Hoy en día el exceso de información, muchas veces dirigida hacia lo que interesa al locutor, hace que perdamos perspectiva y rumbo. Por ello, el poder parar y pensar sobre la situación actual es importante. Actualmente, vivimos en un país, en una Europa, donde hemos avanzado y progresado, donde el hambre ha dejado de ser un problema de escasez a pasar a ser un problema de distribución y desequilibrios. Por una parte, tenemos un desperdicio alimentario del 35% de los hogares españoles y, por otra, un número importante de familias con necesidades alimenticias importantes.
Todo ello me hace reflexionar en qué hemos avanzado. Una cesta de la compra que crece en su precio, pero no en su valor, unos desequilibrios en un mundo globalizado —donde las cuentas de explotación de ganaderos y agricultores no salen, donde se reclama un justo precio para los productores, donde las campañas de promoción solo dan a conocer el producto nacional—…
Ante esto, tenemos un presente en el que ha aumentado la incertidumbre, el proteccionismo es una realidad que va en aumento y los acuerdos comerciales están en entredicho. Y esto lleva a un encarecimiento de las materias primas, a una dependencia de terceros y a una tensión en la cadena alimentaria.
Las materias primas, los fertilizantes y fitosanitarios, el precio de la energía, el coste laboral y un sinfín de cosas se han encarecido. Y, como agravante, aquí en el sur y en los países de la cuenca mediterránea, nos empezamos a dar cuenta que el agua es finita. Su uso debe ser corresponsable, que las actuaciones que realizo yo aguas arriba repercuten aguas abajo. Además, he de hacer un llamamiento de algo que no se habla lo suficiente y es de vital importancia, evitar que el agua que se tiene, no se prohíba su consumo por niveles de organoclorados y organofosforados (los llamados pesticidas). Esta situación hace que, en épocas de sequía, un pantano deje de abastecer a la población cuando llegue al 17% de su capacidad por tener unas concentraciones de materias activas procedentes de la agricultura por encima de lo permitido. Materias provenientes de la agricultura convencional.
Por eso, y como dice el título del artículo, Soy producción ecológica, ¿hablamos? Pues sí, sumo más de 30 años con una trayectoria que me hace ser un sistema de producción de toda la cadena alimentaria, de actualidad, donde me baso en utilización racional de los recursos naturales, la fertilidad del suelo, la no utilización de sustancias químicas de síntesis, las razas ganaderas autóctonas, combinando las técnicas tradicionales de producción con toda la innovación aplicada a la producción.
Una ganadería y agricultura ecológica que respeta al medio ambiente, que es conocida por los consumidores con una etiqueta única, la eurohoja, igual para los 470 millones de consumidores europeos que la identifican como el sello alimentario más reconocido.
Que, pese a sus más de 30 años de trayectoria, está más de moda que nunca en los consumidores más jóvenes e informados. Es una apuesta de futuro y que tenemos que compartir y difundir entre todos.
Hoy, ante la situación de inflación de los productos del comé, hay que aplaudir cómo los alimentos ecológicos siguen creciendo en la cesta de la compra. Hemos arrancado 2025 con un incremento importante, volviendo a coger un rumbo, tras la estabilización de los mercados en 2024.
Invertir en consumo ecológico revierte en la sociedad, en tierra fértil, pueblos vivos, ganaderos y agricultores recompensados por su trabajo… Es una apuesta de futuro que debemos abrazar y promocionar.
Por eso hoy hay que promocionar el consumo, traer consumo a la restauración pública, colegios, hospitales, centros públicos, tal y como hacen nuestros vecinos europeos. La producción es una respuesta a los problemas que hemos atravesado en las crisis energéticas, inflacionistas y de autonomía alimentaria. Pero, sobre todo, es la respuesta al presente de las necesidades europeas. El futuro de la alimentación, el mantenimiento de tierras de cultivos, titulares de explotaciones y el asegurar los recursos alimenticios debe ser una prioridad que no hipoteque las generaciones futuras.