Vivo en Torrenueva, un pequeño pueblo de la mancha de menos de 3.000 habitantes. Desde pequeño sentí atracción por “ser del campo”, tanto que con 15 años dejé de estudiar, para disgusto de mi padre. Yo quería trabajar, ser agricultor como él. Pronto descubrí que la formación académica también importa y pude acabar mis estudios, pero ya dedicándome plenamente a la agricultura. Hoy sigo siendo un lector empedernido, sigo formándome y formo parte de diversos movimientos cooperativistas, sociales y agrarios, a la vez que me adentro y profundizo en la Agricultura Biodinámica, pues tras más de veinte años practicando la agricultura ecológica, sigo buscando formas de obtener alimentos de máxima calidad y más sostenibles. Soy un pequeño agricultor ecológico en una zona de secano. Este es mi origen y esta mi vida cimentada y anclada al mismo. Os cuento todo esto sobre mí, sobre mi origen, pues es de esto de lo que quiero hablarles. La importancia del origen, no solo como el sitio donde vivimos o de dónde venimos, sino lo que significa y conlleva.
Mi pueblo y mi explotación están en el Campo de Montiel, al sur de Ciudad Real, una zona esteparia con poca agua. La media de precipitaciones de los últimos 10 años 2010/11 a 2019-2020 ha sido de 364,5 litros por metro cuadrado. En esta zona predomina la tríada mediterránea: olivo, vid y cereal, en extensivo y de secano. Cultivos adaptados al clima y el terreno, en explotaciones familiares, que ayudan a paliar los efectos del cambio climático, que aún fijan población y que benefician el desarrollo de la fauna y flora autóctona. Justo suena a las recomendaciones señaladas desde todos los organismos oficiales para nuestra nueva realidad y necesidades: los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Estaría parece en el sitio justo en el momento justo, sin embargo, nuestras organizaciones agrarias ya han avisado de que las nuevas políticas de la PAC no vienen bien dadas para esta zona, pues no somos productivos. Que la convergencia no toca. Hoy por hoy afirmar esto es decir que las explotaciones serán menos rentables, haciéndolas insostenibles, y se incrementará la despoblación. Estamos abocados a seguir siendo parte de la España vaciada o vacía, según el criterio de cada cual y también significa que el territorio se degradará mas. No somos rentables, los recursos se van para otras zonas. Este ha sido el sistema y este parece que seguirá siendo. Los repetidos mantras son solo eslóganes bonitos que están saliendo de los dirigentes mundiales de las reuniones de Glasgow, o en bonitas webs, en grandes superficies y en medios de masas.
Este sistema se ha dedicado desde hace mucho tiempo a estandarizar la alimentación, adaptando recursos y consumidores hacia una demanda orientada y guiada para ciudadanos que viven en grandes ciudades. La investigación al servicio del mercado, de la eficiencia económica, entendida en abaratar costes, donde solo vemos precio, sin tener en cuenta los costes medioambientales y sociales. La innovación en la agroindustria es crear productos de cuarta o quinta gama, con alimentos procesados dando importancia a no perder tiempo en alimentarnos.
La alimentación como cuota de consumo. Cuanto más barato mejor. Que al consumidor no le suponga un gran esfuerzo comprar y que se pueda tirar con la misma facilidad con la que se adquiere, pues no conocemos el coste real. Otro factor clave es el tiempo, dado que los ritmos comerciales y financieros de este consumo insostenible de compre y tire, poco tiene que ver con los ritmos de la naturaleza.
Esto es insostenible. La diferenciación de nuestros productos agrícolas respaldados con sellos de Calidad Diferenciada, que den garantía al consumidor así como la elaboración y la comercialización de los productos en las zonas rurales es clave para la dinamización de nuestros pueblos. Tener una industria donde poder transformar nuestras producciones y dar valor añadido a los mercados más exigentes y así poder dar una alternativa nuestros jóvenes, que una vez que se hayan formado puedan volver a sus pueblos y establecerse en ellos.
No debemos darnos el lujo que esa juventud bien formada se vaya a trabajar a ciudades que han crecido tanto que son insostenibles. Urbes totalmente demandantes, donde todo lo que se necesita para vivir: alimentos, agua, energía… todo viene del mundo rural.
También debemos entre todos promover un cambio de percepción. Debemos reeducarnos como consumidores y ajustar valor y precio de los alimentos. Todos debemos exigir que se repercutan en el precio los beneficios sociales y medioambientales de los alimentos de cercanía, de temporada, de cultivos ecológicos, extensivos, tradicionales y familiares. Donde primeros una alimentación sana.Y también en el sentido contrario haciendo repercutir los problemas socioeconómicos y medioambientales que generan las prácticas intensivas, la agricultura convencional de gran escala.
Los que vivimos en las zonas rurales debemos organizarnos y exigir que las políticas agrarias, desde las europeas (la mencionada PAC) hasta las locales, fomenten cambios estructurales dirigidos a modificar los equilibrios de poder en la cadena de alimentación. Crear redes con otros movimientos. Articular espacios de debate. Exigir legislaciones que se adapten a las necesidades de los pequeños productores.
En definitiva, poner el énfasis en el origen y en la forma de producción. Procesos serios, incorporando en nuestra cadena de valor la elaboración y la comercialización en las zonas rurales, que inviertan en potenciar la producción sostenible y de proximidad. Es un trabajo arduo del campesino de hoy, pero enormemente excitante. Y es urgente acometerlo ya.
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