la economía.
Entidades sociales, más allá de la economía.

Es una dinámica tan habitual y normalizada que la tenemos naturalizada. Fijar el precio de las cosas nos sirve para caracterizarlas y jerarquizarlas. En una sociedad y economía de libre mercado donde las transacciones económicas y comerciales son la base del funcionamiento colectivo e individual, el dato cuantitativo sirve para poner cada producto, cada servicio, en su sitio. Y sea básico y de estricta necesidad o superfluo, accesorio y antojadizo, el precio económico es un elemento definitorio esencial.

Tal es el peso en nuestras vidas del dinero, que la economía no deja de crecer, en poder, en volumen. Se ha convertido en el indicador fundamental que marca lo bien o mal que van las cosas en el planeta tierra, es el famoso crecimiento del Producto Interior Bruto, el índice de referencia para el sector empresarial y político. Una senda que es deseado que sea siempre ascendente, es buena noticia que el volumen y valor de las empresas no pare de crecer, hay empresas más grandes, económicamente, que estados. Hace años que la riqueza financiera generada es mayor que la riqueza real, el dinero ha escapado de las leyes de la física, véase por ejemplo los emporios económicos sustentados en bits y en expectativas.

A la par, crece el peso económico de los estados y el valor de los servicios públicos prestados. Los Presupuestos de la Junta de Andalucía para 2023 ascienden a 45.603,8 millones de euros, lo que representa un incremento de 5.199,6 millones de euros y un 12,9% con respecto al último presupuesto aprobado. Podría pensarse que se prestan más y mejores servicios públicos que nunca, y puede que sea así en parte, pero esa supuesta cobertura pública contrasta con las persistentes tasas de pobreza, precariedad, desigualdad, desempleo, necesidades de asistencia social.

Demandas y necesidades que están haciendo crecer sin cesar a un sector, llamado a cubrir las carencias e ineficiencias del sistema. El llamado tercer sector, compuesto por miles de asociaciones, fundaciones y corporaciones que tienen como finalidad la prestación de servicios sociales, sanitarios, ambientales, culturales,…, que se evidencian como muy necesarios, imprescindibles. Según un informe elaborado por la Plataforma de ONG de Acción Social, el tercer sector está compuesto en 2021 en España por 27.962 entidades que movilizan 15.764,82 millones de euros, el 1,41 del PIB; 1.008.272 voluntarios y 535.514 trabajadores (el 76,5% mujeres). Un sector que se centra fundamentalmente, el 74,6%, en la acción social, integración e inserción y la atención sanitaria y que está especialmente feminizado, es decir, es un sector de voluntarias, trabajadoras, y atendidas.

Un sector del que, lo más grande, no se ve. Porque estas entidades, sus acciones, sus servicios van mucho más allá de las cifras económicas. Un sector donde el músculo vital es el corazón y son incontables las horas y los recursos no contabilizados, todos ellos fuera de los presupuestos y las analíticas, pero imprescindibles, porque son los que hacen posibles los objetivos. Tengo la suerte de ser secretario general de una fundación, la Fundación Savia por el Compromiso y los Valores. La distancia entre nuestro reducido presupuesto y la diversidad e impacto de nuestras actividades es inmensa. Una distancia salvada exclusivamente gracias a la generosidad e implicación de patronos, colaboradores, voluntarios, el gran baluarte de nuestra actividad. Me consta que situación similar se vive en la inmensa mayoría de asociaciones, fundaciones, entidades, que se debaten entre la pobreza financiera y la riqueza humana.

Para seguir mejorando como sociedad es necesario enfrentarnos a nuestras paradojas y contradicciones: A pesar de la mayor dotación de recursos públicos y privados, es más necesaria que nunca la función que desempeña el tercer sector que llega donde otros no pueden, o no quieren; las políticas públicas deben mirar al tercer sector como un excelente aliado. El número de personas implicadas (trabajadoras y voluntarias) revela la importante conciencia social, ella también necesita de atención y protección; realcemos la figura, hoy casi olvidada, del voluntario, del ciudadano comprometido y concienciado como ejemplo a seguir. Son las mujeres las que nos siguen dando ejemplo y siguen necesitando de ayuda, siguen siendo, más que nunca, necesarias las políticas que apuntalen una igualdad real.

En un mundo hipermercantilizado donde todos tenemos algo que vender, es más importante que nunca poner de manifiesto el precio de los valores, los principios, los que no se compran con dinero y son los que, en última instancia nos sostienen.

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