Las cooperativas agroalimentarias son instituciones importantes en los pueblos de interior de Andalucía. Vertebran gran parte de la comercialización de las producciones agroganaderas de la mayoría de las zonas rurales de España. Según datos de la Cooperativas Agro-alimentarias de Andalucía, en 2020 se ha realizado una facturación en Andalucía de 9.443 millones de euros, cifra nada despreciable en el cómputo total de las producciones de zonas rurales. Se debe de reconocer la importancia que tienen las cooperativas como entidades dinamizadoras económicas dentro de los territorios agrarios, es fundamental, porque contribuyen al crecimiento y fijan territorio gracias a que ofrecen oportunidades laborales.
El abanico de productos producidos y comercializados por estas instituciones es tan amplio como las diferentes producciones que podemos encontrar en los campos andaluces, como vedette estrella tenemos las cooperativas olivareras, que producen y comercializan aceite de oliva, pero la gama y la importancia económica es muy variada.
Una de las grandes asignaturas pendientes de las cooperativas agroalimentarias de los municipios rurales es darse a conocer, que la población sepa la labor que realizan y su contribución a mantener un sector agroalimentario vivo y por ende al territorio rural. Pero tenemos más asignaturas pendientes, otra de ellas y el motivo de este artículo, la participación femenina en los órganos de gestión. La igualdad de género sigue siendo una asignatura pendiente.
Se observan diferentes realidades dentro de las cooperativas agroalimentarias, la tasa de empleo femenina es igualitaria, hay un porcentaje bastante similar de contrataciones entre hombres y mujeres. Este dato es muy relevante, se aprecia que el aumento de contrataciones femeninas en estas instituciones ha aumentado desde el siglo XX hasta ahora, y que esto ha tenido una repercusión positiva en la permanencia de mujeres en territorios rurales. Muchas mujeres han encontrado en las cooperativas una oportunidad laboral que les ha permitido seguir viviendo en sus pueblos y no han tenido que migrar hacía territorios urbanos. Pero, a medida que se asciende en categorías profesionales y puestos de responsabilidad, el porcentaje de mujeres desciende drásticamente. Las mujeres están infrarrepresentadas en los órganos de gestión de las cooperativas agroalimentarias. Según datos de AMCAE, en 2021, el porcentaje de presidentas de cooperativas en España es del 4.4% frente a un 95.6% de hombres. No hace falta explicar estos datos.
Aunque contamos con la Ley 12/2007 que pone de manifiesto la necesidad de aunar esfuerzos para llegar a una igualdad real entre hombres y mujeres, y los datos indican que se están consiguiendo pequeño logros, el camino que queda por delante para alcanzar esta igualdad, aún es largo. La legislación a favor de la igualdad es profusa, una de las últimas normativas que apuestan claramente por una mayor visibilidad y participación es la ley 9/2018 de la Comunidad Autónoma de Extremadura que obliga a las cooperativas a tener un % de representación femenina igual al cupo de socias de la entidad. Este es un gran paso para fomentar consejos reguladores más igualitarios.
No obstante, la desigualdad vivida por parte de las mujeres se hace eco en la declaración de la Alianza Cooperativa Internacional para el Día Internacional de la Mujer de 2018, donde la presidenta del Comité Mundial de Equidad de Género de la Alianza Cooperativa Internacional mostraba la situación del cooperativismo rural y la igualdad de género y señalaba que el activismo en favor de los derechos de las mujeres y de la equidad de género es parte de la historia del movimiento cooperativo. Destacó el indudable papel que muchas mujeres de cooperativas rurales juegan en la generación de mejores condiciones para ellas y sus familias en el campo, a la vez que aportan progreso al cooperativismo. Sin embargo, señalaba que no se puede olvidar la existencia de muchas mujeres invisibles en las áreas rurales, vinculadas a las explotaciones agrarias y ganaderas sin poseer una relación jurídica o administrativa con las mismas, y para las que su trabajo en las explotaciones agrarias es considerado ayuda familiar.
En estas declaraciones, la presidenta María Eugenia Pérez Zea, da muchas de las claves para trabajar en post de la igualdad. Habla del papel de las mujeres, de su escasa visibilidad, habla de la menor representación jurídica o administrativa, del papel de cuidadoras de dependientes y yo añadiría la repercusión del peso de las tradiciones y la cultura no escrita que ha condenado históricamente a las mujeres a entornos domésticos y privados, alejándolas de los puestos públicos y representativos.
Una de las grandes revoluciones que debe vivir el territorio rural es la eliminación de las restricciones de participación que se han hecho por género, las mujeres deben seguir colonizando puestos públicos, según sus capacidades, y los hombres deben de aprender a permanecer en entornos privados y disfrutarlos, si así lo deciden. Para este nuevo siglo, sería fantástico que cada persona ocupara el puesto de responsabilidad para el que estuviera preparada, independientemente de su género, es más, la verdadera revolución se habrá llevado a cabo cuando no sea necesario hablar de esto.