Sierra Nevada en una imagen de archivo.
Sierra Nevada en una imagen de archivo.

En verano, cuando se habla de nieve, es para destacar lo rápido que se derrite el hielo de los polos, los glaciares, o peor aún, cuando se produce alguna avalancha con desastrosas consecuencias. Hace poco se ha grabado por primera vez, lo hizo un equipo de la BBC rodando la serie documental El Mundo Helado dirigido por David Attenborough, un alud desprendido de una cornisa de nieve deslizándose a más de 150 km por hora. Algunas avalanchas pueden superar, dependiendo de las circunstancias, los 320 kilómetros por hora. Este verano, en gran parte de los Alpes está prohibido el montañismo por el riesgo de avalanchas.

En los meses de verano poco nos acordamos de las montañas y su nieve. Porque el verbo esquiar solo lo conjugamos en invierno. En estos meses de calor, los colosos de piedra parecen reponerse desnudos del castigo invernal. Ensartados y adornados por amasijos de hierros y aceros, torretas de telecabinas, restos de balizas y carteles, hoteles, restaurantes, chill outs cerrados como mudos testigos de la refriega invernal. Qué duro y qué triste subir a las estaciones de esquí y comprobar que utilizamos las montañas que nuestros antepasados consideraban sagradas como parques temáticos temporales para el disfrute del yo, ya.

Esquiar en un contexto de cambio climático se hace una actividad cada vez más cara y estéril. Porque la realidad es que cada vez nieva menos y cuando lo hace, las nevadas son más irregulares. La nieve en polvo y la nieve virgen son cada vez más escasas y duran menos tiempo.

En las estaciones de esquí se recurre a las máquinas de generación de nieve artificial. En algunos casos, esta compleja y costosa maquinaria es la única opción para abrir las estaciones y practicar este deporte. Los últimos Juegos Olímpicos de Invierno celebrados en China fueron desarrollados en su totalidad sobre nieve artificial. Pero el apoyo que estos sistemas prestan para la viabilidad del esquí está limitado. Las ventanas temporales para fabricar este tipo de nieve van a ser cada vez más pequeñas. Un informe publicado en Current Issues in Tourism de la Universidad de Insbruck dirigido por Robert Steiger afirma que habrá estaciones de esquí donde la fabricación de esta nieve no podrá hacerse de forma continuada durante todos los años, lo que significa que tendrán que cerrar de forma permanente. Necesitan bajas temperaturas y tienen un alto coste hídrico y energético.

Sin embargo, la moda del esquí sigue creciendo y todos pujan por sacarse los abonos de los fortait y presumir de un fin de semana de nieve. La industria del esquí mueve cada año unos 69.000 millones de dólares y moviliza a 370 millones de esquiadores. Dice Julio Viñuales, el prestigioso montañero aragonés, “nuestras montañas llevan camino de ser convertidas, entre las pistas balizadas que se amplían arrasando valles vírgenes y promocionando sus discotecas vespertinas, en auténticos parques temáticos”.
Sierra Nevada es un patrimonio natural único en el mundo, por sus características, ubicación, climatología. Fue declarada en 1999 Parque Nacional, máxima figura legal de protección. Tiene más de 2.000 especies vegetales, 66 de ellas, endemismos exclusivos, en donde habitan anfibios, reptiles, mamíferos, aves y una rica entomofauna (80 endemismos exclusivos).

La empresa que gestiona la estación de esquí, Cetursa, tiene una característica singular, es pública. Quizás por eso, parece haberse convertido en una tradición en Sierra Nevada la fotografía del presidente de la Junta de Andalucía inaugurando la temporada. Los informativos dan amplísima cobertura al estado de las pistas de forma diaria. Se alimenta, intencionadamente, la idea de que esquiar es un básico de estatus social. Un claro plan de marketing para atraer visitantes y turistas. La estación de esquí de Sierra Nevada se estima que tiene una actividad económica anual de 400 millones de euros, aproximadamente el 4% del PIB de la provincia de Granada, cifra similar a la que genera la propia Universidad de Granada.

Sierra Nevada tiene problemas evidentes derivados del cambio climático, así lo confirman diversas investigaciones, como el proyecto europeo en el que participa la Universidad de Granada, Smart EcoMountains. El propio Plan Andaluz de Acción por el Clima recoge que todos los modelos climáticos confirman una disminución de las nevadas, lo que hace que el ecosistema de montaña de Sierra Nevada sea de los más perjudicados por el cambio climático. Y añade el Plan Andaluz de Acción por el Clima, al parecer con cierto sarcasmo que, por eso se prevé “un descenso de los ingresos por el turismo de esquí”.

Los responsables de la estación de esquí ya lo saben, los números lo constatan, las temporadas de nieve son cada vez más cortas y costosas de mantener. Se enfrentan al reto de estar en la estación de esquí más meridional de Europa, saben, aunque aún no se verbalice, que será de las primeras que tengan que cerrar.

En verano toca ir a la playa. En estas fechas deberíamos ir más a la montaña, a los lugares donde están las instalaciones de esquí. A contemplar el paisaje de montaña, un desierto de piedras en verano, del que han desaparecido hasta las lagunas y los neveros, ensartado de forma macabra por infraestructuras de alto impacto, movimientos de tierra descomunales e instalaciones de uso temporal para disfrute puntual, símbolo de estatus social.

La tarifa plana (traducción literal de forfait) que se adquiere en invierno, debería utilizarse también en verano. Es un fabuloso aprendizaje contemplar la otra realidad del esquí, sustentado y avalado en Andalucía desde la administración pública. La misma que forma parte del patronato del Parque Nacional, gestiona el Parque Natural y constata el incesante declive del patrimonio natural.

La gestión pública es compleja, pero también tiene que ser responsable, sensata y coherente. Seguir alimentando el atractivo de Sierra Nevada como estación de esquí es, cuando menos, una estúpida huida hacia adelante, generándole un problema mayúsculo a los futuros gobernantes, pero sobre todo una tétrica hipoteca a Andalucía. De forma inexcusable, ejercer la función de gobierno asumiendo la realidad supone cejar en este empecinamiento por mantener el sinsentido que supone usar esta joya única en el mundo como atracción turística de forma esporádica y frívola.

Uno de los primeros mensajes de los monitores de esquí es que lo más importante es saber leer la pista. Ver por anticipo la trayectoria, siguiendo la buena nieve. Ni dura, ni polvo. Clavar cantos en el hielo, evitar piedras. Justo lo que no estamos sabiendo aplicar con el cambio climático. Ni anticipamos, ni leemos, ni evitamos.

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