Quizás sea yo muy rara, puede ser, pero todo comenzó con un trabajo de clase: una pequeña investigación y caracterización sobre la España vacía tomando como ejemplo un pueblo. El que quisiéramos, del que pudiéramos tener toda la información posible, uno incluso que conociéramos bien, podía ser hasta nuestro pueblo.
¿Mi pueblo? Mi pueblo tiene mucha gente, mi pueblo no pertenece a la España vacía. Mi pueblo es uno de tantos en los que el tiempo es más liviano, en el que no tienes que ir corriendo a todos lados y no pasa nada si el coche se te rompe, quince minutos andando y llegas a donde quieras. Es un lugar como otros muchos donde, como dice Nil Moliner “se pone el sol, dejando un paisaje inmenso”, se respira de verdad, la naturaleza nos rodea y nos enseña a convivir con sus normas y sus ventajas. Es ese sitio donde puedes ver las estrellas cualquier noche. Es lugar de encuentro, de alegría, de vecindad y de falta total y absoluta de anonimato para bien y para mal. Es como dice Marta Santos el lugar donde “en las cosas pequeñas descubrí lo más bonito (…) es mi sitio favorito”.
Mi pueblo son mis raíces y, de cierta manera, mi forma de ser. Un lugar que siempre va conmigo y a donde siempre me lleva esa palabra cantada por Andrés Suárez con tanta pasión “VUELVE”. Así que mejor buscar un pueblo perdido en la geografía española para este trabajo.
Así que mejor buscar un pueblo perdido en la geografía española para este trabajo. Encontré muchos pueblos, muchos a los que podía categorizar dentro, de mi pequeño concepto, de España vacía. Pero, pese a mis esfuerzos, lo que no encontraba era información suficiente sobre esos municipios para mi trabajo.
Porque de mi pueblo sí que tengo la información que necesito… Aunque mi pueblo es muchas cosas, pero vacío… vacío no está, ¿no?
Mi pueblo es aquel en el que la población es cada vez más mayor, en el que en cada calle hay una casa en venta (o dos). Un lugar que ha cerrado su colegio más antiguo por falta de alumnado. Del que los jóvenes salimos a estudiar y rara vez podemos regresar para trabajar. En el que a veces, no hay ni agua potable. Quizás porque como dijo Vetusta Morla “Fue un atraco perfecto fue un golpe maestro dejarnos sin ganas de vencer”, ya que cada logro que nos conecta y nos visibiliza al resto del mundo nos cuesta pelearlo, contra las Administraciones, con sangre, sudor y lágrimas.
Mi pueblo se vacía y, muy a mi pesar, como dice Arde Bogotá, “no me compensa el momento de haber tenido que decir adiós”. Porque es ese municipio al que me encantaría devolverle todo cuánto me ha dado, donde me gustaría escribir, junto a mi pasado, mi futuro.
Dicen que siempre volvemos a donde fuimos felices y, tras recorrer el mundo y vivir en varias ciudades, solo espero que, aquel verso - que tantas veces resuena en mi cabeza- de la canción de La Maravillosa Orquesta del alcohol “Volver a volver, saber que no estás y yo nunca estaré” no se dé y, alguna vez, pueda volver para asentarme en mi pueblo.
Comentarios